Para Marcelo Longobardi, el presidente Javier Milei "es un hijo de su tiempo, del clima de época”. Dijo que las "reformas profundas no se sostienen sin una arquitectura política. Si no, duran cuatro meses", explicó.
Marcelo Longobardi no habla de Javier Milei como una anomalía ni como un accidente. Lo define con una palabra precisa, incómoda y profundamente política: experimento. Un experimento argentino, pero también global, atravesado por la ira, el derrumbe de los órdenes políticos tradicionales y una forma de ejercer el poder que privilegia el conflicto permanente.
“Milei llega como consecuencia del colapso de un sistema político que duró veinte años”, explica. “Entre 2003 y 2023 la Argentina estuvo organizada alrededor de un eje: kirchnerismo y antikirchnerismo. Ese orden se derrumbó. Y Milei lo capitalizó con mucho talento”, explicó en una entrevista con Mesa Chica, el programa de streaming de LA CAPITAL y Canal 8.
Para Longobardi, el actual Presidente no inventó la crisis, sino que supo leerla antes que nadie. “Mientras se derrumbaba el gobierno de Alberto Fernández, Milei empezó a torcer la agenda pública. Mucha gente empezó a hablar de lo que él hablaba, para apoyarlo o para criticarlo. Ese fue su primer gran logro político”.
Pero hay una segunda explicación, más profunda, que excede a la Argentina. “Milei es un hijo de su tiempo, del clima de época”, sostiene. “Un clima dominado por la ira, el enojo, la frustración, la impugnación general a todo lo conocido. Esto pasa en Estados Unidos con Trump, en Europa con la ultraderecha, con líderes como Orban, Le Pen o Meloni”.
Longobardi apela a una fórmula del ensayista Giuliano da Empoli para sintetizar el fenómeno: “ira más algoritmo”. “Hoy la política se gestiona administrando la bronca. Y muchas veces estimulándola. El conflicto se vuelve el método”, reflexiona.
En ese marco, advierte que el triunfo electoral de Milei no produjo el cambio que muchos esperaban. “Se pensó que después de ganar iba a moderarse, a mejorar su gestión parlamentaria, a bajar el nivel de conflicto. Eso no ocurrió. En apenas 48 horas vimos torpezas legislativas graves, conflictos con aliados y un regreso al insulto permanente”.
La reforma laboral postergada, el fracaso con el presupuesto y la relación volátil con el PRO son, para Longobardi, síntomas de un problema estructural. “Milei no construyó una coalición parlamentaria. Construyó acuerdos circunstanciales con gobernadores. Eso ya fracasó con Macri”, dijo.
Y va más allá: “Las reformas profundas no se sostienen sin una arquitectura política. Si no, duran cuatro meses. Las reformas son la cara del poder. Si no hay poder organizado, no hay reformas”.
El otro dilema es social. “La gente votó a Milei, pero al mismo tiempo le pide que financie universidades y discapacidad. Hay un conflicto entre lo que se vota y lo que se demanda. Como decía Tito Livio: los pueblos no toleran ni los vicios ni los remedios”.
Longobardi no descarta que el experimento continúe, pero advierte sobre sus riesgos. “Me preocupa la predisposición de estos liderazgos a demoler el sistema democrático. No a discutir políticas, sino a erosionar reglas. Eso está pasando en el mundo. Y es peligroso”, señaló.