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Opinión 22 de marzo de 2019

Marchar por la vida es defender lo obvio

por Adrián Lomello

Que ironía, hay que marchar para defender lo obvio, el amor a la vida. ¿Es que acaso es necesario demostrar con una movilización que la vida tiene valor? ¿Es casi absurdo tener que hacer visible el reclamo para defender a los más inocentes, a los que esperan llegar a la vida prometida en la gestación?

Tradicionalmente las marchas como movimiento sociales estuvieron asociados a reclamos de naturaleza injusta, al silencioso deambular para hacer visible una situación de violencia, o para recordar un evento trágico que la población desea que no se vuelva a repetir. Se marcha en el éxodo con el dolor de la tierra perdida.

Las marchas en general expresan dolor. Los argentinos tenemos mucha gimnasia en marchas de todo tipo y color. La marcha es una forma activa y coordinada por el cual un grupo de individuos desea demostrar la armonía de un movimiento que con voluntad propia transita en una determinada dirección para cumplir una finalidad generalmente política, social o cultural. Los argentinos somos amantes de las marchas, nos encanta la movilización.

La vida tiene valor

¡Qué ironía! este sábado 23 marcharemos por la vida. ¿Es que acaso es necesario demostrar con una movilización que la vida tiene valor? ¿No es casi absurdo tener que hacer visible el reclamo para defender a los más inocentes, a los que esperan llegar a la vida prometida en la gestación?

El hombre es el lobo del hombre, decía Hobbes en el siglo XVI. Qué diríamos hoy de la raza humana que destruye su propia descendencia con el solo argumento visible de la libertad del cuerpo femenino cuando todos sabemos que detrás de esta campaña verde hay una aceitada política de ingeniería social para el control internacional de la natalidad. No hay libertad posible si ésta se sustenta sobre el cadáver de nadie y mucho menos de un inocente.

Ya no es posible negar científicamente cuándo se origina la vida. Entonces surgen amañados argumentos de salud pública, de conciencia, de libertad, de género y cuantas otras lamentaciones que quieren justificar lo injustificable: el aborto es muerte.

El sábado marcharemos con nuestras familias, con alegría, con cánticos, con la certeza de que debemos agradecer la vida propia y permitir la vida de los otros. Con la obligación de privilegiar el cuidado de los más débiles, los niños por nacer. Ellos son nuestra esperanza de una patria grande y generosa, como la soñaron nuestros próceres y no como la traicionan nuestros gobernantes de turno, impulsando políticas públicas de control de natalidad con protocolos inventados, subvenciones internacionales, instalación ideológica en las escuelas y los medios.

Cinco millones de argentinos dijimos no al aborto y el 8 de agosto pasado el Senado plasmó ese reclamo rechazando la ley anticonstitucional del aborto.

Este sábado volveremos a las calles a decir “sí a las dos vidas”, “toda vida vale”.

Esta marcha de la vida será también el momento en que los candidatos escuchen una nueva sentencia que está susurrando sigilosamente en todas las plazas de la república: “con aborto no te voto”.



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