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Opinión 1 de agosto de 2022

Más cerca del agravio que del homenaje

Por Nino Ramella

Desde hace ya bastante tiempo vienen sucediéndose en el recinto del Honorable Concejo Deliberante actos en reconocimiento a personas o instituciones que el cuerpo valora por su contribución comunitaria. Puede tratarse de nativos y residentes o también de visitantes de nuestra ciudad.

Se trata de momentos que no sólo implican un agradecimiento sino que también constituyen ejemplos en los que la comunidad en su conjunto puede inspirarse para generar conductas emulativas que contribuyan a mejorar nuestra sociedad.

Se sobreentiende que tales homenajes son aprobados previamente por el cuerpo, es decir por decisión mayoritaria -infiero que la mayoría de las veces unánime- de quienes conforman el Honorable Concejo Deliberante, a propuesta de alguno de sus miembros.

Hasta aquí se trata de iniciativas que no merecen más que ponderación. Lo cuestionable son las formas y contextos en los que estos actos se realizan.

Es muy frecuente…casi una constante diría yo…que el día de la ceremonia esté presente el concejal que propuso el homenaje, con suerte acompañado por un par de compañeros de bancada. Si el homenajeado fue acompañado por algún familiar o amigo, más algún ocasional agente o funcionario… en el ceremonial Recinto se juntan cuanto mucho diez personas.

Es evidente que no ha habido antes de esos actos ni un mínimo de gestiones para rodear al distinguido de presencias que hagan algo más cálido el momento en el que se quiere agasajarlo.

Han sido reconocidas personalidades que son muy queridas y estimadas en nuestra ciudad, por lo que se descuenta que con sólo cursar invitaciones muchos ciudadanos e instituciones estarían dispuestos a acompañarlas.

Si el homenaje es del HCD en su conjunto…¿Cómo es posible que en esos actos no haya representación de los distintos bloques? Un pensamiento maledicente sugiere que siempre se aprueban las propuestas ajenas para que el mismo consentimiento tengan las propias.

Si en algún momento la excusa fue la pandemia, pues claramente no lo sigue siendo toda vez que hoy se suceden reuniones con las bancas y la barra ocupadas.

El otro argumento podría ser que sería un exceso convocar al cuerpo exclusivamente para estos actos. Pues bien, entonces no costaría nada tomarse cinco minutos antes de alguna sesión plenaria para otorgar la distinción.

Otro pensamiento maledicente sugiere que el fin último del concejal que hace la propuesta es obtener una foto para subir al día siguiente del acto a las redes o con suerte que sea publicada con un epígrafe por algún medio.

Si el Honorable Concejo Deliberante es la síntesis y representación del conjunto social, pues así debe actuar y mostrarse. El verano pasado los homenajes se realizaron con celebridades del mundo artístico. En esos casos los distinguidos fueron figuras muy identificadas con alguna de las orillas de nuestra vernácula grieta. Por supuesto que en cada caso asistieron ediles y simpatizantes “del palo” y absolutamente nadie de la vereda de enfrente.

No es necesario explicar que semejante parcialidad devalúa el valor de cualquier homenaje y que sólo nos muestra las mezquindades de las que son capaces quienes deberían ser ejemplo de lo contrario.

Ojalá haya espacio para repensar de qué manera una celebración no debe convertirse en un bochorno.