Opinión

Más y mejores docentes

por Alieto Guadagni

Domingo Faustino Sarmiento está íntimamente vinculado con la historia de nuestra escuela primaria y, por eso, es central en la celebración del Día del Maestro. Él entendió, con gran anticipación, el papel que debía jugar la escuela para afrontar el desafío de construir un sistema educativo no sólo de calidad, sino también apto para ser un eficaz integrador social, con igualdad de oportunidades, como procuraba la Ley 1.420, que impulsaba una educación “común, gratuita y obligatoria”.

Sarmiento tenía claro el papel de la escuela para superar la pobreza y la exclusión social, caldo de cultivo de la marginalidad delictiva. Por eso, expresó: “Por cada escuela que se abre se cierra una cárcel”. Es evidente que nuestra escuela perdió mucho de su aptitud para fortalecer la movilidad social ascendente y, en los últimos años, consolidó una gran desigualdad, cuyas raíces son las diferencias económicas y sociales de los alumnos.

En los últimos meses, se fijaron ambiciosas metas en el Plan Maestro propuesto por el Ministerio de Educación de la Nación. Pero es evidente que la graduación de nuevos docentes no está aumentando al ritmo requerido para cumplir esas metas. Esta graduación apenas supera el crecimiento demográfico.

En la actualidad, además, asisten a la escuela primaria alrededor de 5 millones de niños, de los cuales alrededor de 700 mil reciben los beneficios de la Jornada Escolar Extendida (JEE) que el Plan Maestro se propone universalizar. Es decir: tenemos aún pendiente incorporar a esta JEE nada menos que más de 4 millones de niños.

A este mero ejercicio, concentrado únicamente en la escuela primaria, habría que agregar la demanda adicional que habrá en el futuro, cuando se universalicen el nivel inicial y la escuela secundaria, teniendo en cuenta las metas propuestas en el Plan Maestro.

No será fácil cumplir las nuevas metas, definidas imperativamente por nuestras recientes leyes educativas, con normas tendientes a la escolarización obligatoria, que correctamente apuntan a universalizar todos los niveles educativos hasta la finalización de la escuela secundaria. Aunque en los próximos años aumente razonablemente la relación entre cantidad de alumnos y cargos totales docentes, habrá que formar año tras año muchos más docentes que el ritmo actual.

Pero la formación de nuevos docentes no es sólo un problema de crecimiento de su graduación. Aún sigue pendiente el problema de la calidad en la formación de los nuevos maestros. Sería útil prestar atención a lo que hacen naciones que están bien encaminadas en este aspecto esencial del fortalecimiento del sistema educativo.

Países como Finlandia, Corea del Sur o Ecuador procuran que la formación de los docentes tenga plena jerarquía universitaria y, al mismo tiempo, que los mejores graduados del nivel secundario sean los docentes de mañana. Desde ya que esto requiere que los salarios de los docentes sean de los mejores en toda la administración pública.

(*): Director del Centro de Estudios de la Educación Argentina de la Universidad de Belgrano.

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