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México Insurgente

Por Vito Amalfitano

La tumba de John Reed está ubicada junto a los muros del Kremlin. El primer periodista militante. Uno de los profesionales más grandes de este oficio. Contó dos revoluciones desde adentro. Mezclándose entre los soldados en el frente. Salió de la comodidad de las filas del Partido Comunista que integraba en Estados Unidos y fue a contar las historias de cambios profundos de la humanidad desde adentro. Fue su forma de militar. Y de hacer un periodismo incomparable a la vez.

Desde aquí, en medio de la Revolución Rusa, casi en tiempo real, escribió Los Diez Días que Estremecieron al Mundo. Una obra monumental de non fiction, pero ya mezclada entre los clásicos de la literatura universal.

Reed fue tan grande que antes de eso escribió “México Insurgente”, también en tiempo real, metido en el propio levantamiento, junto al mismísimo Pancho Villa.

El Mundial de fútbol es algo tan monumental que logra fundir, un centenario y monedas después, aquellos dos hitos históricos. En la tierra de la Revolución Rusa, que partió la historia de la humanidad en dos, se levantó un México Insurgente de la pelota.

¿Qué otra cosa fue sino una verdadera revolución futbolera lo que se vio el domingo en el estadio Luzhniki de Moscú? Miradas de asombro entre periodistas argentinos en el palco de prensa. Y entre todos los espectadores, propios y extraños. Este México insurgente de Chicharito, Javier Hernández, el Chucky Lozano salió con el mayor desparpajo pero con el más eficiente orden táctico, y a máxima velocidad, a llevarse por delante a la mismísima Alemania. Y lo consiguió. Con el plan del DT, Juan Carlos Osorio, para meterle filas de insurgentes a las espaldas y los costados de Khedira y Kroos, en un abierto campo “de batalla”.

“Yo sentía que teníamos chances cada vez que llegábamos,-le confesó a LA CAPITAL el arquero Guillermo Ochoa, en la zona mixta, a la salida del vestuario del Luzhniki-, teníamos el balón, nos desplegábamos , hacíamos transiciones rápidas entre defensa-ataque, quizá el último pase fallábamos, pero todo olía a gol…”

También habló de las “transiciones” con LA CAPITAL el volante de Sevilla Miguel Layun. “Intentamos tener la posición de la pelota siempre que pudimos,-explicó-, aprovechamos los espacios cuando aparecieron; fue un partido que se trabajó muchos días y una de las cosas que logramos hacer muy bien fueron las transiciones, tanto en ataque o cuando tuvimos la oportunidad de contraatacar a Alemania”

“Pero para mí también fue muy valioso, la forma en que defendió el equipo después de lo que hicimos en ataque; Incluso a Javier (Hernández, Chicharito lo viste bajando a tomar a una de las contenciones de Alemania cuando se venían”, nos comentó también Layun.

Al cabo, un compendio de fútbol integral y a un ritmo pocas veces visto. Si se puede hablar de un fútbol del futuro, es el que se vio en Luzhniki el domingo. Por lo de México, que tendrá que ratificarlo en el devenir del campeonato para transformarse realmente en una revolución, pero también por lo que ofreció Alemania en ataque, con algo de su caudal, más allá de todos los problemas defensivos que le desnudó el rival. Pero hubo mucha técnica a una velocidad mucho mayor a la que vimos un día antes en el otro estadio de Moscú, en el partido de Argentina con Islandia. Todo lo que que Mascherano hace en dos tiempos en el medio de la Selección, aun con criterio y ubicación, los mexicanos y los alemanes lo hacen en uno y al doble de velocidad.

Fue una “paliza táctica” de México, le apuntó el periodista Sergio Levinski a Ochoa durante la charla con el arquero que compartió este medio.

Pero el condimento esencial para ese despliegue táctico fue el atrevimiento. La insurgencia. México salió a jugar como si no tuviera enfrente a Alemania. O quizá sí, a sabiendas de que era el partido de sus vidas.

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