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Opinión 21 de febrero de 2016

Milagro inesperado

por Guillermo Villarreal

El gesto del papa Francisco de enviarle un rosario a Milagro Sala, la dirigente social detenida en Jujuy y acusada de delitos graves como el manejo fraudulento de fondos públicos, puso a Mauricio Macri en un brete político a una semana del encuentro que el mandatario mantendrá con su compatriota en el Vaticano.
El gesto se interpretó en la Casa Rosada como una “bendición” a la dirigente kirchnerista cada vez más comprometida con la Justicia por las denuncias en su contra, y trastocó la estrategia diseñada por los funcionarios macristas para recomponer la siempre fría relación de Macri con Jorge Bergoglio.
Por esto, y para no dejar en offside a su aliado radical en Jujuy, el gobernador Gerardo Morales, los colaboradores más cercanos al Presidente evitaron comentarios públicos fuertes sobre la decisión del Papa de mandarle ese instrumento religioso de oración a la jefa de la organización Tupac Amaru.
Solo la vicepresidenta Gabriela Michetti matizó lo que se constituyó en el primer punto de tensión entre Roma y Buenos Aires, al afirmar que el Papa envió el rosario porque “se preocupa muchísimo por ver cómo están aquellas personas que se dedican a trabajar por la pobreza”.
Las críticas llegaron sí de dirigentes políticos como Elisa Carrió, otra aliada del frente Cambiamos que llevó a Macri a la Presidencia, quien rechazó la intromisión del pontífice en la política interna argentina.
El gesto papal provocó también un fuerte revuelo puertas adentro de la Iglesia, por lo que referentes eclesiásticos se vieron obligados a calmar las aguas y explicitar su intencionalidad, aunque para quienes creen que el Papa no es ingenuo resultaron poco convincentes.
Los obispos buscaron, además, responder las opiniones condenatorias que intentaron desdibujar en un instante la imagen mundial del pontífice argentino.
“Aún admitiendo que el rosario para Milagro Sala fue inoportuno, la reacción de muchos deja helados. Del amor al odio sin escalas. ¿Qué nos pasa?”, interpeló monseñor Sergio Buenanueva, obispo de San Francisco, a través de su cuenta en Facebook.
El arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik, fundamentó mediante un texto evangélico el gesto de Francisco, aunque reconoció que fue “polémico naturalmente” y evaluó que “Milagro Sala y todos, necesitamos rezar”.
“Es tarea de un pastor acercarse a quienes están presos, aún en situaciones controversiales. Es Evangelio en su más pura esencia, pero como todo gesto siempre hay multiplicidad de miradas”, dijo a DyN un vocero episcopal que juzgó “políticamente incorrecto y pastoralmente correcto” el envío del rosario a Sala.
Pero quien salió a explicar por qué el Papa le hizo llegar un rosario a Sala e intentar dar por cerrada la controversia fue monseñor Víctor Fernández, rector de la Universidad Católica Argentina y hombre muy cercano a Francisco.
El teólogo apuntó contra una lectura demasiado autorreferencial de los gestos del Papa, como si el pontífice enviara mensajes a la Argentina continuamente, y se refirió a las “furiosas reacciones” contra Francisco.
“Supe que ella escribió una carta a Francisco y algunos le sugerían que le respondiera, dado que la conoce y la ha tratado personalmente. Pero él optó por mandar sólo un rosario, que es un instrumento para orar, sin decir más palabras que implicaran emitir una opinión o interferir en un proceso judicial que no deja de ser formalmente dudoso en su gestación”, aseveró.
“Pretender prohibirle este gesto al Papa muestra un deseo de tensar la cuerda que no es precisamente una ayuda a la pacificación de la Argentina”, interpretó en un artículo publicado en el diario La Nación.

DyN.



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