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Arte y Espectáculos 11 de abril de 2017

Milo Lockett: “No quiero decir nada, pinto así”

La exposición Rotonda repasa su historia artística. En Mar del Plata, elogió a Picasso, se confesó una persona práctica y pidió quitarle solemnidad al arte.

“La rotonda te dispara para algún lugar, podés dar vueltas al pedo, sin sentido, te podés perder, podés salir para cualquier lado”. Así explicó Milo Lockett el nombre de la muestra que, desde este jueves, podrá recorrerse en el Museo MAR y que dejó inaugurada ayer en el primer piso. Una de las obras, un mural desmontable, lo donará al Hospital Materno Infantil, fiel a su espíritu solidario.

“Rotonda” consta de ciento cuarenta obras distribuidas en dos salas que repasan toda su historia artística: desde los cuadros de colores vibrantes y figuras sencillas a otros hechos con blanco sobre blanco, los que representan un arte bruto con colores impuros y hasta su etapa vinculada al graffiti y al arte urbano. Todo lleva la firma de Lockett, este chaqueño descendiente de irlandeses, movedizo, pasional, autodidacta y, sobre todo, práctico.

Tan práctico que no dudó en quemar la obra que no podía terminar. Tan práctico que se especializa en buscar soluciones a los problemas. Tan práctico que no pide segundas lecturas. “No quiero decir nada, pinto así”, indicó. Tan práctico que llevó su imagen a telas, mesas, sillones, objetos.

-La rotonda es un lugar de movimiento y el movimiento tiene mucho que ver con tu obra.
-Soy una persona que siempre está en movimiento, soy muy disperso y curioso y me gusta viajar, a cualquier lado, no tengo conflicto con el lugar. Necesito todo el tiempo estar activo.
-¿Tendrá que ver con que venís de Chaco, un lugar que está lejos si lo pensás desde Buenos Aires?
-Puede ser, hoy yo no tengo tanto conflicto, hace unos años que estoy pensando que uno es de donde vive, se me fue la idea romántica de que únicamente era de Chaco. Hoy estoy viviendo en las afueras de Buenos Aires y estoy cómodo.
-¿Sos muy adaptable?
-Sí, eso tiene que ver con ser práctico, no tengo esa cuestión de dudas. Acepto cuando me equivoco, me enchincho un poco pero se me pasa.
-¿Cuando pintás tampoco dudás?
-No. Sí me juega a favor o en contra que soy disperso, a veces me enojaba porque estaba por hacer esto y hacia esto otro y no lo entendía. Después lo fui entendiendo. Y potencié el error. Si fui para acá lo exploro y lo exploto y lo uso, no dejo que me atrape. Antes, la obra que no podía terminar la acumulaba y en algún momento la quemé, en esos actos de irracionalidad que tengo. Y me di cuenta de que todo lo que no tiene solución no es un problema. Eso me parece que tiene que ver con el sentido de la practicidad. En la pintura necesito respuestas inmediatas.
-Es decir ¿empezás un cuadro y lo terminás en el día?
-Empiezo y termino y si lo continúo (al otro día) es porque le quiero agregar algo y lo quiero pensar. Después la obra es fresca, gestual, está ahí.
-En general es una obra sencilla, simple…
-No tiene pretensión de ser obra de arte. Eso es algo que los artistas tenemos que trabajar mucho para pensar que no todo lo que hacemos se acerca al arte. Son todas intenciones de obras de artes. La palabra obra de arte es rígida, soberbia, pretensiosa. Que sea arte lo puede determinar el tiempo y sobre todo cuál es tu aporte acá, hoy es una intención, porque si no yo sería un genio. Por eso hay obras que sientan un precedente, hay obras que quiebran, y que a partir de ellas se construyó todo.
-El Guernica, ¿no? Tu obra tiene mucho de cubismo.
-Me encanta.
-¿El de Picasso, el de Juan Gris?
-Los dos me gustan mucho. A Picasso lo estoy estudiando de vuelta. Picasso es un tipo que nunca termino de comprender todo lo que hizo, me parece el artista de toda la vida, sobre todo por la seguridad. Cuando hacés las cosas con seguridad es más difícil que aparezca la crítica que te derribe. En el libro que estoy leyendo (sobre Picasso) hay una frase de él que dice: “Si hay algo para robar lo robo”. Esa cosa de no me importa nada. Gracias a él vivimos todos los artistas contemporáneos.
-No tenés problema en llevar tu imagen a cualquier formato, sea una mesa, un objeto, ¿por qué buscás otros soportes?
-Me gusta mucho el objeto y me parece interesante. El objeto ayuda a que la gente que no consumiría arte después termine consumiendo arte. Hay gente que compra un sillón y no un cuadro, porque lo ve funcional y después por ahí termina interesándose en el arte. Esa conducta se modificó en los últimos veinte años.
-¿Es bajar la obra del pedestal?
-En Argentina tenemos todavía ese conflicto. Esa solemnidad sobre el arte, que es de pocos, de elite. Me parece que es de un lenguaje antiguo. Brasil y México hacen punta. Hoy vas a un museo en Francia y salís con un llavero. Hace veinte años era impensable.
-¿Te parece que se democratizó hoy?
-Está bueno cuando todos pueden acceder, porque el arte es un derecho de todos. El arte cumple muchas funciones y soluciona muchos problemas. Si trabajamos en la primera infancia el estímulo y la sensibilidad… porque la sensibilidad se practica como cualquier palabra, como el amor. Si vos trabajás la sensibilidad de los chicos vamos a tener una sociedad sensible. Yo creo en eso. Creo ciegamente, por eso creo que a nuestra educación le falta más juego. En el arte todo tiene que tener explicación, todo tiene que tener un mensaje. A veces me preguntan “¿y qué querés decir con tus figuras sin brazos?”. No quiero decir nada, pinto así.



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