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Motocicletas robadas en Mar de Plata, una epidemia delictual de consecuencias graves

Días atrás fue asesinado Luis Mansilla (19) en un conflicto derivado del uso y disputa de motocicletas robadas en la periferia de la ciudad. Un problema que insume recursos policiales, judiciales y municipales y parece no tener solución.

Policiales 12 de abril de 2023

Por Fernando del Rio

Exequiel, tiene 20 años, es pintor y llega al trabajo en su peculiar vehículo. En rigor de verdad es un artefacto de locomoción, algo que solo puede adivinarse como una motocicleta, pero no es del todo una motocicleta. No tiene espejos, no tiene carenado, no tiene luces. Mucho menos tiene patente. Carece de llave y su modo de ignición es un interruptor de velador sostenido por cinta aisladora a los cables. Todo aquello es muy poco más que un cuadro con motor y ruedas. Él explica que como le robaron su CG Titán, que la tenía sin papeles y sin posibilidad alguna de denunciar, se compró esa para “moverse”. La pagó 12 mil pesos.

Tal vez la CG Titán que le sustrajeron a Exequiel es la misma que aparece, por partes, en Market Place, el incontrolable sitio de ventas de Facebook. “Vendo estética de cg new está como en la foto, tienen detalles” dice un aviso en el que se ven los plásticos y cachas de lo que alguna vez fue una moto. No se sabe si proceden de la que le quitaron al joven pintor, pero si no es en ese aviso, será en otro. Resulta llamativo que existan tantas publicaciones con repuestos de motos, como si sus propietarios tuvieran la afición de desarmarlas antes que usarlas. En realidad, es así el mercado negro de las motocicletas en Mar del Plata: la mayoría de las de baja cilindrada que se roban son reducidas a sus autopartes y una mínima parte vuelve a rodar.

Autopartes ofrecidas en Market Place.

Autopartes ofrecidas en Market Place.

Días atrás Luis Mansilla (19) fue asesinado no por una, sino por dos motos robadas. La historia se inició con la sustracción de una Honda Twister durante el fin de semana y alguien le atribuyó a Nico, “El Pana”, haber sido el autor del robo. Quienes poseían originalmente la Twister -se cree que era ya una moto robada- fueron hasta el barrio Florencio Sánchez para recuperarla y se cruzaron con “El Pana”, que andaba en una Tornado. Entonces, al no hallar la Twister se quedaron, a punta de pistola, con la Tornado. Un par de horas después, “El Pana”, junto al primo de Mansilla (porque tenía auto) y Mansilla, además de otros dos, fueron a buscar la Tornado y fue en ese momento en que se inició la persecución que acabó en tragedia. Un disparo atravesó la luneta del Peugeot 308 e impactó en la cabeza de Mansilla, que iba en el asiento de atrás.

La investigación por el crimen tuvo en un principio a dos detenidos, Agustín Opychanyy y Leonardo Duhalde, pero luego fueron liberado y ahora el único preso es William Pérez. Todos son jóvenes y todos viven una realidad paralela a lo que sería una realidad “legal”. Para ellos -a diferencia del pintor Exequiel- una moto robada es la posibilidad de ganar dinero fácil con la reventa, es una manera de posicionarse dentro de su propio ghetto e incluso es la reafirmación de su desafío a la ley, a la policía, al sistema.

La problemática del robo de motocicletas en Mar del Plata ha mostrado un incremento sustancial en los últimos tiempos, algo que se refleja en las estadísticas de la Fiscalía Temática de Automotores. Se trata de un delito que, en su mayor volumen, ancla en los barrios periféricos de la ciudad, donde hay un sesgo de anomia por el distanciamiento que tiene el Estado. O más bien porque no da abasto al volcar recursos que, en definitiva, puedan reportar algún tipo de mejoría en el corto o mediano plazo.

Motos de todos los modelos y cilindradas en el depósito de Santa Paula.

Motos de todos los modelos y cilindradas en el depósito de Santa Paula.

Tres niveles

Las motocicletas son robadas por los ladrones cuando están detenidas, estacionadas. Es bajo esa modalidad que se producen la mayor cantidad de casos y la tipificación del delito es el hurto agravado. Quienes se dedican a “levantar” motos tienen una extrema habilidad para hacerlo en muy poco tiempo, menos de 30 segundos y se valen de llaves y ganzúas. Rompen la traba del volante, violentan el tambor de ignición y, según el modelo y marca, consiguen arrancarlas solo con correrlas o “patearlas”.

Este método desplaza en cantidad a los robos con lesiones o robos agravados por el uso de arma de fuego. “Últimamente se ha visto algún caso en el que los delincuentes se colocan a la par del motociclista y lo desestabilizan de una patada y le provocan una caída. Luego se llevan la moto”, explicó la fiscal de Automotores, Lorena Hirigoyen.

Las motos de baja cilindrada (hasta 150 centímetros cúbicos) suelen robarse para ser desarmadas y vender sus repuestos. Muchos de esos vehículos, sin sus partes, quedan como la motocicleta de Exequiel: apenas un esqueleto con cable motor y ruedas.

La siguiente escala o nivel es la que incluye a la motocicleta más robada de Mar del Plata: la Honda Tornado. “Es una motocicleta ideal para cometer robos. Si un delincuente necesita un medio de transporte para llegar, robar y escapar, la mejor opción es la Tornado porque es veloz, es todo terreno y entran cómodamente dos personas”, detalla una fuente policial. Pero no todas las Tornado terminan en manos de delincuentes, ya que una buena parte son acondicionadas para su uso cotidiano. Se les cambia las cachas, se le quita la patente y se utiliza. Aquellas personas que no tienen problemas en usar un vehículo robado o de procedencia “desconocida”, la compran por un cuarto de su precio. O menos aún.

“Sabés que pasa, que nadie hace transferencia acá en el barrio. Vos comprás una moto y cuando la querés vender, la vendés y listo. Si te agarra la policía, nada, te la secuestran, por ahí te arman una causa por encubrimiento y ya está. Se puede conseguir una Tornado por 100 lucas”, comenta un vecino del barrio San Martín.

El último nivel de robos es el de la moto de alta gama, aunque son esporádicos los casos y siempre se perpetran con uso de arma de fuego. Los sistemas de seguridad que tienen ese tipo de rodado hacen casi imposible que se la puedan robar estando estacionadas. Hay un mercado muy reducido de sus repuestos y como tienen sistema de geolocalización son poco buscadas por los ladrones salvo para un uso breve tras el robo.

Una moto robada en la que iban dos jóvenes armados.

Una moto robada en la que iban dos jóvenes armados.

La acción penal

El encubrimiento es un delito con una pena exigua que va de los 6 meses a 3 años de prisión, pero además tiene una característica de alta gravitación en todo este problema: es excarcelable. Esto significa que si una persona es sorprendida con una motocicleta que tiene pedido de secuestro no se le puede atribuir el robo, excepto en circunstancias extraordinarias como es la cercanía temporal con el momento del hecho y la acreditación (con cámaras de seguridad o testigos) que se trata de la misma persona que cometió la sustracción.

Es este un aspecto que contribuye para que el robo de motocicletas sea permanente y difundido. Si no se puede imputar el robo, la pena por el encubrimiento (tenencia del bien robado) es mínima y excarcelable. Para quien está rodeado de experiencias delictivas, un encubrimiento es algo insignificante y que no atenta contra su plan de vida. “En los barrios más carenciados muchos jóvenes no tienen expectativas de trabajos formales, no están incluidos en el mercado laboral, no viajan al exterior, no necesitan certificado de antecedentes, así que un cargo por encubrimiento lo entienden más como un simple contratiempo que como un problema penal con consecuencias”, aseguran otras fuentes judiciales.

Lo que duplica la pena y pasa a ser de 1 a 6 años de prisión es si se considera al encubrimiento con afán de lucro, pero para ello debe probarse una inminente transacción. Policías especializados en redes sociales y comercio informal on line rastrillan las redes en busca de grupos de Facebook o de mensajería como Telegram y Whatsapp para descubrir el destino de las motos sustraídas.

Los números reales

En el primer trimestre de 2023 la Fiscalía de Automotores inició un total de 2.529 actuaciones, contra 1.306 del año 2021 y 1.094 del 2022. El incremento es indisimulable y si bien se trata de una estadística que incluye todos los delitos relacionados con vehículos (desde una rueda de auto hasta un camión completo) cada categoría se indexó en un similar y proporcional modo. Hay un dato que es la cabal muestra de esta dinámica de crecimiento y es el que señala que en 2022 se hicieron 31 allanamientos en domicilios sospechados de algún delito de robo, mientras que en los primeros tres meses de 2023 ya van 17.

En cuanto a los controles sobre las motocicletas la policía suele secuestrar en sus puntos fijos. Se les conoce como control vehicular y se despliegan, mayormente, en la periferia, sobre arterias de mucho tránsito. “De cada 10 motocicletas interceptadas, 6 ó 7 tiene algún problema para circular. De ese número, muchas son por tener adulteración en sus números identificatorios o poseer pedido de secuestro por robo”, explican desde la Jefatura Departamental.

Las comisarías Quinta, Decimosexta, Undécima, Decimosegunda, Sexta y Octava son las que más secuestros realizan y todas tienen un punto en común. Se trata de jurisdicciones sobre el anillo exterior de Mar del Plata.

Estadísticas de secuestros de motos de la Municipalidad.

Estadísticas de secuestros de motos de la Municipalidad.

En tanto la Dirección de Tránsito y la Secretaría de Seguridad también realizan controles para detectar motocicletas en infracción. El aumento en el secuestro en los últimos cuatro años es impactante y puede dar una noción del grosor del problema, ya que se pasó de 1.967 motovehículos secuestrados en 2019 a 5614 en 2022. Y todos ellos van a parar al depósito de Santa Paula donde ya no hay espacio. Desde la Secretaría de Seguridad se destaca esta política de sacar de circulación motos que no pueden estar en las calles.

El robo de motocicletas no es un delito menor. De ese hecho derivan otros más graves, como sucedió con Mansilla, como sucedió con el playero Tomás Marcos en 2019, o con Ariel Di Meglio años más atrás o en el crimen de Lele Gatti, cuyos autores utilizaron una moto sustraída. Porque siempre detrás del robo de motocicletas se esconde un potencial (y más que probable) segundo delito, como las lesiones, como el accionar de “motochorros”, la estafa e incluso la extorsión.

 



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