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Policiales 2 de junio de 2016

Mujer fue imputada de instigar y ayudar al presunto suicidio de su hijo

El viernes de la semana pasada un hombre apareció muerto con un disparo en la cabeza en una casa de Santa Clara. Sus familiares dijeron que se había suicidado, pero en el lugar no había arma alguna. La investigación, que se encaminó hacia el suicidio, reveló algo increíble: la misma madre compró el arma para que su hijo se matara.

Por Fernando del Rio

Esta es la historia de una locura.

Lo primero que decidió fue trasladarse hasta el barrio Centenario. Presumía que allí iba a conseguir sin inconvenientes el arma que solucionaría sus problemas. Pero se encontró con una realidad que la hizo retroceder: la fama del barrio le infundió el temor de creer que de un momento a otro podía sufrir un asalto. Entonces se alejó con las manos vacías.

Días más tarde se le ocurrió poner un aviso clasificado en una revista con la intención de llamar la atención de algún interesado en deshacerse de un arma. Tenía mejores expectativas tanto que, esa vez, no falló el plan. Poco después se hizo de un revólver calibre 32 y pudo cumplirle el deseo a su hijo. “Mamá, comprame un arma que me quiero matar”, le había dicho. Y la mamá se la compró. Y el hijo, hoy está muerto.

Esta es la historia de una locura sucedida en Santa Clara del Mar hace menos de una semana y que quedó al desnudo con la confesión de la madre de Roberto Gómez (40), el hombre del tiro en la cabeza. La mujer de 60 años se presentó ante el fiscal Rodolfo Moure y quedó imputada del delito de instigación y ayuda al suicidio, un delito que prevé una pena de 1 a 4 años de prisión.

“Mamá, comprame un arma que me quiero matar”, le había dicho. Y la mamá se la compró. Y el hijo, hoy está muerto.

Gómez murió de un disparo en la cabeza el viernes pasado dentro de la casa de Santa Clara del Mar que compartía con su madre, su padrastro y un hermano. Desde un principio todos los familiares aseguraron que Gómez se había suicidado. Sin embargo, la ausencia del arma en la escena del crimen impulsó la investigación de Moure. La desaparición del revólver fue justificado de un modo un tanto insólito por la mujer.

La fiscalía, tanto Moure como sus ayudantes, mantuvieron una estricta reserva sobre el caso, pero otra fuente consultada no sólo lo confirmó, sino que lo definió como una situación jurídica “inédita”.

Hoy por hoy se investiga la muerte de Gómez como un probable suicidio y se aguardan los resultados del dermotest -análisis de las manos de la víctima en busca de partículas de la deflagración del arma- para descartar el homicidio.

Deseo de morir

La reconstrucción de los hechos emerge de la declaración realizada por la mujer ante el fiscal Moure. En verdad, hay un elemento previo: la mujer se presentó con el defensor oficial Eduardo Carmona porque se vio acorralada.

El hallazgo de numerosas contradicciones en los dichos de la familia y una impecable labor investigativa de la DDI, que dio con un aviso clasificado en la revista “De Todo” donde se buscaba un revólver y el número de contacto era el de la madre, fueron suficiente presión.

Gómez era un hombre con muchos problemas. En el año 1994, cuando cursaba los estudios secundarios en el colegio Tavelli de la obra Don Orione, atacó a tiros a un profesor tras esperarlo en la casa. Por ese hecho recibió una pena de 12 años de prisión.

La inestabilidad mental de Gómez fue una constante desde su adolescencia y se mantuvo así hasta los últimos días. Incluso profesionales psiquiatras lo habían tratado y diagnosticado. Esos trastornos lo hicieron un hombre extraño y que había optado por vivir casi sin dejar la casa de calle Sorrento al 500.

Esos conflictos derivaron en tendencias suicidas reiteradas y se iniciaron así los pedidos a su madre para que lo ayudara a matarse.

Lo cierto es que a raíz de su imposibilidad psíquica de salir de la vivienda, Gómez le pidió a la madre que le consiguiera un arma. Y la madre fue al Centenario -aseguró ella misma- y no pudo desmentir el aviso clasificado.
El viernes 27 de mayo la mujer se contactó con un comerciante marplatense de 70 años que le vendió el arma. A bordo de su automóvil la mujer regresó a Santa Clara del Mar. El viaje de retorno tuvo la compañía del revólver calibre 32 descargado y una bolsa pequeña con algunas municiones.

El desenlace y
lo inverosímil

El revólver fue a parar a manos de Gómez. La mujer esbozó una explicación que ahora es parte del análisis del fiscal Moure. Según ese relato, la intención de proporcionarle un arma apta para el disparo a su hijo nunca existió. Que la idea era darle el revólver sin municiones y que esa situación lo convenciera de desistir con su deseo de suicidarse.

Gómez, según dijo su madre, se dirigió por la tarde al garaje y descubrió el arma. También las municiones. Luego regresó a la habitación y se pegó el tiro en la cabeza que le causó la muerte.

Esos conflictos derivaron en tendencias suicidas reiteradas y se iniciaron así los pedidos a su madre para que lo ayudara a matarse.

Lo que entra en conflicto con ese relato es la desaparición del revólver en la escena del crimen, porque cuando el hermano de Gómez llegó por la noche a la casa así lo descubrió. Atraído por extraños sonidos entro a la habitación y vio a Gómez en sus estertores, con un tiro en la cabeza, pero sin arma cerca.

La mujer lo explicó al borde de la inverosimilitud: dijo que el arma ella misma se la había quitado a su hijo un rato antes, cuando lo creyó dormido. “Agarré el arma y la tiré a un contenedor de basura. Después le iba a decir que él la había perdido. No sabía que cuando le saqué el arma ya estaba muerto”, habría dicho en su declaración.

El fiscal Rodolfo Moure ordenó un rastrillaje por la zona en donde supuestamente la mujer descartó el revólver, pero, como era de esperar, los resultados fueron negativos. También citó a declarar al comerciante que vendió el arma a la mujer para corroborar lo que había descubierto la policía: que el aviso clasificado existió y que de allí salió el revólver. El artículo 83 del Código Penal Argentino es contundente en su decir: “Será reprimido con prisión de uno (1) a cuatro (4) años, el que instigare a otro al suicidio o le ayudare a cometerlo, si el suicidio se hubiese tentado o consumado”. Ese delito es el que le imputó Moure a la mujer.

Aunque el fiscal inició la investigación el pasado viernes como “homicidio”, el objeto procesal es investigar la muerte de Gómez. Con el avance de la pesquisa se sumaron objetos decisivos para creer que fue un suicidio, aun cuando reste conocer los resultados del dermotest, los que recién estarían a disposición del fiscal dentro de 4 meses.

La historia de esta locura debe todavía algunos capítulos.