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Interés general 10 de septiembre de 2022

Nada daña más a la justicia que un inocente acusado falsamente

Opinión.

La denuncia la impulsó la abogada Patricia Perelló.

*Por Patricia Perelló

Nada daña más al concepto de Justicia, que la idea de un inocente acusado falsamente, nada se aleja más del Estado de Derecho que un inocente encarcelado, enjuiciado, acusado. El hecho de que haya un día instituido un día universal contra las personas acusadas falsamente es el reconocimiento explícito de lo numerosos que son esos casos, de la enorme cantidad de denuncias de hechos que nunca ocurrieron, de personas que prestan juramento y mienten violándolo, haciendo atrapar en la red amplia del sistema de justicia sujetos que nunca infringieron ley alguna.

Es difícil para quien no ha padecido una falsa acusación imaginar los tormentos que esa situación acarrea, humillación, desconcierto, impotencia, descrédito público, desmembramiento familiar, pérdida de la fuente de trabajo, incluso pérdidas de seres queridos que no soportan la situación y ponen en su cuerpo todos esos sentimientos negativos que he mencionado.

Desde nuestra labor de operadores de justicia verificamos cotidianamente la existencia de denuncias falsas, hay observatorios que dan cuenta de las mismas, hay investigaciones del CONICET que proporcionan estadísticas al respecto, nadie las ignore, aunque muchos miren hacia otro lado.

Lo que me resulta de importancia destacar, más allá de los efectos devastadores de estas falsas acusaciones, son las causas que posibilitan que este daño se ocasione, dado que si el sistema funcionara adecuadamente, y sus componentes tuvieran los atributos que deberían tener, que no son ni menos: conocimientos y valentía, para estar a la altura de los cargos que ocupan o de los roles que desempeñan, las falsas denuncias morirían al llegar, in limine. Cobran vida cuando la maquinaria del sistema penal comienza a operar debido a que sus operadores le dan cuerda, porque no tienen ni los conocimientos, ni el coraje para desecharlas y evitar los estragos que generan.

No es ajena a este mal la demagogia política, que ve mayor rédito en complacer a la “víctima”, es decir, a quien mediante una falsa denuncia se arroga ese papel, en desmedro de los derechos de ciudadanos inocentes que se ven envueltos en procesos similares al que padeciera el Josef K, de Franz Kafka.

No olvidemos el daño social que las falsas acusaciones generan, no solo por el enorme gasto económico que causa llevar a cabo procesos por hechos inexistentes, sino por el perjuicio que sufre quien es una víctima verdadera, que ve relegados sus derechos porque los operadores se encuentran abocados a esos procesos falaces. Por otro lado, estas denuncias falsas, a las cuales se les otorga desde el sistema de justicia, el estatus de “verdaderas”, generan en la sociedad, que no ignora esta falsedad, un total descreimiento en los operadores judiciales, cuya labor se encuentra en forma creciente muy desacreditada.

*Abogada-Magister en Criminología