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Nizhny: Siberia o un refugio para ganarle a Napoleón

Por Vito Amalfitano

Desde Nizhny, Rusia

Para la pasión no hay razón que valga. O siempre el corazón gana el partido. Los argentinos que llegaron a Nizhny no aceptan de ninguna manera el pesimismo de quienes están allá ni saben del análisis frío y cauteloso del periodismo aquí sobre una Selección que no es un equipo y que deja muchas incógnitas para el partido del jueves ante Croacia, la primera final para los de Messi en el Mundial de fútbol Rusia 2018.

No les importan nuestras dudas sobre los vaivenes de Sampaoli, que ya fastidian. Si línea de cuatro, si línea de tres, si Pavón, si no Pavón. Tantas excentricidades tácticas y tanto misterio, cuando de las otras selecciones potencia, les vaya bien o les vaya mal, se conoce absolutamente todo, cómo juegan, quiénes juegan, a qué juegan.

Claro, a los miles que se cruzan en duelo de cánticos con los festivos croatas en la avenida Gorky o en la zona del Fan Fest, muy cerca del Kremlin de Nizhny, los que consiguieron su entrada a último momento o los que la tienen desde hace meses, no les queda otra que confiar.

Aquí hay argentinos de mucho dinero, que ni se inmutan con los vaivenes del dólar en casa, y por ahí hasta se alegran mientras siguen en la especulación financiera. Pero también hay muchos, miles, que se juntaron los últimos “morlacos” e hicieron un gran esfuerzo para estar aquí, en algunos casos con lo poco que les queda de la “pesada herencia”. Unos u otros, en Moscú o en Nizhny, necesariamente deben despojarse de la ola de pesimismo y cierta bronca que hay en el país con esta Selección. Y alientan y cantan y se preparan con “la mejor onda” para el partido ante Croacia. También los contagia, y contagia, que Messi abre puertas, que hoy nombrar a Lío en Moscú, donde la barrera del idioma es casi infranqueable, es una vía de comunicación. Messi es Argentina y su sola mención le saca una sonrisa a cualquiera. Y se lo respeta de verdad.

Ahí está la esperanza, en medio de las sombras. Y porque Nizhny puede ser un refugio y una salida. Aunque también puede ser, no hay que negarlo, el paso a Siberia.

Es así desde lo geográfico y desde lo histórico. Nizhny Nóvogorod está a unos 420 kilómetros al este de Moscú, en viaje hacia los Montes Urales y más allá la Siberia. Refresca a la noche, llegará a los 28 en la tarde del sábado, volverá a bajar a la hora del partido, las 21 de aquí, las 15 de Argentina. El frío de Siberia se sentirá cerca. Aquí la Selección se juega su destino en la Copa del Mundo. No es definitivo, pero casi.

Niznhy está recostada en la confluencia de los ríos Volga y Oka, tiene poco menos de un millón y medio de habitantes. Cuna de grandes figuras de la cultura, Máximo Gorki, entre ellas, tiene callecitas estrechas, mechadas con los grandes edificios de residencia de la vieja Unión Soviética, cuya estética se respeta en las nuevas plantas que siguen levantando. Hay casas de metal símil madera y de madera misma. El porque de la utilización de ese material tan defendido por los ambientalistas parece hallar respuesta en el paisaje que hay que recorrer para venir desde Moscú. Los escasos asentamientos urbanos apenas cortan los interminables bosques que cercan las rutas.

De allí el terror por los incendios que asaltan a los rusos -nos recuerda el periodista Roberto Fernández en CCCPMundial.com-, porque la historia, además, da cuenta de las terribles tragedias que desencadenaron las guerras. En principio, las disputas con los vecinos polacos, después con los suecos y más acá con los ejércitos de Napoleón Bonaparte, antes que con los nazis.

Justamente, cuando el Emperador Napoleón se acercó a las puertas de Moscú para tomarla, en 1812, autoridades y habitantes huyeron hacia el interior del país y prendieron fuego a la ciudad para dejar sin recursos al invasor. Esa dificultad logística, más el crudo invierno que se abatió sobre ellos, derivó en la derrota más grande experimentada por los franceses, al punto que dos años después fue el zar Alejandro I quien logró poner sus pies en París.

Mientras tanto, los nobles, los ricos y hasta los menesterosos moscovitas buscaron refugio en Nizhny Novgorod con la irrupción de Napoleón: en un país tan amplio, 400 kilómetros no eran tantos. “Todo Moscú se reúne en casa de los Arkharov, o más bien todos los desdichados de Moscú”, escribió el más latino de los poetas rusos, Konstantín Nikoláievich Bátiushkov. En la mesa de los Arkharov, agregaba, hay comida para cualquiera que acuda.

Nizhny puede ser la puerta a Siberia o el refugio hacia una salida hacia adelante. Para que Messi se convierta en Zar -hasta para superar al hoy “Emperador” del Mundial, Cristiano Ronaldo-, y pueda volver a poner los pies sobre Moscú.

@vitomundial

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