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La Ciudad 10 de octubre de 2017

“Navegamos con mal tiempo porque teníamos la confianza de que el barco se la bancaba”

"¿Por qué se hundió? (El Repunte)" es la pregunta que todos se hacen. Lucas Trillo, Julio Guaymas y familiares del resto de los tripulantes buscan respuesta a tanto dolor.

La Justicia busca determinar las causas del hundimiento de “El Repunte”, el pasado 17 de junio. Peritajes, análisis y estudios, mapas y croquis se acumulan en el Juzgado Federal sureño donde también debieron declarar Lucas Trillo y Julio Guaymas.

Navegamos con mal tiempo porque teníamos la confianza de que el barco se la bancaba“, dice Trillo, cuando están por cumplirse cuatro meses del hundimiento. Y con firmeza aclara que “nosotros vamos a laburar. No a suicidarnos. Salimos porque el barco estaba en condiciones. El temporal y el mar fueron más fuertes que el barco lamentablemente. No hay una sola explicación. ¿El barco tenía un parche? Sí, todos los barcos los tienen”, cuenta, para añadir, sobre esos últimos minutos, que “veníamos navegando a toda máquina. Iba a venir un temporal más fuerte aún, y la idea, supongo, era entrar al golfo para poder refugiarnos. Veníamos a toda maquina -insiste-, y sólo bajó cuando el temporal ya se había puesto muy fuerte. Esas olas eran golpes secos, constantes”.

“¿Por qué se hundió?” es la pregunta que todos se hacen. “Es algo inexplicable. Ya habíamos navegado en ese barco pescando merluza y el primer viaje que hicimos para el langostino estábamos desconfiados por el tema de los tangones. No los conocíamos. Le dan más peso a la embarcación y cambia la estabilidad, pero la realidad fue que en ese primer viaje, El Repunte se comportó de una forma espectacular. Mejor de lo que esperábamos“, apostilla Guaymas.

Ambos recuerdan que en 2011 también “El Repunte” salió para la campaña del langostino desempeñándose sin ningún inconveniente.”Navegamos con los tangones abiertos -recuerdan- y el barco funcionó bien”.

“El barco siempre se la había bancado”

“No encuentro una explicación”, confiesa el primer pescador, quien dice haberse “comido temporales fuertes y siempre los pudimos capear bien. El barco siempre se la bancó. ¿Qué falló esta vez? No lo sé.”

Julio y Lucas descartan algunas versiones que circularon en torno a los motivos del hundimiento. Hay quienes apuntan a un parche que tenía la embarcación.

“Cuando subís al barco sabés en el estado en que se encuentra. Uno no es un loco que se sube a un barco sabiendo que se va a hundir”, aseveran, y reconocen que “si hay algo malo o alguna falencia, o lo tenés que denunciar o te tenés que bajar del barco. Es más, nosotros al barco lo hemos parado muchísimas veces por algunas roturas que no nos querías reparar. Y nos poníamos firmes y no salíamos hasta que lo arreglaban. Tenemos necesidad de laburar pero no somos locos“, insisten.

Concretamente sobre el parche, explican que el barco “se hundió por el otro lado. No del lado del parche. “Hay una filmación -informan- que está en el Juzgado donde se ve claramente que el parche está intacto. Se trata de una rotura que tuvimos una vez llegando a puerto. Era un agujero mínimo pero estaba podrida esa parte de la chapa y se le hizo un parche. Nunca más entró agua por allí. Hicimos dos viajes a merluza, tuvimos viento de proa y no entró más agua. Los parches estaban sobre la banda de babor y el barco se hundió por estribor, del lado derecho“, grafican.

“En la noche del 16 el viento nos atacó toda la noche por la banda de estribor”, manifiesta Lucas y Julio aporta otro dato. “En el langostino se trabaja con la mitad de peso. Un cajón de merluza completo, con hielo, pesa 40 kilos. Uno de langostinos 18 kilos, menos de la mitad. La carga en la bodega estaba bien amarrada. Somos marineros viejos y sabemos cómo trabarla para que no se mueva”.

Los embates de las olas, admiten, pueden haber roto la chapa en algún sector del barco. “Era tremendo cómo golpeaban las olas. Imaginate que agarrás una chapa y le pegas doce horas seguidas con una maza de 10 kilos. En algún momento va a ceder. El agua que entraba por cubierta salía por los huecos. Estaban todas las bocas de tormenta libres y se amarró y se sujetó todo lo que podía caer al agua”, indican ambos.

Guaymas también recuerda que “el día en que se hundió el barco de mi hermano tuvimos un temporal parecido a éste. Yo estaba en un barco grande, de 7.500 cajones y lo pudimos capear. No se podía estar en ningún lado. Pero hemos capeado temporales peores.”

“A veces -señala Lucas- un temporal nace de la nada. Por ahí el mar esta planchado y de repente se levantan olas gigantes. Ráfagas de 80 a 100 kilómetros. Y tenés el equipo en el agua y te desesperás porque peleas contra los minutos”.



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