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La Ciudad 16 de septiembre de 2019

“No damos abasto: hay chicos en lista de espera”

Celeste convirtió su casa en un comedor para ayudar a los vecinos. El año pasado alimentaba a 15 nenes, hoy ya son 60.

Celeste reparte golosinas entre los chicos.

“Vamos a tener que abrir un comedor”. Era septiembre de 2018 y la frase rompía el silencio y retumbaba contra las paredes de la cocina. Celeste y Carlos tomaban mate en su casa del barrio Libertad de French al 8600 y repasaban lo vivido ese día que, como tantos otros en el último año, había transcurrido con ellos repartiendo pan y facturas que una panadería del barrio les donaba. “Esto no da para más -continuó Celeste- no podemos seguir haciendo esto así”.

Carlos, consciente de que la calle estaba cada vez más insegura y el hambre cada vez más presente, asintió.
Tal como destacaron desde el Frente Barrial de la CTA, en el último tiempo muchas fueron las familias que decidieron abrir sus casas y convertirlas en comedores. En el caso de Celeste, en la primera merienda, allá por octubre, vinieron 15 nenes. Hoy, diez meses después, ese número ascendió a 60 y hay lista de espera.

“No damos abasto. Mi casa es chica, y si bien nos acomodamos, no alcanza para resolver la problemática que se vive en el barrio”, explicó Celeste a LA CAPITAL, mientras servía, como todos los miércoles y viernes, la merienda a los propios y ajenos. Los sábados, también dan el almuerzo.

El comedor “Angel Sofía” -en homenaje a la primera hija del matrimonio, que falleció a los dos meses de nacer por una infección generalizada- no cumplió un año pero ya piensan en la ampliación. También esperan que se sumen colaboradores: “Todo está cada vez más caro. No pude encontrar una carnicería que nos done milanesas. Ni una sola vez les pude dar milanesas”, se lamenta.

A Celeste no le sobra nada. De hecho, reconoce que a veces se siente culpable por sus hijos. “Me pregunto ¿les estaré sacando tiempo a ellos? Pero esto se tiene que hacer. Yo solo espero que mañana alguno de los chicos que viene se acuerde con alegría de algo de esto. Que al menos sirva para dejar una huella de enseñanza, de amor”, confiesa.

Como Celeste, cientos de mujeres gestionan comedores y merenderos en la ciudad. Basta con recorrer los barrios para ver que son las madres, testigos permanentes del “tengo hambre” de los más chicos, las que deciden armar esos espacios. La mera percepción se confirma en un excel de organización interna de Barrios de Pie: cada casillero de los 58 comedores y merenderos de la ciudad y la región, llevan el nombre de mujeres que, como Celeste, encaran la dura tarea de dar de comer en tiempos de crisis y emergencia alimentaria.