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Opinión 26 de marzo de 2019

No habrá paz después de Siria

Por Raquel Pozzi
Twitter: @raquelpozzitang

Ocho años de guerra; 5,6 millones de refugiados y 6,6 millones de desplazados internos dentro del país (según fuentes ACNUR) y más de medio millón de muertos referencian el legado de una de la guerra más cruenta de principios del S. XXI en la República árabe de Siria.

Los inicios de la misma (15 de marzo del año 2011) en Damasco y Alepo con protestas pacíficas inspiradas en la Primavera Árabe, perfilaba que se trataba de una guerra civil entre el gobierno de Bassar Al Assad, los rebeldes y el Ejército Siria Libre (EJS).

Las históricas demandas centradas en el fin de la corrupción y la tiránica gestión de los Al – Assad (Hazef y Bassar) convirtieron la guerra civil en una “proxy war” (guerra de poderes) con actores regionales e internacionales.

El complejo puzle se profundizó con el ingreso del Daesh (ISIS) en el año 2014 y la creación del califato configurando otra fase en la guerra de Siria que se extendió hasta la actualidad cuando escasos focos terroristas se acantonaron en Baguz, último enclave bajo control del Estado islámico.

Las Fuerzas Democráticas Sirias declararon oficialmente el fin del Califato y el control total en Baguz, territorio arrebatado por el Daesh. Pero desde Washington opera la inteligencia en silencio con respecto al paradero del líder Abu Bakr Al Bagdadi auto-titulado “el califa” con el nombre de Ibrahim en Mosul (2014), el misterio ronda en los pasillos de la Casa Blanca desde donde se ofrecen 25 millones de dólares por información de El-Bagdadi que se presume muerto a partir de la batalla de Mosul en julio de 2017.

El enigma del califa es el fundamento por el cual existe la certeza que apéndices del Daesh se han trasladado a otras regiones como el Sahel, Afganistán, Pakistán y la península del Sinaí. La guerra en Siria para muchos llego a su fin cuando las banderas de color negro del ISIS fueron derribadas, sin embargo el origen de los conflictos internos en Siria lejos están de la resolución, aunque dejó en evidencia la musculatura política de los líderes de la región, sobre todo la de Recep Tayyip Erdogan quién espera impaciente despojar a los kurdos con mayor referencia a las milicias YPG.

¿Cuál será el destino de los kurdos? Con la retirada de 2.000 soldados estadounidenses de la región noreste de Siria, promesa que hiciese D. Trump a R. Erdogan, las garantías de las milicias YPG sirias peligran no sólo por el encolerizado premier turco sino porque Bashar Al Assad los quiere alejados de las zonas ricas en petróleo, el presidente sirio a sabiendas que no puede romper lazos rápidamente con los que coadyuvaron en la victoria contra el Daesh, en la ciudad de Idlib y sus alrededores acecha otra amenaza, la rama yihadista que pertenecía a Al-Qaeda, Hayat Tahrir Al Cham manteniendo el control de la región.

La tríada Siria- Rusia – Irán no basta para dominar el territorio y la peor tragedia es la muerte de civiles producto de los ataques fallidos contra los yihadistas. Bassar Al Assad custodia todos los flancos ya que la derrota definitiva del Daesh requerirá en delante de operaciones militares quirúrgicas contra la insurgencia que desde ahora operará desde la clandestinidad, sin territorio pero con el “califa” dispuesto a rearmarse, allí donde los estados débiles no pueden controlar las células que le han sido leales al ISIS: Yemen, Argelia, Afganistán, Pakistán, Nigeria, Cáucaso, Somalia, Filipina, Libia y los Montes de Sinaí (Egipto).

Los Altos de Golán bajo decisión norteamericana

Las conductas impredecibles del presidente estadounidense superan la capacidad de asombro, en plena visita del primer ministro Israelí B. Netanyahu a EEUU, el presidente D. Trump efectiviza el reconocimiento del derecho de soberanía de Israel sobre los Altos de Golán sirios, territorio anexionado por Israel en 1981 y que ha sido el centro de los temibles enfrentamientos entre árabes y hebreos en la guerra de los 6 días en 1967.

Además de adjudicarse mayor rechazo mundial, D. Trump demuestra aversión a las normas del derecho internacional, específicamente las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que consideran a los Altos de Golán como “territorio ocupado” situado en la frontera entre Israel, Siria, el Líbano y Jordania. La visión casi lúdica de Trump sobre las guerras en regiones con grandes desequilibrios políticos, étnicos, religioso y otros, ayuda a configurar la esencia bélica del mandatario como uno de los bastiones fuertes con los que sostiene su alicaído romance con sus propios colegas republicanos aunque vigorizada tras el final del Rusia Gate lanzando su candidatura rumbo al 2020.

Considerando la estrecha alianza Israel-EEUU contra la tríada Siria-Rusia-Irán, la situación en la región excedió a la Guerra en Siria porque la mácula de la sangre derramada se extiende de tal manera homogeneizando los diferentes conflictos surgidos de las guerras árabe-israelí, siendo un claro ejemplo la situación en la frontera entre Franja de Gaza y el Estado de Israel. El desorden global es el mundo ideal para Trump, allí donde todos confunden hegemonía con poder y dominación. Primero fue Jerusalén, ahora son los Altos de Golán y así potencia la estrategia de la improvisación para ganar los tiempos que requiere mientras alinea a su tropa política para las futuras elecciones.

No habrá paz

Para los ocho millones de niños que padecen todo tipo de trastornos por las heridas físicas y psicológicas y los tantos de millones que han abandonado sus hogares y escuelas refugiados en Jordania o el Líbano, no habrá paz, para los infantes que han nacido y crecido con la guerra, no habrá paz.

El futuro en Siria todavía está cooptado por la desesperanza de los civiles y la algarabía de la clase política en la República árabe de los que se perpetúan en el poder y que festejan sin prurito victorias sobre millones de cadáveres que pasarán a ser los grandes olvidados de las tragedias. Sin infraestructura la soberanía económica de Siria dependerá de la generosidad de sus fieles aliados que han transformado el país en el botín de guerra.

Para quienes celebral que el Estado islámico ha sido vencido, la reflexión debería ser más fina. Winston Churchill decía: “En la guerra resolución; en la derrota, desafío; en la victoria, magnanimidad; en la paz, buena voluntad” una forma diplomática de reflejar la crudeza del emperador romano Julio César cuando afirmaba “Veni Vidi Vici” expresiones anacrónicas pero tan presentes.

Aún con la certeza de haber vencido al Estado Islámico en Siria, No habrá paz en el mundo.

(*) Analista en Política Internacional y Profesora en Historia.



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