Opinión

No hay drogados felices

Por Juan Alberto Yaria (*)

“…buscaron el paraíso del placer y no lo encontraron …se quedaron sin futuro”.

(C. Olievenstein – libro “No hay drogados felices”)

Crónica cotidiana

A. El consultorio es un breviario de la vida cultural cotidiana y eso lo vi hace unos años en Jorge, mencionado por sus familiares como un abogado ilustrísimo con medalla de oro universitaria dedicándose al Derecho Público con triunfos en su momento resonantes. Se nos presenta golpeado luego de sufrir contusiones y además convulsiones.

Empieza a consumir cocaína para rendir al máximo en las demandas legales nocturnas que redactaba.

Había encontrado el “Paraíso”; trabajo sin agotamiento, placer sin límites y por fin sexo, también sin límites encontrando en las perversiones con marginales su pasión irrefrenable. No pudimos hacer nada la demencia progresiva luego de doce años de consumo y de enfermedades de transmisión sexual lo llevaron a un centro geriátrico siendo la sombra de lo que fue. Los estudios neurológicos muestran atrofia de lóbulos frontales base de la humanidad y de la empatía que son los centros típicamente dañados por las drogas;

B. En un pequeño pueblo de San Juan un ciudadano americano (Jay Cieslicki) es asesinado a golpes con la pata de una mesa luego de una fiesta sexual con mucha cocaína y alcohol por su compañero. El juego sexual con dos menores culminó en un asesinato y la joven en coma por ingesta de estupefacientes. En personas vulnerables las áreas más racionales de la persona quedan ciegas (se habla de “ceguera frontal”) y los impulsos más reptilianos y simiescos pueden aparecer (aparecen estructuras primitivas del sistema nervioso) con desordenes conductuales severos y rayando el delito;

C. Estando en Brasil me llama un luchador en la prevención y asistencia y me dice que en su mediano pueblo de Córdoba un grupo de políticos quieren liberar las fiestas electrónicas y él conoce que éstas están ligadas al éxtasis y a las consecuencias sobre la salud mental y física. Es un pueblo sojero y del sistema agro-industrial exportador y el mercado juvenil ahí es muy seductor y con mucho dinero. Le recomiendo que luche y le mando un trabajo de Chile sobre las consecuencias del éxtasis y el impacto en horas y horas de bailar.

Entender las adicciones en clave cultural

No hay dudas que las drogas dañan al CEO del sistema nervioso como lo es el lóbulo frontal pero el problema comienza en la clave cultural post-moderna en la cual vivimos. Hoy la felicidad, tema central de la historia de la cultura, pasa por la búsqueda de un placer inmediato y como dice C. Olivenstein nos quedamos sin futuro y podemos agregar sin porvenir porque el porvenir surge del rediseño permanente del futuro en el encuentro permanente con el otro y los otros.

Tiempos post-modernos, “líquidos” en donde importa “el aquí y el ahora” en su dimensión individualista y de gran desvinculación emocional y social. La palabra cede a la imagen y esto nos cierra al crecimiento permanente como implica el escuchar y el hablar fundamentos de un cierto porvenir para todos.

La post-modernidad tecnológica fue llamada por un grande como Alexander Solzhenitsin (1918-2008) como una era “post-espiritual”. Lo espiritual ha quedado vacío y la vida se quedó sin argumentos firmes y sin transmisores de valores que fundamenten argumentos existenciales válidos. Decía el maestro ruso, que con una Palabra Plena como lo fue su libro “Archipiélago Gulag” comenzó a destruir los muros del Imperio Soviético al denunciar las matanzas de Stalin en sus campos de concentración que, por otra parte, el mismo padeció durante 5 años; y así comentaba “ni la vida en el Este capturados por las jaurías políticas ni la jauría comercial del Oeste”. “No tengo ninguna esperanza en Occidente ya que la excesiva comodidad ha dinamitado la voluntad y se carece de recursos morales” (discurso memorable en Harvard antes de irse de vuelta a Rusia tras la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas).

C. Olievenstein (1933-2008), con quien estudié en Francia en el Hospital Marmotan (Paris) escribió ese maravilloso libro llamado “No hay drogados felices” que surge de miles de entrevistas que realizó y tratamientos efectivos:” paraísos placenteros que se convierten en obsesión que hipotecan zonas cerebrales pidiendo más y más placer; si el paciente no reacciona cuando la “resaca” es permanente (único lugar de lazo para un tratamiento) el deterioro se lo lleva”.

Tanto A. Solzhenitsin como C. Olievenstein estuvieron en campos de concentración (el maestro francés de niño y se escapó dos veces) y el resentimiento quedó superado, la venganza se transformó en ofrenda hacia el otro, el odio en donación. Por eso podemos pensar que la vida de ellos surgía de una trama con argumentos existenciales y valores.

Para los antiguos la felicidad solo se conseguía con trabajo de voluntad y mucha educación y con transmisores calificados (padres, maestros, modelos sociales, etc.). Cervantes decía que “la felicidad no estaba en la posada sino en el camino”; no es cómoda es una trayectoria, un trayecto, un peregrinar. Sócrates nos enseñaba siguiendo la máxima del frontispicio del Oráculo de Delfos que era un “conócete a ti mismo” que en el fondo era un encuentro con nuestro si mismo más profundo sin auto-engaños, pero además decía “cuídate de ti mismo” (complejos, fantasmas, nuestro potencial destructivo) como eje de una vida virtuosa.

Platón decía que la Felicidad se reducía al Amor como deseo central de nuestras vidas y por último Seneca (maestro y senador romano) decía que la Felicidad consistía en buscar la excelencia y que esa era la máxima virtud o la virtud como verdadera fuerza del Hombre (arete). La virtud es un trabajo de educación del carácter, voluntad, postergación y donación. Altruismo mismo. Las drogas son lo contrario ya que es el Ego como “ombligo” del mundo la clave.

Búsqueda de la excelencia

En tiempos “livianos y líquidos” vale la pena recordar a personas emblemáticas que hicieron historia. Tenían un proyecto de vida, un argumento existencial basados en cuatro pilares: Amor, Trabajo, Cultura (sociedad, comunidad, barrio, escuela, vida espiritual) y Amistades. Cuatro valores que fundamentan el desarrollo personal y comunitario.

La sociedad tecnológica nos multiplico medios (desde la telefonía hasta Internet) pero pareció dejarnos sin fines y nos desvinculó. Por eso quizás hay tanta gente inerme, sola y sin rumbo en donde el “dealer” es el transmisor de… la nada para los que viven coma “nadies”.

(*) Director general de GRADIVA – Rehabilitación en adicciones

Te puede interesar

Cargando...
Cargando...
Cargando...