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La Ciudad 29 de mayo de 2019

Nora Elias, la bastonera de la Guardia del Mar que levantó el telón del mundial 78

Acaparó las miradas de todos antes que Platini, Paolo Rossi, Zico o Hans Krankl en el estadio Ciudad de Mar del Plata, hoy José María Minella, en la ceremonia inaugural del Mundial '78.

 

Por Juan Miguel Alvarez

Con sus piernas largas, una sonrisa dibujada, el uniforme inconfundible y un bastón que bailó a la par de su cuerpo, Nora Elias, integrante de la Guardia Nacional del Mar, fue una protagonista anónima del Mundial 1978.
La bastonera, con 19 años, participó junto al grupo coreográfico musical en la ceremonia inaugural de la sede marplatense, previo al Italia – Francia, ante 45 mil personas y con millones de espectadores por TV. El momento atravesó los tiempos gracias al fotógrafo japonés Masahide Tomikoshi, quien hace unos meses publicó imágenes inéditas del Mundial en Mar del Plata.

Hoy, con 60 años, la mujer que cautivó a Luis Magrini y Norma Fuloni de Magrini -quienes la seleccionaron en 1974-, recuerda con satisfacción haber pertenecido al Mundial ’78. Ese que dejó algunas vivencias inolvidables, pese al contexto de terror de aquellos años.

– ¿Qué significó para usted ser parte de la inauguración de un Mundial?
– Fue una emoción difícil de describir, muy fuerte. Lo viví con alegría y orgullo por pertenecer al grupo y representar a Mar del Plata. Significaba una responsabilidad muy grande. Días antes al Mundial se hizo la preinauguración, con el partido entre Mar del Plata y Tandil. Esa fue una prueba de fuego para nosotros. Fuimos los primeros en pisar oficialmente el césped y tuvimos que actuar ante un escenario repleto.

– ¿Y qué recuerdos tiene del momento?
– A todos nos temblaban las piernas en los instantes previos a ingresar al estadio. Recuerdo que las dimensiones del estadio me parecieron enormes. No podíamos creer la altura de las gradas repletas de gente, porque no cabía un alfiler. El verde del césped, brillante. Si bien la temperatura en ese momento fue de dos grados centígrados, el frío no se sintió, por la emoción y el calor humano.

– Su vida durante esos días estuvo atravesada por el Mundial…
– Sí. Justo coincidió que yo trabajaba en Entel, así que también me tocó estar en el Centro de Prensa. El estadio fue mi casa.

– ¿Qué tareas realizó en esa función?
– El Centro de Prensa funcionaba en dos lugares: en el Hotel Provincial y en el propio estadio, donde estaba yo. Mi trabajo consistía en ser operadora de telefonía internacional con idioma francés. Comunicábamos a los periodistas a los países de origen. También había personas que hablaban en inglés, alemán, portugués, etc. Las únicas que podíamos disponer DRI (discado directo internacional) éramos las operadoras, porque no eran épocas de teléfonos celulares. Y también a través de la línea de teléfonos les pasábamos la telefoto para que hicieran las publicaciones en los diarios de sus países. Transmitir una foto llevaba unos cuarenta minutos.

– Todo muy distinto a la actualidad…
– Sí. Recuerdo que detrás de los arcos se formaban montañas de cajitas de cartón y tiras de papel amarillo de rollos fotográficos. Con las cámaras de aquella época se tiraba una gran cantidad de fotos pero con rollos de celuloide. Las mejores fotos eran las que transmitíamos como telefoto. También había otras operadoras que enviaban telex, los textos escritos, lo que hoy sería como enviar un mail.

– ¿Cómo se vivió el Mundial en la ciudad?
– El clima era de algarabía y euforia. Porque fue un evento que excedió a lo deportivo. La ciudad entonces recibió a mucha gente del exterior.

– ¿Qué repercusiones tuvo desde que apareció la imagen del fotógrafo Masahide Tomikoshi?
– Muchas. Recibí un montón de mensajes. Yo les había contado la historia a mis hijos, pero creo que entendieron la importancia de ese momento recién ahora cuando vieron la foto.