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La Ciudad 23 de enero de 2018

“Nos destrozaron la familia hace 40 años y lo vuelven a hacer”

Lo asegura Ana Pecoraro, hija de un desaparecido y vecina del genocida Miguel Etchecolatz. “Su presencia genera perturbación y miedo a nivel familiar", cuenta.

Ana Pecoraro.

 

Por Micaela Martínez

El Bosque Peralta Ramos es una reserva forestal que en su interior alberga un barrio residencial. Paz, tranquilidad y naturaleza son elegidas por familias que quieren escapar de los tumultos de la zona céntrica, las cámaras y vivir en calma. Lo mismo eligió el genocida condenado a perpetua Miguel Osvaldo Etchecolatz al mudarse allí el 29 de diciembre para cumplir con su prisión domiciliaria.

Etchecolatz fue beneficiado por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal 6 con la prisión domiciliaria en su casa, ubicada dentro del Bosque Peralta Ramos, en la calle Nuevo Boulevard del Bosque, entre Guaraníes y Tobas. Sólo puede salir de la vivienda en caso de urgencia médica.

“Somos tres hijos de desaparecidos que vivimos muy cerca de él y un sobreviviente de la Noche de los Lápices, que tiene que declarar contra él”, precisa Ana Pecoraro, coordinadora del Colectivo Faro de la Memoria, hija de Enrique Pecoraro, secuestrado y asesinado por las Fuerzas Armadas, y de Alicia Ruszkowski, sobreviviente de terrorismo de Estado.

La casa de Ana se encuentra ubicada a aproximadamente cinco cuadras de la del ex jefe de Investigaciones, mientras que su hermana menor, Laura, posee un terreno en frente al domicilio de Etchecolatz.

Laura estaba comenzando la construcción de su vivienda en el barrio. La llegada del represor la paralizó y produjo temor en el círculo familiar.

“Su presencia genera perturbación y miedo a nivel familiar.”, explica Ana y agrega: “Siempre la víctima vuelve a sufrir”.

“Nos destrozaron la familia hace 40 años y lo vuelven a hacer. Nos perturban, nos condicionan. Yo a mi casa le puse luces externas, voy a poner la alarma vecinal. Te pone en estado de alerta. Porque uno no sabe cuál es la dimensión de poder de este hombre”, describe Pecoraro, para luego destacar: “Nunca me había sentido así”.

La prisión domiciliaria otorgada a Etchecolatz no sólo puso en alerta a las familias de los desaparecidos, sino que el barrio entero se puso de pie.

Etchecolatz no es un represor más, es la ejemplificación de lo más bárbaro que tuvo el terrorismo de Estado. Es un hombre que no se arrepiente públicamente, que amenaza a los jueces”, detalla Pecoraro y recuerda cómo, en el juicio al que fue sometido en 2014, el represor fue fotografiado con un papel en manuscrito entre sus manos que decía: “Jorge Julio López Secuestrar”.

Hoy en día los vecinos del barrio se encuentran es estado de alerta, la presencia de Etchecolatz los altera. Por eso se generó una unidad vecinal en repudio al ex jefe de Investigaciones. “La presencia de él es sentir esa sensación de que hay algo maligno, sentir que esa presencia perturba”, señala Ana.

El reclamo de las organizaciones de derechos humanos, así como de los vecinos del Bosque Peralta Ramos, es para que Etchecolatz vuelva a la cárcel.

“Uno teme, siente la impunidad por los beneficios que tiene esta persona y a su vez temés por los rebrotes de grupos violentos”, precisa Pecoraro, quien agrega que la Justicia “debe tener una finalidad, debe dar el ejemplo”.

Movilizaciones

El barrio Bosque Peralta Ramos se ha inundado de marchas, con su poder de visualizar los temas y lograr que trasciendan a la sociedad. En el último mes la población se ha movilizado para rechazar a Etchecolatz y la medida de otorgar el beneficio de la prisión domiciliaria a un genocida. “Estar en alerta de cómo se maneja la Justicia”, explica Ana.

“Todos los países han logrado sus conquistas en las calles, en las marchas”, señala la coordinadora del Colectivo Faro de la Memoria.

“Las reivindicaciones sociales, laborales, de derechos humanos, tienen que ver con lo que la sociedad dice. La única manera de manifestarse es salir a la calle de manera pacífica”, explica Pecoraro.

“Se construyó tantos años, como lucha de los organismos de derechos humanos, de esas luchas incorporadas como políticas de Estado, un límite que la sociedad no está dispuesta a atravesarlo. Las marchas son eso, poder manifestar pacíficamente, intentar lograr revertir una situación. La calle es una manera de manifestarse. La gente busca decir hasta acá llegamos”, agrega.

La unidad vecinal se encuentra delimitando cómo procederán en la próxima marcha. Uno de los proyectos es tomar la fecha del 29 de enero, día en el que Etchecolatz cumple un mes como residente del barrio, para llevar adelante una intervención pacífica.

Mediante el arte como eje principal, los vecinos buscan establecer un encuentro donde se recuerde a las víctimas que cayeron en manos de Etchecolatz. A su vez se intentará renombrar a una plaza cercana a la vivienda del ex jefe de Investigaciones, en memoria a la trágica Noche de los Lápices.

El objetivo es buscar, desde la no violencia, que todos los vecinos estén al tanto de quién es, con quién conviven. “Las acciones están hechas desde un lugar de rechazo, pero sin violencia. Se busca la condena social, que la sociedad lo rechace, le marque el límite”.

Otra de las cuestiones a tratar, precisada por Pecoraro, es la de realizar una presentación judicial como vecinos damnificados por la presencia de Etchecolatz. La consiga de los vecinos es una sola: “El miedo no nos puede superar”.

Etchecolatz

Durante la última dictadura militar, Miguel Osvaldo Etchecolatz fue jefe de Investigaciones de la Policía Bonaerense y mano derecha del ex general Ramón Camps. Desde ese mismo cargo fue el responsable de la instalación de 21 centros clandestinos de detención, pertenecientes al llamado “Circuito Camps”, y coordinó grupos que realizaban tareas de allanamientos y detenciones.

Entre los crímenes por los que Etchecolatz fue condenado se encuentran el secuestro y asesinato de un grupo de adolescentes en el suceso conocido como la Noche de los Lápices; la apropiación de menores y las dos desapariciones de Jorge Julio López, de quien hasta el día de hoy no se conoce su paradero.

Los hechos por los cuales ha sido condenado enumeran a más de 400 víctimas, tipificando delitos como privación ilegal de la libertad, homicidios agravados, desaparición forzada y sustracción y retención de menores.

A su vez, aún se encuentran varios procesos judiciales abiertos que incluyen a más de 500 víctimas, por los mismos crímenes.

En su haber se enumeran seis condenas por delitos de lesa humanidad, mediante sentencias dictadas en 1986, 2004, 2006, 2014 y 2016, que fueron unificadas en una pena única de reclusión perpetua.

En el año 2006 fueron anuladas las leyes de impunidad, como la Ley de Obediencia Debida, logrando que Etchecolatz volviera a ser juzgado en las causas cerradas anteriormente.

La anulación de estas leyes de impunidad y los juicios por delitos de lesa humanidad fueron todo un acontecimiento político y jurídico, tanto en nuestro país, como en el resto del mundo.

Los Pecoraro

“Mi historia siempre la supe, mi vieja nos la contó”, manifiesta Ana, quien, de cierta manera, se considera un privilegiada. No porque lo que le tocó vivir sea fácil, sino porque “muchos la pasaron peor”, asegura y agrega que varios de sus compañeros vieron a sus familias prácticamente diezmadas, no saben qué sucedió con ellas, ni siquiera tienen una foto, un objeto, algo a lo que aferrarse para recordarlos, para reconstruir su historia.

Enrique Pecoraro fue un sociólogo, declarado socialista y militante activo. En su labor como docente, se desempeñó en la Universidad Católica de Mar del Plata y en la Universidad Nacional de Mar del Plata.

Enrique, de 39 años, fue secuestrado en Capital Federal, el 1° de junio de 1979 y asesinado el 11 de noviembre de ese mismo año por agentes de las Fuerzas Armadas. Él sabía que corría peligro, sus compañeros estaban desapareciendo.

Cuando Enrique desapareció, su esposa, Alicia Ruszkowski, tomó a sus tres pequeños hijos y se marchó a Mar del Plata, su ciudad natal.

No pasó mucho tiempo hasta que a ella también la vinieron a buscar. Alicia fue secuestrada y hoy es una sobreviviente de la ESMA.

Lo poco que ha podido conocer Ana sobre el secuestro de su madre es por acompañarla a declarar en los juicios por los delitos de lesa humanidad, como el de la causa ESMA, o mediante algunos compañeros.

Alicia fue liberada después de cuatro meses de detención y la familia Pecoraro desconoce por qué ella sobrevivió.

 



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