CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
29-07-2012

Se fueron por las crisis argentina, regresaron por el crash español

Muchos de los que optaron por radicarse en la Península Ibérica después de la debacle argentina de principios de siglo están de regreso. Historias de marplatenses retornados.

Natalia Prieto

[email protected]

Algunos volvieron empujados por la crisis, otros porque se la veían venir y se anticiparon. Todos emigraron buscando un mejor futuro, pero la debacle económica-financiera española los hizo regresar, aún teniendo papeles y estudios. Muchos volvieron hace unos años y rehicieron su vida, otros están recién llegados, para recomenzar.

Carolina Mason, apenas pasados los 40 años, profesora de pilates y yoga, regresó de España en 2010 y hoy reconoce que está "un poco arrepentida" debido a que "estando tanto tiempo afuera ya tenía bastante construido y ahora, acá, es volver a empezar. Allá tenía mejor calidad de vida, aunque acá están los afectos".

Ella armó sus valijas en agosto de 2002 con rumbo al sur español, específicamente a Denia, donde la esperaba su novio de entonces que había emigrado por la crisis de 2001, cuando Fernando de la Rúa abandonó antes de tiempo el sillón de presidente.

Entonces no lo pensó y siguió a su amor, hoy ex. Instalada a orillas del Mediterráneo se ganó la vida como instructora de yoga y pilates y hasta dio clases de inglés, incluso logró regularizar su situación y consiguió su residencia y permiso de trabajo.

El comienzo del fin

En 2008 comenzaron los primeros coletazos. "Se veía venir -cuenta con vocalización casi de locutora- pero no de esta manera. Se vislumbraba una crisis por el tema de las hipotecas y ellos entraron en pánico mientras que nosotros, como argentinos no, quizás por la costumbre".

Esa costumbre que menciona la relaciona con que "tenemos el umbral de 'me lo aguanto' mucho más alto y ellos se manifiestan más, se valoran más, es como que no se dejan meter el dedo en el c... tan fácilmente. Acá estamos acostumbrados a sufrir", grafica.

Recuerda que en suelo español "tenía mejor calidad de vida", ya que con crisis y todo "sabía que con lo que ganaba en una clase podía comprarme un pantalón de gimnasia. Acá tengo que dar 8 clases para comprarlo".

De todas formas, reconoce que "los españoles se habían puesto súper consumistas, se veía que eso iba a explotar" y cuenta que con la crisis en el pueblo que habitaba "comenzó a surgir la solidaridad entre los vecinos. En la plaza, por ejemplo, había abogadas que los sábados prestaban servicios sin cargo", ejemplifica.

Entre la crisis y el fin de su pareja decidió el regreso. Ahora, en la casa familiar, dice que lo que más extraña "es la seguridad, porque acá el tema de la inseguridad es terrible. Parece que el gobierno nos tomara el pelo" y se queja porque le aparecieron incipientes ataques de pánico. Pero no desespera y se pierde mirando el reflejo del sol en el mar.

Adelantados

El marplatense Germán Romero, treintañero, cruzó el Atlántico con su mujer Verónica en 2005 porque "acá trabajábamos y veíamos que no avanzábamos, no teníamos nada, no progresábamos", cuenta. El periplo los llevó a Ibiza y Alicante, donde se radicaron ya que también vivía allí (sigue instalado) un hermano de él, Mariano.

"Nos fuimos por un tiempo, no con la idea de arraigarnos, sino pensando en hacer un diferencia, juntar algo de plata", relata sentado en uno de los sillones de su lugar de trabajo en San Luis y Rivadavia.

Si bien en diciembre de 2009, "adelantándonos a la crisis", se ríe, volvieron a Mar del Plata, en esos años habían regresado a pasar las vacaciones e incluso a casarse. En Alicante dice que consiguió trabajo "apenas llegamos, en un lavadero de autos, donde los acondicionábamos antes de que los vendieran. Pero en 2008 comenzaron las señales: de 30 autos por día bajaron a 15 y después a 10", ejemplifica.

"Nunca tiramos manteca al techo -describe- pero vivíamos bien, teníamos auto, viajábamos, nosotros allá cumplimos los objetivos. Ahora compramos un terreno, no sé como vamos a construir", se ríe.

"La burbuja explotó"

La desaceleración y la incipiente ayuda gubernamental española para que los inmigrantes regresaran a sus países de origen los decidieron por la vuelta. "Para nosotros no era una crisis -describe- pero ellos vivían una irrealidad con un nivel de consumo y de endeudamiento terrible. Hubo una generación que no quería estudiar, quería ir a la obra para ganar plata y comprar el auto y el mejor teléfono. Pero la burbuja explotó y las obras se congelaron y muchos dejaron de pagar las hipotecas".

Dice que extraña "la comida, la música y el contacto con los amigos españoles" y que todavía se asombra "por la inseguridad y la violencia que hay en la calle, en el tránsito, no hay respeto por nada".

Su mujer Verónica, embarazada de Julia, se suma a la charla y entre risas asegura extrañar "las rebajas" y a manera de balance dice que "fue bueno el tiempo que pasamos allá. Cuando vimos que el panorama se complicaba nos volvimos, fue un regreso voluntario, no me quejo de nada. Incluso con papeles, se puso complicado".

Ella, apenas regresó, pudo recuperar el trabajo que tenía en una farmacia por la temporada veraniega y hoy se desempeña en Cablevisión. Juntos, en paz y en Mar del Plata, aguardan el nacimiento de su primera hija para principios de setiembre.

Familia

Leo Ferraro volvió en enero pasado, después de 11 años de estadía europea, por "cuestiones familiares. En ese tiempo había perdido a varios familiares y quería dejar de estar ausente", cuenta e invita café en el living de su casa, donde manda una gran foto del puerto de Palma de Mallorca, su antiguo hogar.

Aunque en el '97 y '98 había conocido Europa en el tradicional viaje de mochilero, la crisis de fines del 2000 lo invitó a irse en busca de mejoría económica. "Yo estudiaba educación física y hacía trabajos de jardinería, pero con la crisis se acabó el trabajo y como tenía pasaporte europeo me fui a Barcelona", rememora.

De la Ciudad Condal fue a las islas Baleares, a Mallorca, donde consiguió trabajo a la semana de llegar. "Estaba en una empresa de catering para aviones, pero al poco tiempo pasó lo de las Torres Gemelas y hasta se habían suspendido los vuelos a las islas. Así que no me renovaron el contrato", dice y enumera Barcelona, Madrid -"muy linda ciudad, pero extrañaba el mar"- y Murcia como destinos, hasta que recaló nuevamente en Palma.

Amor marplatense

Finalizaba 2004 y, en casa de unos amigos, conoció a su actual mujer, Carina, pero ella tenía pasaje para volver a Mar del Plata. "Me había ido por tres meses, que era la licencia que tenía en el trabajo, y tenía que volver a cerrar unas cuestiones", cuenta ella.

El destino y el trabajo los volvió a unir en 2005 en la isla española y, después de casi un año de trabajo de seducción por parte de él, comenzaron una convivencia que incluyó casamiento -en Mar del Plata en 2006- y dos hijas: Lucía, de 5 años, y Caterina, de 13 meses.

"Allá podés acceder a lo que quieras -dice Leo- pero era un consumo casi obligatorio. Por mil euros comprabas todos los electrodomésticos de la casa. Nosotros siempre guardamos un pesito, es que tenemos mentalidad de inmigrantes". El es nieto de españoles, ella hija de italianos.

Las señales del parate comenzaron en "2008, pero como era época de elecciones nadie hablaba de crisis ni de estancamiento, decían que había desaceleración. Pero nosotros sobrevivimos, porque siempre fue así", reseña Carina.

Un negocio frustrado

A pesar de esas señales, y con dinero suficiente como para comprarse alguna propiedad en Mar del Plata, decidieron apostar en suelo europeo y, sumando un préstamo bancario, pusieron un negocio: vendían delicatessen y productos argentinos, como dulce de leche.

"Fueron varias cosas que no se dieron y tuvimos que cerrar sin poder arrancar -cuenta él-. La socia era mi hermana pero no se adaptó a la isla y se quiso ir, estaba recién nacida mi segunda hija y yo tenía otro trabajo, así que mi mujer no se podía ocupar tiempo completo del negocio".

Casi a la vez que decidieron "malvender", a Leonardo le avisan que su madre tenía cáncer, un año atrás. "Me vine de un día para otro porque no sabía si mi vieja salía de la operación, pero gracias al doctor Mario Di Caprio vivió un año más, hasta hace un mes".

El parate económico, sumado a las cuestiones familiares, hicieron que levantaran campamento después de pagar el préstamo bancario.

"Las señales de crisis eran cada vez más -cuenta Carina-, ya que empezaron a cobrar cosas que eran gratuitas y subió el IVA, del 16 al 18 por ciento, lo que para ellos es una catástrofe. También había controles para sacar plata del país. Había restricciones, pero para nosotros eran nada".

En enero pasado regresaron.

El balance es "altamente positivo -define ella-. Mi vida, al vivir allá, cambió completamente, para mejor. La vida que tenía allá era buena, incluso con la crisis, hoy acá veo los precios y me quiero matar. Si no tuviésemos hijas, nos hubiésemos quedado".

Leo dice que "egoístamente, me hubiese quedado porque lo pasamos bien. Pero no me gustaba la educación para mis hijas, como que allá crecen más rápido".

Ambos aseguran que, incluso en medio de la crisis, en España tenían "acceso a todo y buen nivel de vida, ellos se ahogan en un vasito de soda. Es otra mentalidad, pero si tenés trabajo y te sabés administrar, no tenés problema".

Y ponen como ejemplo a su amigo Pau, mallorquín, que vía Skype coincide con la versión: "No pago alquiler, así que me tuve que achicar en algunas cosas, como dejar algunas marcas y comprar marcas blancas".

La hija mayor, Lucía, empezó preescolar en el ex colegio del padre, San Alberto, y aunque dicen que se adaptó bien "sigue preguntando cuándo vamos a Palma. Y ahora se le fue bastante el acento, aunque tiene palabras -como 'vale'- que se le pegaron", relatan.

Si bien no se arrepienten del regreso, Leonardo se queja porque "con la inseguridad nunca estás tranquilo", a la vez que nota que durante el tiempo que vivió afuera "creció mucho la violencia, la agresividad, se nota en la calle y hasta en televisión. Es como que está todo tinellizado. Se perdieron las formas", opina y observa los primeros pasos que da su hija menor, delante de la foto gigante de Palma.

Cambios

La primera vez que Gimena Forte, 37 años, pisó España fue en el 2000 antes de "que todo explotara acá. Estuve tres meses en Barcelona y me tuve que volver, porque no tenía papeles", cuenta y abre bien grande los ojos claros.

Ya con pasaporte europeo, el año pasado con su novio decidieron emprender otra vez la aventura, en busca de un futuro mejor. Pero las cosas habían cambiado.

"En el 2000 -dice- había una demanda laboral impresionante, esta vez ni con papeles conseguimos trabajo. Yo cuidé chicos, él sólo encontró trabajo juntando avellanas".

Luego de seis meses en Cambrils (Cataluña), decidieron volar a las islas Baleares en busca de más oportunidades al comenzar el verano europeo. Gimena es masajista, además de tener experiencia como administrativa, pero "no había movimiento, no conseguí nada. Y te ofrecían laburo como acá: te contrataban por 8 horas y tenías que trabajar 12, te sacaban un franco, incluso se les complicaba a los europeos, así que imaginate siendo inmigrante", reseña.

Al ver que se agotaban las posibilidades, el novio volvió mientras ella probaba suerte en las islas. "Está todo muy mal -describe- ni el verano nos salvó. Ellos mismos están asustados, decía 'vamos a terminar siendo Argentina'".

Para volver, su madre y amigos juntaron el dinero para pagarle el pasaje de avión. "Literalmente estaba en la lona -concede- pero gracias a ellos volví".

Lo único que extraña es "la calidad de vida, porque aún en crisis la 'pichuleás' y sobrevivís, pero acá los precios de todo suben todos los días. Es una barbaridad", asegura y se esperanza con conseguir trabajo pronto.