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06-05-2014

"La parte inventada", una novela total de Rodrigo Fresan

"Todos mis libros tienen una recurrencia en la idea del escritor", dijo Rodrigo Fresán sobre su nueva novela, "La parte inventada", una obra que explora, a partir de preguntas, obsesiones y referencias, las diversas formas de concebir la literatura, presentada en la Feria del Libro.

La novela, publicada por Random House, es una impresionante pieza que comienza antes del nacimiento del personaje central, El Escritor, y se extiende hasta su desaparición, a través de episodios que van reconstruyendo su propia historia: su infancia, sus lecturas, su formación y sus pensamientos que luego devienen en memorias para ser estudiadas por otros personajes. 

Con estilo dinámico y aliento clásico, Fresán despliega una historia que viaja en el tiempo para comprender las razones que llevan a un hombre a escribir su propia vida, a partir de un inmenso universo de referencias donde conviven Francis Scott Fitzgerald, Bob Dylan, Vladimir Nabokov, The Kinks, John Banville, Elvis Costello, Stanley Kubrick y Pink Floyd, entre muchos otros. 

"Lo primero que concibo, incluso antes de saber qué voy a escribir, es el título -cuenta Fresán en diálogo con Télam-. Eso me dicta un poco el devenir del libro; `La parte inventada` me encantó como título, me pareció realmente genial, no porque se me haya ocurrido a mí, sino porque resultó lleno de posibilidades". 

"Este título -continúa- me pareció lo suficientemente totémico como para que fuera, no mi libro definitivo sobre la cuestión, pero que al menos intentase serlo; quiero decir: si yo fuera una persona normal no volvería a poner escritores en ningún libro mío pero no soy una persona normal, y por eso en mi próximo libro, que ya estoy escribiendo, hay escritores". 

-Télam: Como sucede en otros libros tuyos, se puede ver un mundo de referencias a la literatura, la música, el cine y la cultura pop, pero ese mundo aparece en otro registro, como más de fondo... 

-Fresán: Creo que la diferencia es que en los libros anteriores las referencias están mostradas de una forma más juvenil; acá, si bien no hay algo de despedida, hay una cosa más crepuscular-museológica, como si uno visitara el Museo Fresán: las cosas no están en demasiado movimiento, sino en vitrinas. 

Tal vez por eso mucha gente me dice que el libro es triste, melancólico, pero yo creo que tiene un final feliz porque el escritor vuelve a escribir; lo que significa, tampoco, la alegría desaforada, como lo dice Truman Capote: cuando dios te da un don, también te da un látigo para autoflagelarte. 

-T: Esta es una novela poco común en el panorama literario actual, ¿Es porque se aborda la literatura desde la literatura y no desde la realidad? 

-F: Una de las cosas que más me inquietan del último devenir de la literatura argentina, es esta especie de necesidad casi novedosa por ser realista, cuando siempre fue fantástica y universalista. 

Creo que Buenos Aires se parece cada vez más México D.F. y no es una buena noticia, hay una seducción de la crónica -esa idea de que lo real es lo verdadero en el sentido más estricto- pero en mi caso, siempre me preocupé por dejar la puerta abierta para que nadie pudiese considerar lo que escribo como no ficción. En realidad, la noción de lo realista y lo no realista es ambigua. 

-T: ¿Cuál es el problema que atraviesa la literatura actualmente? 

-F: La novela y el escritor ya no cumplen las funciones sociales que alguna vez cumplieron en el siglo XIX, cuando la literatura era formativa e informativa ya que no había posibilidad de ver cómo eran las cosas del otro lado del océano. La responsabilidad de la literatura, muchas veces, era traer el mundo al lugar donde vivías. Ese reinado está perdido, como Camelot, se acabó. 

Pero sí me parece que la literatura puede seguir dando batallas interesantes en el terreno del estilo y de cierta experimentación bien entendida, la literatura siempre tuvo como enemigos al cine y la televisión y ahora, por primera vez, tiene como enemigo a la escritura en un montón de soportes ridículos. 

Sin embargo, el personaje del libro, El Escritor, es consciente del cambio que produce Internet, las pantallas, las tablets, el Twitter y el Facebook, pero lo concibe como un enemigo tonto, un enemigo que lo distrae y le sirve de coartada para no encarar una gran batalla que sería traer la novela del siglo XIX al siglo XXI. No pensar tanto en el envase y más en la esencia de la obra. 

-T: ¿Es tu novela más autobiográfica? 

-F: Es la novela más personal, es un Fresán con el volumen al máximo pero yo no vivo así, hay una diferencia clave: El Escritor ha decidido no tener hijos o un hijo, como es mi caso y eso es un factor que modifica la estructura de todo escritor en cualquier circunstancia. 

Si esta novela fuera un entidad viva su héroe sería Nabokov, un excéntrico absoluto que se vuelve céntrico con un libro completamente excéntrico como "Lolita" y que después es más excéntrico todavía. Este es un libro al que le encantaría ser escrito por Nabokov.