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Opinión 26 de mayo de 2024

Nueva convocatoria y advertencia del arzobispo

Por Jorge Raventos

Javier Milei no pudo coronar este 25 de mayo los prometidos pactos que iban a suscribirse solemnemente en Córdoba junto a todos los gobernadores. Él quería llegar a ese acto solo después de la plena aprobación de la ley Bases y el acuerdo fiscal, pero esta condición no pudo cumplirse en los plazos previstos. La Cámara Alta no quiso ser apurada y decidió debatir a fondo el texto que había recibido media sanción en la Cámara de Diputados.

La aprobación llegará, aunque ni en las condiciones ni en los tiempos que había previsto el Poder Ejecutivo. El ministro de Interior, Guillermo Francos, admitió que “el dictamen está sufriendo algunas modificaciones, incluso algunas mejoras”.

El Presidente no quiso, sin embargo, levantar el acto de Córdoba. Ni quiere tampoco rebautizar el Pacto de Mayo, aunque finalmente se firme en junio o en julio, en coincidencia con el Día de la Independencia.

En cualquier caso, el acto de Córdoba, donde Milei fue el único orador, resultó un éxito para el Presidente, que consumó lo que quizás haya sido su primer acto de masas: fue festejado y vivado por una multitud que colmó la plaza San Martín y que hasta ovacionó al ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo. “¿Ustedes se dan cuenta de que estamos ante un cambio de época? -preguntó sorprendido Milei al público-. ¡Estamos haciendo el ajuste más grande de la historia humana y mi ministro de Economía es celebrado como un rockstar!”.

Cambios de gabinete

Los gritos y coros en favor de Caputo fueron acompañados por un gentío predispuesto al aplauso espontáneo, pero quizás fueron inducidos desde el eficaz dispositivo de comunicación del gobierno. Parecía indispensable apuntalar al ministro después de que el propio Presidente anunciara que hará cambios en su gabinete después de que concluya el proceso de la ley Bases. Aunque el ministro ha tenido que asimilar algunos problemas en la economía, no está en los cálculos actuales del Presidente reemplazarlo; por el contrario, lo proclama “el gigante que venció la inflación y el déficit fiscal”, los dos méritos principales que Milei enarbola.

La conversación sobre cambios en el gabinete fue, en verdad, un intento del Presidente de encubrir un cambio, sensible, importante e inminente: el despido de Nicolás Posse, el jefe de Gabinete, viejo amigo y compañero de trabajo de Milei en el grupo Eurnekián. El Presidente y la poderosa secretaria general de la Presidencia han discutido agriamente con él su inclinación a manejar áreas potencialmente calculadas para promover inversión y negocios de capital privado. El hecho de que simultáneamente Milei haya oficializado su intención de ofrecer un ministerio a Federico Sturzenegger, un experto en ese mismo campo, sugiere quizás erróneamente por donde viene el cambio de figuritas. No es improbable que, ya lanzada la idea de cambios (en plural) en el gabinete, Milei aproveche para algún otro retoque. Curándose en salud, el ministro político, Guillermo Francos, relativizó el tema de los relevos: “El Presidente dijo que una primera etapa termina con la aprobación de la ley Bases y empieza otra. Hay que ver los objetivos de esa nueva etapa y quién puede llevarlos adelante. Él no mencionó al jefe de Gabinete ni a nadie, está hablando en general. Puede ser que el ministro del Interior también haya cumplido una etapa en la sanción de esta ley y tal vez el Presidente esté pensando en alguna otra personalidad para el cargo”.

Conciliación

En cualquier caso, el exitoso acto de Córdoba desplazó por un momento el tema del eventual cambio de ministros y le ofreció a Milei un nuevo escenario. Los anteriores habían sido el show en el que cantó y presentó su último libro en el Luna Park y su atrevida presentación en Madrid, en el acto del partido VOX, oposición de extrema derecha, donde el jefe de Estado argentino desafió verbalmente al presidente del gobierno español y a su esposa.

El acto de Córdoba, en cambio, no tuvo tono desafiante, sino conciliador. Milei evitó los ataques contra “la casta” y reiteró su invitación al acuerdo y la unión nacional, a firmar el Pacto de Mayo una vez votadas las leyes que está tratando el Congreso y agregó, además, el compromiso de constituir un Consejo de Mayo, con participación de un representante del Ejecutivo, uno de los gobernadores, uno por cada cámara del Poder Legislativo así como uno de los sindicatos y otro de las organizaciones empresariales, con el objetivo de desarrollar la letra chica de los diez (o doce) puntos que contemplaría el Pacto.

Esta oferta -siempre condicionada a la aprobación de las leyes- pareció una respuesta rápida a una exhortación que en la misma mañana del 25, en la Capital, Milei había escuchado de boca del arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, durante el Te Deum, el llamado a construir “una alianza social para la esperanza, que sea inclusiva y no ideológica”.

Hoy no se fía, mañana sí

Milei también aseguró que, aprobada la ley Bases, su gobierno iniciaría una “significativa” reducción de impuestos, empezando por el impuesto PAIS, que actualmente representa un rubro principalísimo de la recaudación de recursos del Estado. Promesas de un futuro más amable que este esforzado presente. Hoy no se fía, mañana sí.

Aunque sus colaboradores, en primer lugar el ministro de Interior, invierten horas negociando con los senadores para conseguir que la ley se trate y se apruebe cuanto antes, el Presidente suele jactarse de estar esencialmente desinteresado de la suerte de ese proyecto de cuya aprobación; sin embargo, parecen depender tantas cosas buenas. Milei asegura tener en carpeta “tres mil reformas más” y la última semana había prometido vetar “cualquier proyecto que manden desde el Congreso que quiera romper la caja y hacer volar este país por los aires”.

En Córdoba, Milei omitió ese tono. Cuando lo usa, exagera pero no es necesariamente veraz: él no negocia directamente, pero lo hace por interpósitas personas; no solo el ministro Francos, sino los otros dos lados del triángulo presidencial: su hermana Karina y su asesor estrella, Santiago Caputo. La Casa Rosada no ignora que, más allá del descenso relativo de la inflación, esta sigue siendo muy alta y, además, el precio que paga por mantener la ilusión de una inflación sustancialmente domada se paga en buena medida con recesión, “hiperrecesión” como advierte Alfonso Prat Gay (o “depresión”, como empiezan a sugerir algunos).

La UIA alertó por “una caída de 17,2 por ciento en la producción industrial” en el mes de marzo. La cifra hace juego con otros números de la economía: la construcción cayó un 42 por ciento (Gerardo Martínez, el secretario general del gremio de los albañiles habla de una pérdida de 100.000 empleos en ese rubro); los salarios cayeron un 17 por ciento desde diciembre y las jubilaciones, un 28 por ciento en promedio; en ese contexto, el consumo se hundió y la recaudación impositiva cayó un 13 por ciento en abril. Señala Prat Gay: “La caída en las ventas deprime la recaudación de impuestos, lo que exige más recortes en el gasto para alcanzar las metas fiscales. Entramos en un círculo vicioso”. Tenemos puntos de vista diferentes, responde contenidamente Milei.

El comodín K

En el Senado, el nutrido bloque de Unión por la Patria, el más numeroso de la Cámara alta, se ha amarrado a un rechazo férreo a la ley Bases en general, pero funciona potencialmente como un comodín de respaldo a muchas objeciones en particular que provienen de la oposición cooperativa: el bloque federal que coordina Miguel Pichetto, el radicalismo, la Coalición Cívica y algunos senadores que se mueven con autonomía. Entre las “mejoras” aludidas por Francos hay que contabilizar el achicamiento de empresas a privatizar y de organismos del Estado a reestructurar, el número y calidad de atribuciones delegadas al Ejecutivo, los criterios de actualización de jubilaciones, varios puntos referidos al blanqueo que procura lanzar el gobierno y al régimen de incentivo para grandes inversiones así como los pisos del impuesto a las ganancias además de garantizar el financiamiento de la educación pública y restablecer el fondo de incentivo docente, que Milei eliminó.

En muchos de esos puntos no hay acuerdo pleno entre los “opositores amables”, pero para imponerlos alcanzaría con un fragmento de ese conglomerado si puede contar con el apoyo de un número significativo de senadores de Unión por la Patria. Detrás del telón, la señora de Kirchner no desalienta en absoluto esas eventuales colaboraciones.

El cantito “Ley de Bases, Ley de Bases”, una consigna sin rima ni melodía, evidentemente inducida, que se escuchó en el acto de Córdoba fue una confirmación de que la aprobación de la ley no es indiferente para un gobierno que empieza a tocar algunos límites. La famosa “ve corta” (el rebote económico hacia una rápida reactivación) no está visible y necesita estimularse con inversiones.

La displicencia que afecta Milei es quizás una táctica para mantener públicamente distancia con el mundo de las negociaciones, acuerdos y desacuerdos de la política, para no mezclarse con “la casta”.

El prefiere moverse en otros planos: el escenario internacional, donde disfruta por el momento de una situación de estrellato, retratado en la tapa de la revista Time o convertido en trending topic de las redes a raíz de sus hazañas españolas; el escenario del Luna Park, donde el último miércoles cantó como un rockero veterano ante un público cautivo que lo ovacionó y acompañó sus ironías y chicanas.

El arte de Milei, sin embargo, más que el que expone en esos tablados, es el que practica para ganar tiempo y mantener vivo el vínculo de esperanza en sus votantes mientras despliega sus durísimas medidas de ajuste, admite heterodoxias de sus equipos, incoherentes con su rígida prédica, para adaptarse a las “restricciones” de la realidad y otea las lejanas playas de la elección de 2025 cuando espera, a través del partido que empieza a articular su hermana Karina, consolidar el liderazgo que le otorgó precariamente el balotaje de noviembre del último año y mejorar sus fuerzas parlamentarias.

El Pacto de Mayo, cuando se consume, puede ser el punto de partida de la “alianza social para la esperanza” que pidió el obispo García Cuerva o, al menos, una manera dialogada de ir ganando tiempo.