Opinión

Once: la fortaleza que surgió del dolor

por Claudio Avruj

Fue una tragedia que nos dejó cicatrices muy profundas y dolorosas. Cada 22 de febrero vuelven a nuestra memoria las imágenes de aquel horror que nos golpeó duramente, dejándonos el amargo sabor de la impotencia frente a la corrupción que mata inocentes.

Fue una mañana que nunca hubiésemos querido vivir. El desconcierto y la incertidumbre reinaban en la estación de Once, mientras las noticias comenzaban a dar cuenta de la magnitud del desastre. Estuvimos presenciando escenas desgarradoras, entre el trabajo urgente de los médicos, la desesperación de los familiares y de aquellos que se acercaban para saber qué había ocurrido. Fueron horas de angustia, de extrema tensión, todos los que estábamos ahí, frente al tren ya impactado, en los hospitales y en las morgues que recorrimos ese día, sabíamos que la vida no sería la misma, porque el recuerdo del horror presente nos iba a acompañar por siempre.

Desde un primer momento, entendimos que lo más importante que podíamos hacer en ese contexto era abrazar y acompañar a los familiares de las víctimas que buscaban alguna certeza en ese caos.

Durante aquellos días de tristeza y desesperanza, fuimos testigos de la fortaleza de espíritu de quienes no se permitieron rendirse frente a tanto dolor y tuvieron la extraordinaria capacidad de no paralizarse y dejar que las cosas sucedan por sí solas.

Desde el día de la tragedia, fue creciendo nuestra admiración por los familiares y amigos de las víctimas de la Tragedia de Once, por su resiliencia frente a la adversidad, por su obstinada búsqueda de justicia frente a los muros construidos por el silencio y la indiferencia.

Un ejemplo de vida que nos inspiró para impulsar desde la gestión organismos tendientes trabajar al lado del que sufre, atender sus necesidades y emociones, un objetivo fundamental que actualmente estamos logrando, a través de la Red de Contención para familiares y víctimas en el ámbito de la Secretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación.

Se trata de un aprendizaje que nos llevó a dedicar nuestros mejores esfuerzos para que nunca más las víctimas sientan en carne propia la angustia de la indefensión y la soledad frente a la tragedia. Para que tengan la certeza de que existe un Estado a quien acudir en busca de respuestas.

Este nuevo aniversario nos vuelve a encontrar juntos en el andén de la estación en donde tantos sueños se estrellaron. Para mantener vivo el recuerdo de las víctimas. Para pedir que todos y cada uno de los responsables de la tragedia tengan su castigo. Para que por fin la justicia pueda traer un poco de paz a tanto dolor.

(*): Secretario de Derechos Humanos.

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