Pablo Bercovich llegó a Mar del Plata para presentar Planificación o Dependencia, el libro que escribió junto a Nahuel Sosa y que fue publicado por Ediciones Futurock. El encuentro, con entrada libre y gratuita, se realizó en la Librería Universitaria, ubicada en Jujuy 1731, y contó con la participación del dirigente del Movimiento Evita Facundo “El Apache” Villalba. En la previa, el autor recorrió pymes e industrias de la ciudad, con especial atención en el entramado productivo de la zona portuaria.
La obra propone una reflexión profunda sobre los desafíos actuales del desarrollo productivo en la Argentina y se apoya tanto en la experiencia académica de Bercovich como en su paso por la gestión pública. Director general de la consultora Marca PyME, especialista en desarrollo productivo y profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires, entre 2019 y 2023 se desempeñó como subsecretario PyME de la Nación y previamente coordinó el Plan Nacional de Diseño e Innovación.
Desde el comienzo de su intervención, Bercovich dejó en claro que el libro nace de una decepción política y una crisis de conducción. “En 2023 nosotros fuimos caos, y justamente se votó orden. Se votó a alguien que prometía ordenar la macroeconomía”, señaló. En ese diagnóstico incluyó “la gestión comercial externa, la falta de transparencia, la escasez de insumos y la inflación”, factores que, según explicó, generaron un escenario de desorden generalizado. Sin embargo, se ocupó de marcar una diferencia histórica: “El peronismo, históricamente, es orden. No solo orden macroeconómico, sino orden en la vida cotidiana de las personas”.
En ese marco, el autor cuestionó los límites de un debate político dominado por consignas y enfrentamientos estériles, y vinculó esa lógica con la grieta, la unidad electoral y la pereza intelectual. “Muchas veces perdemos el rumbo y nos volvemos rosqueros”, advirtió. Para Bercovich, sin una discusión de fondo es imposible construir alternativas reales: “Si seguimos hablando solo de cuestiones técnicas, sin conectar eso con el bienestar, no vamos a poder pensar una ley bases propia, una reforma constitucional propia, un proyecto integral propio”. En ese sentido, sostuvo que la unidad no puede reducirse a lo electoral si no está acompañada por un horizonte político claro.
Planificación o dependencia. El desarrollo nacional, de la calle al palacio. Editorial Futurock.
Otro de los ejes centrales de la presentación fue la experiencia de gestión y las contradicciones del Estado, un punto que el autor abordó a partir de su paso por la función pública. Allí defendió la necesidad de un Estado eficiente y cuestionó que ese concepto haya quedado asociado a discursos conservadores. “Quiero ser eficiente, y no está mal decirlo. Cuando el Estado no es eficiente, el que más lo sufre es el que menos tiene”, afirmó. Para ilustrarlo, apeló a ejemplos concretos: “Si una escuela pública no da clases todos los días, el que tiene recursos manda a sus hijos a un colegio privado. Si un hospital público no funciona bien, el que puede se paga una prepaga. La ineficiencia siempre castiga a los mismos”.
En esa línea, marcó distancia con experiencias recientes de reconversión productiva impulsadas desde una lógica de mercado. “Cuando se habló de transformación productiva durante el macrismo, en realidad se trató de programas que incentivaban a las pymes a despedir trabajadores y convertirse en importadoras”, recordó.
La discusión derivó luego en uno de los núcleos conceptuales del libro: la diferencia entre planificación técnica y conducción política. Para Bercovich, contar con diagnósticos no alcanza si no existe una conducción capaz de transformar esos insumos en políticas concretas. “Para pensar una reforma laboral tenemos que pensarla para todos los trabajadores que habitan este suelo argentino”, sostuvo, y remarcó la necesidad de representar a quienes hoy están completamente por fuera del sistema de derechos. En ese punto fue categórico: “Ninguna reforma laboral, por más que regale trabajadores, va a generar más empleo si no hay más actividad económica. No existe empresario que incorpore trabajadores masivamente si su negocio no está creciendo”.
En otro tramo el autor cuestionó uno de los pilares del discurso liberal al afirmar que el capital siempre planifica y que el Estado ausente es un mito. “En el mundo existen reformas laborales antiliberales que no afectaron ni la rentabilidad ni la productividad”, señaló, y mencionó experiencias recientes en países como España, México y Chile. En ese marco, planteó una pregunta central que atraviesa toda la obra: “Con los avances tecnológicos y las cadenas de producción actuales producimos muchísimo más que antes. La pregunta es quién se queda con esa renta”. Para Bercovich, el desafío es evitar que los trabajadores sigan “trabajando lo mismo que hace 70 años”, mientras los beneficios del progreso se concentran en pocos sectores.
Presentación en la Librería Universitaria (Jujuy 1731)
Uno de los tramos más enfáticos de la presentación estuvo dedicado a la reforma laboral y a la distancia entre el debate político y la realidad cotidiana de los trabajadores. Bercovich advirtió que la discusión actual está profundamente sesgada: “La reforma laboral que se está pensando hoy está concentrada únicamente en qué pasa con seis millones de trabajadores formales privados, en un país donde la mayoría de los trabajadores no tiene derechos”.
Para el autor, esa mirada parcial no es exclusiva del gobierno actual, sino una falla estructural del Estado argentino: “Hay una desconexión total entre el mundo del trabajo y el Estado, y viene de hace mucho tiempo”.
Bercovich ejemplificó esa desconexión a partir de una experiencia personal durante una campaña, dialogando con repartidores de plataformas digitales. “Yo iba a hablarles de derechos, con consignas vacías, y me sacaban corriendo”, relató. “Hasta que le pregunté a uno qué pasaba si mañana se fracturaba una pierna”.
La respuesta lo marcó: “Me dijo que eso le preocupaba todos los días de su vida, porque si se lastimaba no había ingresos en su familia”. Incluso, contó que ese trabajador había dejado de jugar al fútbol con sus amigos por miedo a lesionarse. “Había dejado de hacer lo que más le gustaba para poder seguir trabajando”, señaló.
Esa precariedad, sostuvo, se profundiza por el desconocimiento de derechos básicos: “Un trabajador de Uber pensaba que si un obrero formal se lastima jugando a la pelota, no cobra. No sabía que esos derechos existen hace 70 años. La desconexión es total”.
Facundo “Apache” Villalba y Pablo Bercovich.
Lejos de rechazar cualquier discusión sobre cambios en el mundo del trabajo, Bercovich planteó la necesidad de pensar reformas laborales desde una perspectiva opuesta a la liberal. “En el mundo hay reformas laborales antiliberales que no tocaron ni la rentabilidad ni la productividad”, afirmó, y citó experiencias recientes en España, México y Chile.
“El problema es la mentira de que quitar derechos genera empleo”, sostuvo. “Ningún empresario va a contratar masivamente trabajadores si no hay actividad, aunque se los regalen”. En ese marco, propuso correr el eje hacia el bienestar: “La productividad se multiplicó con la tecnología. La pregunta es quién se queda con esa renta y cómo hacemos para que los trabajadores no vivan peor que hace 70 años”.
Otro de los ejes centrales de la charla fue la relación entre el Estado, los trabajadores y el empresariado. Bercovich reivindicó la figura del empresario nacional, pero con una condición clara: “Las empresas nacionales se defienden en tanto y en cuanto sirvan al desarrollo del país”.
“Me encanta que produzcamos acero, aluminio y todos los insumos difundidos en Argentina”, señaló, aunque advirtió que “no puede ser que una pyme argentina compre acero más caro que una pyme de un país que no lo produce”. En ese sentido, llamó a recuperar el acuerdo social histórico del peronismo: “Empresarios y trabajadores discutiendo productividad, salarios y desarrollo, con el Estado como articulador”.
“Defender empresas nacionales no puede ser un acto reflejo”, concluyó. “Las defendemos si le sirven al desarrollo nacional. Si no, no”.
La presentación cerró con una apelación política que sintetiza el espíritu de Planificación o Dependencia: recuperar la planificación como herramienta para construir bienestar colectivo. “No podemos perder de ninguna manera la ambición de pensar en la felicidad del pueblo. Ese tiene que ser nuestro objetivo y tiene que ser el objetivo de la planificación”, afirmó, antes de invitar a leer, discutir y compartir el libro como parte de una construcción colectiva.