Opinión

Paris, más vale una misa

 

Por Raquel Pozzi

La frase correcta es “Paris, bien vale una misa” haciendo alusión a la indiferencia a convicciones que expresaba el rey Borbón de Francia, Enrique IV (Henri de Navarra) pretendiente hugonote que se convirtió al catolicismo para poder reinar Paris. Actualmente refleja una expresión que algunos caracterizaron como apócrifa, sin embargo, forma parte de un conjunto de convenciones (P. Bourdieu) cuyo destaque es la comodidad sin dejar de ser arbitrario.

El sometimiento al arbitraje de la política de E. Macrón por la sociedad francesa, expresó nuevamente el distanciamiento del idealismo del gobernante de sus gobernados. Los franceses asisten a la imperiosa necesidad de superar el sensualismo etéreo de las convenciones agobiantes de una política demagógica que lejos de insuflar los principios republicanos nacidos en los albores de las revoluciones liberales, la inercia del abúlico idealismo de E. Macron, sigue dando margen al realismo positivista de Marine Le Pen, que subordina a las ideas y propende a lobbies de pragmatismos extremos.

La asimetría estructural entre “gobernantes y gobernados” (Pierre Rosanvallon) refleja que “la palabra pública se ha convertido en una lengua muerta” no como organizadora del mundo que debe acercar al gobernante, sino como generadora de grietas profundas, vacíos bulliciosos de palabras y de veracidad por la imposibilidad de la transparencia.

La multitud busca menos a un hablador que a un hombre. Las promesas de E. Macron se sometidas nuevamente al mecanismo electoral y aunque fue el candidato más votado, sus antiguas y degastadas promesas generaron una horda indignada, hartos del arte de las transacciones de la política sui generis. Las posturas de los extremos siguen proponiendo los mismos potenciales candidatos, efectistas por sus discursos imperativos, aunque balbuceante de palabras al vacío.

Otra vez, la alianza frente al miedo

Volvemos a foja cero en Francia, nuevamente las dos fuerzas, el centrismo de E. Macron y la extrema derecha de Marien Le Pen, revivirán otro duelo, aunque más preocupante y no menos dramático. La Unión Europea ya no es la misma que en el año 2017, el Reino Unido y la gran estratega política alemana Angela Merkel están fuera de la escena, entre otros factores; Una guerra en las puertas de Europa puso a pruebas la debilidad de la palabra de un presidente que se sometió a la humillante reunión con V. Putin, en esa extendida mesa, dónde el poder de la frágil diplomacia francesa atizado por la permanente campaña política aquí y allá, generó virulentas críticas por los esfuerzos de Macron en capitalizar la humillación de caras a las elecciones.

Disociado con la realidad doméstica, sobre todo con la pérdida del poder adquisitivo de los franceses y con el sistema internacional anárquico, aunque jerárquico e interdependiente, Macron ha dejado la decisión final a los candidatos comunistas, socialistas y verdes, que, si bien prometieron el apoyo al centrista, no puede ser alentador, sino preocupante. Macron y la alianza que se forjará de caras al ballotage del 24 de abril, comparten un objetivo: que la extrema derecha de M. Le Pen no llegue al poder, pero sigue siendo la segunda fuerza más importante en Francia. Ni siquiera la gravedad que implica la invasión de Rusia a Ucrania ha desplazado el amperímetro de la política francesa hacia el candidato moderado. O será que los deslizamientos semánticos que exsudan los discursos políticos de Macron ya no están dando resultado o quizá la prudencia diplomática; la descripción de la realidad con eufemismos o la desrealización del discurso han potenciado la desilusión de una sociedad que aborrece los manuales de discursos políticos.

Paris, más vale una misa

¿Por qué? Porque, hay dos ejércitos que corren en direcciones opuestas, aunque uno al lado del otro, sin mirarse, por temor a apartarse del camino irrevocablemente trazado (B. Constant) Metafóricamente, ejércitos de políticos con monólogos sin riesgos, sin avistar, que los franceses han expresado diversidad política ante la acefalía de liderazgo de E. Macron ¿Hasta cuando? Hasta que la extrema derecha cautive con palabras más cercanas a la sociedad y más alejada de la diplomacia. Ya lo vivimos en la historia contemporánea, si la segunda fuerza es M. Le Pen es porque la seguridad nacional, por ende, los sentimientos nacionalistas se antepondrán a los problemas cotidianos en el nuevo orden mundial que ha propuesto con invasión y guerra V. Putin.

Los grandes recitadores de proyectos políticos ven la bruma, pero no reaccionan y las sociedades ahogadas por problemas cotidianos no hace caso a la elocuencia de la víspera. Francia asiste a una catástrofe política, pero Macron se atrinchera con las promesas del apoyo de rivales tan diversos como ajenos a los ideales del centrismo, con tan poco se conforma el actual presidente francés. Mientras tanto las extremas derechas, los ultranacionalismos y los antieuropeístas van deshojando a la Unión Europea.

No alcanza con el lenguaje de las intenciones. Rusia invadió Ucrania y Ucrania resiste por el apoyo de los estados europeos junto a los EEUU, pero tampoco alcanza. ¿Cómo llegamos a este estadio? Insisto, hay ejércitos mutantes de individuos que no llegan con sus salarios y hay políticos que encuentran rentable al hombre extasiado y abrumado, pero, precaución, avanza el que puede detectar y leer las debilidades de esas sociedades para fortalecerse y hay otros que creen fortalecerse con sus propias debilidades.

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