CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Interés general 3 de noviembre de 2016

Pasaporte

por Vito Amalfitano

“Que el socio tenga preparado el pasaporte que del resto nos ocupamos nosotros”.
Eso decía Daniel Angelici el 29 de noviembre de 2011 en su cuenta de Twitter @TanoAngelici , días antes de las elecciones en Boca.

La verdad es que desde ese tiempo para acá Boca cayó en todas las estadísticas. Para esa fecha estaba primero entre los clubes con títulos/copas internacionales, con 18 conquistas. Hoy ya perdió ese sitial, ya bajó hacia más allá del quinto lugar y no solo por el vendaval Barcelona, que ya había hecho hasta ahí la mayor avanzada.

No obstante, solo por el peso de Juan Román Riquelme, Boca llegó a la final de la Copa Libertadores 2012, con el envión del título nacional que había conseguido en el final de la gestión Ameal, y pese a que desde el primer partido de ese certamen, en Venezuela, dejaron de hablarse el entrenador Julio César Falcioni y la mayoría de los jugadores.

Más allá de la falta de logros posterior, lo que perdió Boca desde que el club echó a Riquelme fue jerarquía. Los dirigentes, con su presidente a la cabeza, decían que no iban a “hipotecar al club” por la continuidad de Román, cuando empezó aquel 2014. Y cada día le tomaban examen y cantidad de entrenamientos hasta que lo cansaron con las faltas de respeto y le abrieron la puerta de la salida.

Desde ese tiempo para acá Boca gastó más plata que en toda su historia, compró un futbolista cada 31 días, nunca tuvo jerarquía en los partidos decisivos y Tevez, un gran futbolista, pero que Angelici trajo para tapar el desatino que había cometido con Riquelme, nunca se cargó al equipo al hombro ni fue conductor, sencillamente porque Carlitos no es eso, más allá de su enorme talento.

El presidente le dio el gusto a la gente cuando ya tenía firmada la continuidad de Falcioni y la Bombonera habló, y trajo de vuelta a Carlos Bianchi, el técnico más importante de la historia del club. Pero nunca lo respaldó,-si se ven los listados de compras, al “Virrey” le tocó la peor cosecha-, y lo echó a la tarde de un jueves después de haberle prometido a la mañana que seguía y que iba a dirigir al equipo el domingo siguiente ante Vélez. Otra gran falta de respeto.

Desde ese tiempo ya el técnico de Angelici y de Macri era Guillermo Barros Schelotto y siempre lo tuvo como “amenaza” para el trabajo del propio Bianchi y del “Vasco” Arruabarrena. Al final se dieron el gusto, pudieron cumplir su capricho, y lo trajeron. Un ídolo del club, pero un entrenador con vaivenes, en aprendizaje, que en Lanús había ido de mayor a menor y cuyas histerias se trasladaban habitualmente a sus jugadores en la cancha. Demasiado vértigo y poco juego en aquel Lanús final, característica similar a este largo tiempo en Boca, en el que nunca repitió un mismo equipo dos veces seguidas.

Contra Central perdió, pudo haber empatado o ganado. No cambia la ecuación. Desde Riquelme para acá Boca no logra imponer jerarquía sobre sus rivales. Y en estos últimos meses gastó millones en dos mercados de pases, para la semifinal de la Libertadores que después perdió, y ahora antes de este semestre que lo dejó vacío, sin torneos internacionales hasta 2018, salvo que lo salve el escritorio.

Llamativamente, quien tuvo que salir a poner la cara por plantel y entrenador ayer, en los medios, cuando casi todos “se borraron”, fue justamente Riquelme, quien hace unos días también había tenido que salir a defender la Bombonera, para parar el patético proyecto dirigencial que pretende “jubilar” el estadio de más mística en el mundo, “en el que todos quieren jugar”.

Lo cierto es que los hinchas y los socios prepararon el pasaporte nomás. Y bien guardado en el ropero está. Pero del resto nadie se ocupó bien. Por el contrario, se hizo casi todo mal. La peor dirigencia de su historia, al menos hasta ahora, bajó a Boca del pedestal internacional.