La Ciudad

Patear la arena para salir adelante, historias detrás de quienes salen a vender en las playas

Caminar durante horas por la arena y pasar todo el día bajo el sol, algunos de los sacrificios que hacen los vendedores ambulantes para trabajar en una temporada a la que definen como "complicada" por el poco turismo y las bajas ventas por la pandemia.

Caminar horas y horas bajo el sol, esquivar los controles, comprar mercadería para revender, fabricar sus propios productos o acudir a la creatividad para concretar una venta en época de pandemia y “vacas flacas”, son algunas de las competencias que día a día tienen que emplear cientos de vendedores ambulantes que recorren las playas de la ciudad para subsistir.

Uno de esos casos es el de Lautaro, un joven maplatense de 23 años que trabajaba como ayudante de pastelería en una reconocida confitería que entró en crisis, por lo que tras quedarse sin su sustento económico esta temporada decidió trabajar como “mantero” en el acceso a un balneario de la zona de La Perla, donde se lo suele ver vendiendo lentes de sol, remeras de distintas bandas de rock, gorras y “pilusos”.

En este contexto, contó que “la temporada viene bastante tranquila, por ahora los fines de semana se labura y el clima tampoco ayuda. Se picotea, pero temporada como las de antes no es”.

“Los parientes de mi señora son todos vendedores ambulantes y he estado con ellos mientras hacían temporada y esto es nada que ver. En un verano se hace bastante plata, pero en esta estamos haciendo menos de la mitad que las anteriores, porque anda menos de la mitad de la gente”, agregó.

Asimismo, aseguró que antes en un fin de semana bueno de trabajo hacía “diez lucas”, pero que ahora trabajando desde las 10 hasta las 19 puede hacer “entre mil y dos mil pesos”, descontándole a estos montos los gastos para adquirir los productos que ofrece.

“La mercadería se fue bastante cara -continuó-. Yo antes compraba los lentes por 150 pesos y los vendía a 300. Hoy me salen 200 y los sigo vendiendo a 300 porque hay que vender”, dijo Lautaro, remarcando la necesidad laboral para mantener a sus dos pequeñas hijas, a quienes se refiere con cariño como “las nenas”.

Por último, indicó que por ahora están “tranquilos” en cuanto a los controles municipales. “Estamos tranquilos, pasan los inspectores y te dicen que no podés estar, pero te terminan dejando trabajar. Por suerte se ponen en tu lugar”, concluyó.

La perspicacia para vender

Esta temporada tiene la particularidad de que unos 80 agentes municipales recorren la costa o se encuentran apostados en los ingresos a las playas solicitando que quienes deseen ingresar a la misma deban utilizar barbijo, lo cual debe ser acatado por los visitantes, ya que sino los trabajadores comunales deben dar aviso a la Policía.

Esto fue observado por Julieta, una vendedora ambulante de 21 años, quien, entre otros productos, les ofrece barbijos a turistas y marplatenses que no lo llevan consigo y que por ese motivo no pueden ingresar a la playa.

Esa capacidad de observación para ver esta oportunidad de venta la joven quizás la desarrolló en sus cinco temporadas trabajando de esta forma, cuando empezó a hacerlo con solo 16 años.

“Acá están los chicos que te piden barbijos y nosotros tenemos la posibilidad de venderle para que los dejen entrar a la playa igual”, dijo Julieta al respecto, aunque reconoció las ventas vienen “bastante flojas, muy diferente a otros veranos”.

En este sentido, dijo que hay “mucho menos turismo por el tema de la pandemia, se ve menos gente en la calle”. “Antes venían con plata y ahora andan con lo justo. También están asustados por el virus y no se quieren acercar a veces”, agregó.

Sin embargo, Julieta dijo que en un buen fin de semana de trabajo “se puede sacar 5 mil pesos”, aunque en la temporada anterior podía llegar a vender por “15 mil pesos en un día”.

Estudiar para superarse

Alejandra Tattoni tiene 28 años y hace 10 temporadas que camina horas y horas por las playas buscando vender las vinchas y los pareos que su madre le confecciona para ofrecerles a los marplatenses y turistas que disfrutan del sol.

Sin embargo, Alejandra espera que esta sea última temporada como vendedora ambulante, ya que con el dinero que juntó verano a verano logró estudiar y recibirse de profesora de matemáticas.

“Está recién recibida”, dice con orgullo su madre y agrega que aún no pudo conseguir trabajo como docente, por lo que este verano volvieron al emprendimiento familiar.

En este sentido, Alejandra, que camina por la arena desde el mediodía hasta cerca de las 19, coincidió en que este año “está difícil la venta”.

“Diciembre fue duro, vendí un 50% de lo que vendía el año pasado”, dijo y contó que sus productos los fabrican ellas. “La tela aumentó bastante, un 45% más que el año pasado”, lamentó, pero indicó que no quieren subirle “mucho” el precio “porque sino tampoco se vende”.

Es mínima la ganancia, nada que ver a antes”, agregaron e indicaron que el mejor día de trabajo de este verano vendieron “18 vinchitas a 200 pesos cada una”. “Descontando los costos de tela te quedan 2 lucas”, explicaron.

Por último, la joven agradeció la “solidaridad” de la gente, que muchas veces le ofrece alguna bebida para hidratarse y así poder continuar su camino. Además, consideró que en la venta ambulante tiene mucho que ver la actitud para tener éxito en la venta. “Yo le ofrezco a la gente directamente, no ando gritando, el que veo que me mira me acerco y le ofrezco y el que no quiere ver no quiere y me voy”, finalizó Alejandra, quien espera tras el verano encontrarse en un aula frente a alumnos, a los que buscará transmitirle sus conocimientos en matemáticas y en la vida.

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