La primera mujer en ser nombrada jueza de un Tribunal Oral en lo Criminal desde el cambio del sistema judicial provincial de 1998 habló con LA CAPITAL sobre la implicancia de su designación. "Es un orgullo, un honor, y también una gran responsabilidad", señaló.
Por Bruno Verdenelli
verdenelli@lacapitalmdq.com.ar
Casi 30 años tuvieron que pasar para que en Mar del Plata fuera nombrada de manera oficial una jueza especialmente designada a integrar un Tribunal Oral en lo Criminal. Le tocó, por mérito y concurso, a Paula Soulé. Pero fueron muchas otras las abogadas, empleadas o no del Estado, las que bregaron por ello antes y todavía continuarán haciéndolo.
“Es un orgullo, un honor, y también una gran responsabilidad”, señaló la flamante magistrada en una entrevista exclusiva que concedió a LA CAPITAL. Y agregó: “Espero no ser la primera ni la única”.
-Después de mucha insistencia, de clamor si se quiere, finalmente fue nombrada oficialmente una mujer, usted, como jueza de un Tribunal Oral Penal en Mar del Plata. Es la primera vez desde el cambio del sistema judicial provincial de 1998. Casi 30 años después…
-Sí, en realidad hubo juezas en el tribunales en lo criminal pero eran con el anterior sistema, cuando regía el otro Código de Procedimiento Penal, y en el momento de transición estuvo ocupando de hecho en este tribunal la doctora Arrola de Galandrini. Quiero aclararlo para no desconocer sus trayectorias también, y hubo casos de juezas que fueron subrogantes también, como la doctora Mariana Irianni, que ocupó transitoriamente cargos en un Tribunal Oral Criminal. De hecho, tuve el placer de trabajar con ella, a quien aprecio muchísimo. Es cierto que con el actual Código de Procedimiento y el actual sistema de designación, sí tengo el honor de haber sido la primera jueza mujer designada para ocupar un cargo en un Tribunal en lo Criminal en la ciudad de Mar del Plata.
-¿Y qué se siente?
-Es un honor y también un gran desafío. Y es una gran responsabilidad que se haya dado lugar a una voz femenina en un mundo tradicionalmente masculino, que está normalmente ocupado por hombres. Me parece que se puede aportar una mirada diferente o complementar de otra manera las decisiones judiciales. En ese sentido, en general en los distintos los poderes del Estado, y en el Poder Judicial en particular, me parece que es importante que se empiece a dar más lugar a las mujeres en la ocupación de los cargos jerárquicos. Hay estudios, varios, por ejemplo de la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema, que dan cuenta de que hay un déficit en ese sentido. Porque si bien las mujeres ocupamos en porcentajes similares los cargos de empleados o de funcionarios, un poco más de la mitad que los hombres, lo cierto es que a medida que se avanza en los escalafones más altos y precisamente en los cargos de decisión, como pueden ser jueces o magistrados y también de los tribunales superiores, ahí es notorio cómo disminuye la presencia de mujeres.
-¿Cree que su designación puede abrir paso a más?
-Yo espero que esta no sea la primera y única designación, sino que se empiece a dar a muchas colegas mujeres que en el Departamento Judicial Mar del Plata conozco y tienen gran conocimiento y capacidad, e idoneidad para ocupar el cargo. Así que esperemos que estemos inmersos en un proceso de renovación de las caras que ocupan los tribunales, en general, en ese sentido, porque también se está dando una especie de recambio generacional que es indefectible por el paso del tiempo y porque muchos de nuestros jueces que estaban ocupando los distintos tribunales, tanto en lo criminal como en las cámaras, de a poco se están jubilando, dejando lugares vacantes, y eso va indudablemente a generar una modificación en las caras que vamos a ver. Y sería auspicioso que esa conformación que se va a generar de ahora a algunos años sea heterogénea y aporte miradas de distintos lados.
-Hablando tiempo atrás con abogadas particulares y con funcionarias judiciales, todas remarcaban la necesidad de que hubiera una mujer o varias mujeres en los cargos dentro de los tribunales. ¿Es una doble presión para usted eso, una mochila más?
-No, la verdad no. En primer lugar lo siento como un orgullo, un halago, de muchas compañeras y colegas que me lo han remarcado y se sienten contentas. Evidentemente tiene un efecto simbólico positivo. A mí me pasó que lo pude sentir en carne propia, porque muchas colegas, y también colegas varones, me lo han resaltado, y eso los motivaba y los ponía contentos. Que una mujer pueda llegar a ocupar este cargo. No lo siento necesariamente como una presión, sí como una responsabilidad. Me toca ocupar un cargo en un sistema judicial que está empezando a tener muchos cambios, y ese cambio no va solamente desde el punto de vista cuantitativo de que tiene que haber más mujeres porque así va a cambiar. Sino que el cambio tiene que ser cuantitativo, que obviamente es positivo, pero también cualitativo, de tener una mirada diferente, más cercana a la sociedad, con respeto a los Derechos Humanos, con perspectiva de género. Y ese cambio yo siento que de hace un tiempo a esta parte se viene consolidando, con los actores actuales, y con los que de a poco desde las bases del sistema judicial, desde los empleados y funcionarios, venimos también con ese abordaje conceptual que ya lo tenemos innato, que es más contemporáneo a nosotros. Estos paradigmas de los que podemos hablar. Y siento que de a poco eso va penetrando en los distintos actores judiciales y también en los abogados de la matrícula. Espero que otras colegas se sumen prontamente.
-Usted ya venía trabajando en el Poder Judicial. Lo hizo en un juzgado correccional, primero, y luego en el Tribunal Nº 3. ¿Qué casos que tramitó la marcaron y quiénes siente que fueron sus formadores, a los que les reconoce esas enseñanzas que hoy la traen hasta acá?
-Casos hay muchos, que fueron resonantes y que tramitaron en el tribunal incluso mucho antes de que yo forme parte del plantel de funcionarios, pero los aprendizajes no siempre están en las causas reconocidas o que trascienden mediáticamente. En general, todos los procesos, hasta el más sencillo y el más complejo, si uno quiere y puede, va sacando aprendizajes. Y mis maestros fueron mis jueces del Tribunal Nº 3, los doctores Riquert, Sueyro y Wacker, en el último tiempo, a los que admiro profundamente… La doctora Irianni, que tiene una impronta muy interesante, una mirada a veces algo disruptiva del sistema de justicia, y eso para mí fue muy enriquecedor, con una actuación muy comprometida con las personas detenidas, sobre todo con las mujeres, que me parecen interesantes. Y Ana María Fernández, del Juzgado Correccional Nº 2, con quien tengo un vínculo de muchísimo afecto… Ella fue la persona que me designó, que me nombró y me dio esa oportunidad de crecer en mi carrera y depositó mucha confianza en mí. Para ella tengo puras palabras de agradecimiento.
-Para terminar, ¿cuáles son sus metas como jueza?
-Lo que pretendo es tratar de hacer algún aporte de renovación al sistema de justicia. No es partir siempre de una posición crítica, pero sí ser consciente de que hay muchas cuestiones que se pueden cambiar, que se pueden mejorar. Tanto yo, como el doctor Cecchi que también fue nombrado en estos días, y esta generación que está empezando a ocupar cargos de en la judicatura, está formada con nuevos paradigmas que los vamos a llevar como un soplo de aire fresco, en el sentido positivo, no por criticar otras posturas, porque muchos de los que ocupan la magistratura han sido mis profesores, mis formadores, y hay una admiración real. Pero tenemos una mirada de replantearse algunos roles que tiene la Justicia, sobre todo para con la sociedad.
-¿Cuáles por ejemplo?
-Me parece que hay una distancia comunicativa, una desconfianza por parte de la sociedad, y hay una pérdida de legitimidad en el sistema de justicia, y me parece que de eso hay que hacerse cargo. Cada uno verá desde qué forma y desde qué lugar lo puede ir mejorando. Estamos administrando justicia y resolviendo conflictos no académicos, sino verdaderos, que tiene la gente común y corriente. Por lo que tienen que venir acá y sentirse acompañados o respetados en sus peticiones, más allá de que obviamente siempre que se resuelva un caso, lo más probable es que una persona esté conforme y la otra no. Pero no es lo mismo escucharlos, hacerlos participar, que sientan que las peticiones de las partes se van escuchar, se van a tratar y se van a resolver conforme el Derecho y conforme la convicción de cada uno de los que tenga que resolver, y que atrás de eso no hay algo oscuro o que tenga que ocultarse. A veces da la sensación de que eso es lo que la sociedad piensa: que acá estamos en un lugar en el que no nos acercamos a la gente, que no escuchamos, y cuando la gente se acerca y viene, se le puede mostrar que acá hay gente que trabaja, que tiene muchísima vocación y muchísimo conocimiento.
-Quiere decir que no está lleno de burócratas…
-El sistema de justicia no es oscuro ni tan malo como se lo pinta, pero sí es cierto que hay que hacer una autocrítica y decir qué es lo que se puede mejorar para mostrar eso, y qué podemos hacer como operadores jurídicos para dar respuestas mejores. Hay muchos caminos para eso, desde modernizar los procedimientos, tratar de fortalecer la inmediación, la oralidad, dejar de lado formalismos que no tienen mucho sentido o que lo han perdido, y tratar de clarificar las ideas para que la gente entienda lo que se le dice. Me parece que es un camino que hay que recorrer con más contundencia, y teniendo en miras que esto es una función que en definitiva tiende a ser un servicio para la comunidad, y no hay que perder el foco en eso y fortalecer esos caminos.