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La Ciudad 11 de noviembre de 2019

Peligro, desidia y extremo estado de abandono en el Centenario

El deterioro edilicio y la falta de mantenimiento deterioran la calidad de vida de los vecinos. Responsabilizan a la administración. Conviven con agua podrida, riesgo en cada paso, ratas, enfermedades, cloacas colapsadas, oscuridad, pastizales, el delito y la droga en alerta permanente.

Los altos pastizales y el deterioro de las instalaciones atraviesa todo el complejo.

Adentrarse en el complejo Centenario implica encontrar en cada paso algo que está realmente mal. Muy mal. El “abandono total” del barrio se traduce metro a metro en mugre nauseabunda, ratas, cloacas rebalsadas, cables pelados, falta de luz, pérdidas de agua, pozos, frondosos pastizales, desprendimientos de cemento, fisuras en la estructura central, corrosión y soluciones atadas con mucho menos que alambre. El deterioro explícito se presenta groseramente en cada pasillo y convive con la alarmante naturalidad de historias de violencia, injusticias, ajustes de cuenta, muertes, pobreza, enfermedades, droga, delincuencia, sacrificio, impotencia e indignación.

Junto a un grupo de vecinos fuertemente molestos por el abandono sin precedentes en el que se encuentra su barrio desde hace algunos años, LA CAPITAL recorrió este complejo en el que viven miles de personas en cientos de departamentos y constató la desidia integral, el malestar, la angustia cotidiana y las condiciones insalubres.

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Vivir mal

El Centenario, un complejo habitacional de cuatro décadas fuertemente estigmatizado, está “abandonado” y “la situación no da para más”, afirman los vecinos, que señalan indignados a cada paso el peligro inminente que presentan las cloacas mal tapadas, los pilares de luz a punto de derrumbarse y sostenidos por palos, las escaleras atadas con cables para que no se caigan y las roturas de todo tipo.

Son moneda corriente los sectores sin luz hace meses, los charcos con agua podrida, los desniveles, los autos abandonados y los gruesos pedazos de adoquín desprendidos, entre muchas otras falencias que adentro de algunos departamentos, se multiplican exponencialmente a tal punto que la insalubridad es inocultable.

Los vecinos, la gran mayoría al menos, responsabiliza a la administración del complejo, que cambió hace cerca de cuatro años y desde entonces, la limpieza y el mantenimiento que la gestión anterior realizaba, “dejó de hacerse” y “se vino abajo” literalmente.

Nora tiene 79 años. Le cuesta caminar. Vive hace 40 años en uno de los departamentos. Hace tres meses no tiene luz en el frente. La policía la escolta para salir y no ser asaltada ni caerse al meter el pie en una de las tantísimas baldosas rotas y desniveles. Ruega a Dios por una mejor calidad de vida.

CENTENARIO 04

Gran cantidad de adultos mayores viven en condiciones indignas en el complejo Centenario

Emilce, una mujer mayor que hace 20 años vive en el barrio, cuida a su marido enfermo y denuncia: “Nunca vi tan mal todo esto. La administración anterior se ocupaba. Estos no hacen nada. Faltan luces, los pastos son un desastre, hay ratas y se me está por caer un árbol encima de mi casa”.

Prefectura está dispuesta en tres cubículos de vigilancia en diferentes sectores del complejo, sin las condiciones mínimas para trabajar y rotarse. Cumplen una importante función de seguridad que los vecinos valoran, pero bajo una estructura podrida, oxidada y con filtraciones.

Las quejas, el miedo, la indignación y el asco de la gente se multiplican al adentrarse en los pasillos. “Mirá el poste oxidado y la lámpara tapada con una botella”, señala Laura. “Mirá allá, el pasto no lo cortan hace años, me llega a la cintura”, agrega María entre los yuyos. “El tanque de agua está podrido, pierde, está contaminado y le ataron un neumático al caño para que no chorree; Mirá, ¡mirá esto! La gente se intoxica al tomar”, comenta Sergio.

El agua es un problema. También la saturación de las cañerías por las construcciones lleva a que se rebalsen los desagües y los inodoros con desechos cloacales.

Frente a Sergio, que insiste en su bronca, una mujer junto a su hijo clava la pala en la materia fecal que emerge de la cloaca rebalsada frente a su casa para intentar destaparla. Del olor, algunos se tapan la boca para no vomitar.

Expensas, bronca y saturación

En el Centenario hay tres tipos de expensas, que varían de acuerdo a la cantidad de dormitorios de los departamentos. Estas van de los 320 pesos para los más pequeños hasta los 470 pesos para los de dos o tres habitaciones.

Los vecinos le pagan a la administración para que, entre otras cuestiones, corte el pasto, limpie, arregle lo que se rompe y garantice la iluminación y el mantenimiento básico.

CENTENARIO 09

La situación económica, pero también el mal estado del complejo por falta de limpieza y mantenimiento, llevaron a que la morosidad supere el 50%, es decir, al ver que “no se hace nada” crece el número de gente que deja de pagar. Y los pastos (en algunos sectores de hasta casi dos metros de alto), la mugre y el abandono, invitan a no cumplir.

“Queremos una asamblea, renovación de gente. Los que están ahora en la administración hacen asambleas a escondidas y no resuelven nada”, coincidieron varios vecinos al responsabilizar al administrador. “El que no quiere hacer algo por el barrio, que dé un paso al costado”, gritó molesta Mía, otra vecina, durante la recorrida de LA CAPITAL y pidió “que se vaya” el administrador.

“Hay una gran diferencia con lo que era esto antes”, contó otra joven de 25 años que se crió en el Centenario, quien convive “muy mal” con el “desastre general”, los olores, las ratas, los mosquitos y la basura “por todos lados”.

CENTENARIO 17

Una ex integrante de la administración explicó que antes tampoco el 100% pagaba sus expensas, pero “las cosas se hacían igual; como se podía”, con siete personas que trabajaban para mantener el complejo -hoy habría dos-, cambiar las lámparas, cortar el pasto y retirar la basura.

“Ahora deben casi un año de la energía del tanque de agua. No le pagan a EDEA y se deben más de 100.000 pesos”, dijo otra mujer. La empresa ya los notificó: si algo pasa, no se hacen responsables. Y pasar, pasa de todo.

A cada metro del recorrido hay un problema, un peligro, un fierro oxidado, un pozo, agua podrida, un cable pelado, algo roto, una pared por venirse abajo.

A cada paso, algo está muy mal en el Centenario. Y en el cierre del recorrido, un grito desesperado: “No te olvides de poner en la nota que acá venden droga en todos lados”.

— La plaza, una jungla

Entre los espacios compartidos dentro del Centenario sobresalen los sectores verdes, que lejos de estar mantenidos, exhiben altos pastizales, más basura, roedores, chatarra y una peligrosa dejadez. Tal es el caso de la “plaza principal”, un espacio abierto que debería ser un punto de encuentro para los vecinos, pero su estado es crítico y carece de todo tipo de mantenimiento desde hace meses, incluso años, en algunos sectores.

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Los yuyos florecidos rozan los dos metros de altura y vuelven a la plaza una verdadera jungla, igual que al sector frente al que se encuentra el potrero con los arcos de fútbol, el único lugar apropiado para hacer algún deporte, frente a la desolación del Polideportivo jamás inaugurado, rodeado de pastizales.

Molestos, desilusionados con el deterioro y angustiados por la mala calidad de vida que hoy tienen, varios vecinos expusieron: “Después de meses ayer cortaron así nomás una parte, a las apuradas. Nos llamó la atención. Pero, ¿saben por qué cortaron? porque se enteraron de que venía LA CAPITAL a hacer una nota”.

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El tanque de agua tiene importantes pérdidas, aseguran que está contaminado y se desprenden pedazos de la estructura

— Agua contaminada y peligro de derrumbe

Sobre la calle Chile se eleva el gran tanque de agua que abastece a todo el complejo. “Hace años” que no se limpia y el agua que ingieren los vecinos “está contaminada” a tal punto que “ni para lavarse puede usarse bien”, dijeron.

Además, expone un riesgo real de derrumbe, como buena parte del complejo. Frecuentemente del tanque se desprenden pesados trozos de cemento desde lo alto.

CENTENARIO 58

La base, en tanto, acumula agua estancada por una gruesa pérdida generada en un caño “atado” con el caucho de un neumático de moto. Un hierro totalmente oxidado y al límite de romperse sostiene los tensores del tanque de agua y de un poste de luz.

Polideportivo, el gigante muerto



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