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Deportes 28 de diciembre de 2016

Pierino se la llevó atada

De la Bombonera llena y los rivales enojados porque volvía para atrás la jugada para gambetearlos otra vez, a los picados en Camet para disfrutar del fútbol siempre. En una nota con LA CAPITAL confesó que veía algunas cosas de él en el actual entrenador de Boca.

por Vito Amalfitano

Dante Panzeri, autor de una “biblia” del fútbol relacionado con el periodismo, decía que la Selección Argentina debería formar en ataque, a la vieja usanza de los cinco delanteros, “con Pierino González, Pierino González, Pierino González, Pierino González y Pierino González”.

Cuando uno hace una encuesta masiva sobre el ídolo y el futbolista más determinante de la historia de Boca el que gana por lejos es Juan Román Riquelme. Aunque quisieron armar en los últimos tiempos un “máximo ídolo” nuevo a partir del marketing, pero se les terminó yendo a China… Ahora, si la encuesta es entre hinchas de Boca más grandes y, máxime, si uno entra a la Bombonera y hace un sondeo entre los vitalicios, entra a tallar Rojitas, y….sorprendentemente, Pierino. Herminio González. Ese. El marplatense. El que el gran Dante decía que la Selección tenía que formar con cinco “Pierinos”. La experiencia la viví más de una vez, y los periodistas reconocidos de aquel y de este tiempo también ponen a Pierino en el podio, como Mario Trucco y Horacio Pagani, quienes siempre lo resaltan. Ya con él no se habla tanto del ídolo, sino de la calidad. Y de su capacidad de desiquilibrio.

Para ser ídolo además se necesita carisma. Y a Pierino siempre le gustó el perfil bajo. Hablar poco y jugar mucho. Por eso incluso, tras el retiro, y sabiendo que lo teníamos de vecino, intentábamos notas que no conseguíamos. Pero un par de veces pudimos.

En 2003 charló conmigo horas antes de la final intercontinental entre Boca y Milan, que luego ganó el equipo de Bianchi por penales para consagrarse campeón del mundo. Pierino había jugado el primer Boca – Milan de la historia, en 1958, un amistoso en la Bombonera y había convertido un gol. “La cancha estaba llena, pero la cancha de Boca siempre está llena,-recordó en aquel momento Pierino-Y sí, fue un lindo gol, le pegué de afuera, como de 30 metros, ganábamos 1 a 0”. “Ellos tenían un equipazo, después empataron con un gol de Schiaffino. Sí, sí (le recordamos algunos detalles más amparándonos en las estadísticas que él confirma). Después Bellomo y Rodríguez nos pusieron 3 a 1. Y Grillo (nada menos) hizo el segundo gol de ellos”, agregó.

Le preguntamos en esa oportunidad, en 2003, si en ese tiempo veía a algún jugador de sus características. Y, como anécdota valiosa, remarcó al actual técnico de Boca. “Es muy difícil,-contestó-, ya no hay jugadores
que manejen bien las dos piernas. Si tengo que decir uno me quedo con el Mellizo, con Guillermo Barros Schelotto. Y de antes me gustaba Houseman”.

Fernando del Río, también para LA CAPITAL, en una entrevista que ya rescatamos, confesaba que los rivales lo querían “sacar de la cancha” porque se le iba la mano. “Lo que pasa es que a veces se me iba la mano, porque yo los gambeteaba para un lado y después los volvía a buscar y ahí era cuando se enojaban”, admitía Pierino en esa nota del 99. Lo mismo que hasta hace poco me contaban los “viejos” hinchas de Boca en la Bombonera. Que no lo podían parar y que los gambeteaba a todos, todas las veces que él quisiera.

Más autorizados a hablar de él estarían ellos, y a escribir, los periodistas de la época. Pero lo increíble es que nosotros sí lo vimos jugar. Y para el mismo equipo, o en el de enfrente. Aunque esto parezca pretensioso, por nuestra rusticidad, es rigurosamente cierto. Aun con 70 años y más jugaba todos los martes sus picados en Camet, al lado de la cancha que armabamos un grupo de periodistas del Mar del Plata. Cuando a ellos o a nosotros o a los dos grupos le faltaban jugadores, nos mezclabamos. Y nos dabamos el lujo de jugar “con” Pierino o “contra” Pierino. En esas maravillosas mañanas en Camet no necesitaba gambetear una y otra vez a los rivales de turnos volviendo sobre sus pasos. Ya con una sola gambeta, y parado, nos hacía pasar vergûenza. A los más rústicos y a los de más destreza. Eso sí, lo disfrutaba tanto como si fuera con la Bombonera llena. Esos martes a la mañana en Camet eran para él una religión. La pelota la llevaba atada hasta el final de sus días.