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La Ciudad 13 de marzo de 2017

Playa Grande, la transformación de un barrio en un polo de nocturnidad

De barrio residencial pasó a convertirse en polo de la nocturnidad y, aunque los bares abandonaron la calle Alem, muchos vecinos siguen padeciendo las consecuencias del éxodo de los jóvenes de los boliches instalados ahora directamente en la playa.

Aunque los bares de la zona de Alem desaparecieron o se mudaron, la nocturnidad sigue generando conflictos en Playa Grande debido a los desmandes producidos por jóvenes durante la madrugada, la basura depositada en la zona, los ruidos molestos generados en casas que se alquilan para fiestas particulares y hasta las picadas de los autos “tunneados”.

“Ahora toda la mugre va directamente al mar y a la playa. Y el problema no son los boliches, sino el éxodo de los jóvenes cuando salen al amanecer”, describió Jorge, vecino desde hace 37 años de la zona de Boulevard Marítimo casi Peña.

El fin de la noche deja su rastro sobre la costa, especialmente en la zona de Playa Grande, ya que en la franja pegada a la arena se desarrolló un polo nocturno que contiene a varios boliches, pubs y cervecerías.

En ese contexto, el Parque San Martin funciona como sede de “la previa”, con botellas de bebidas de distinta clase desperdigadas, que al amanecer se transformaron en “misiles” con los que se atacan unos a otros y los fragmentos de vidrios invaden el lugar.

A eso se le suma la basura generada por los puestos ambulantes de venta de comida, como choripanes y hamburguesas, y los envoltorios de papel madera y cajas de cartón que contienen a las hamburguesas de una cadena multinacional ubicada en la zona.

“Ahora los vecinos de la calle Alem duermen un poco más tranquilos, pero el problema lo tienen quienes viven sobre la costa cuando los pibes abandonan el boliche”, analizó Carlos Carricart, referente de la asociación vecinal Playa Grande.

Otros problemas

“Los bares en la playa se desarrollaron en forma paralela a la mudanza de Alem, pero no es consecuencia una de otra. Y menos mal que ahora sacaron el carro de choripanes, que funcionó durante la mayor parte del verano, porque la mugre que dejaba era impresionante, igual que los envoltorios de las hamburguesas, y eso genera más concentración de gente una vez que abandonan el boliche”, añadió Carricart.

A fines de los ’80, la instalación de algunos bares y pubs en las inmediaciones del cementerio de La Loma, sobre la calle Alem y sus aledañas, denominaron a la zona como “La Recoleta marplatense”.

Ese cúmulo de locales de esparcimiento nocturno creció de tal manera que el asunto se “desmadró” porque “se dejaron de cumplir con los reglamentos y por los excesos, entonces la convivencia se volvió insoportable”, recordó Carricart.

Así fue que la zona comenzó a cambiar y a mostrar sus posibilidades de actividad diurna, con la creación de otro tipo de negocios, como cafeterías, restaurantes, farmacias, ferreterías, inmobiliarias, casas de decoración y hasta oficinas, entre otros rubros.

“Es necesario el esparcimiento nocturno en una ciudad turística, pero también es cierto que deben cumplir las ordenanzas. Y hay una reconversión comercial, en Bernardo de Irigoyen donde existía un bar muy famoso, hoy hay una fábrica de pastas”, detalló Carricart.

“Siempre viví acá y la situación es cada año peor -contó Jorge, vecino de la zona-. A la mañana temprano, cuando voy a surfear, me cruzo con los pibes que salen del boliche y te dicen cualquier cosa. Igual que a la gente que corre”.

En su opinión, lo peor es que “ahora la mugre se queda directamente en la playa o va al mar, además Samsara se extendió tanto que ocupó espacio público en la playa Waimea y hasta se puede ver aguas servidas entrando al mar. Estamos cada vez peor”.

“Me acuerdo cuando donde ahora están los boliches funcionaba el Inidep -añadió Jorge-, pero incluso cuando el edificio estaba abandonado estaba más limpio que ahora. La degradación es continua”.

Reconversión

“Y sí, ahora los padecen los que viven sobre la costa -confirmó un martillero de la zona con varios años de actividad-. El sector sufrió una reconversión, hay negocios de todo tipo de rubro sobre Alem, pero también es cierto que cada vez son más las quejas por los ruidos molestos, el poco control policial y la basura que se genera en esos boliches”.

Otro de los problemas son las casas que se alquilan a grupos de jóvenes para la realización de fiestas, como la ubicada en la esquina de Aristóbulo del Valle y Rodríguez Peña. “Es un problema la falta de control municipal -concedió Carricart-, tendrían que hacer como en algunos edificios que por reglamento interno no se les alquila a grupos grandes de jóvenes”.

De hecho, el pasado 25 de febrero, un joven de 20 años fue apuñalado en la esquina de Peña y la costa en el marco de una gresca entre dos grupos a la salida del boliche.

“Por acá hubo varios problemitas con las fiestas, pero lo más complicado es la salida de los pibes de los boliches, que suben por el Parque (San Martín), que lo dejan hecho un basural. Y para colmo se suman los dueños de los perritos ‘sobaqueros’ que dejan todas las deposiciones”, se quejó el encargado de uno de los edificios ubicado en Alvarado casi Aristóbulo del Valle.

Las picadas nocturnas también suman otra problemática, ya que los “tuerca” estacionan sus bólidos “tunneados” en la Rotonda del Golf y toman “como pista tanto la calle Formosa, entre la costa y Alem que no tiene cunetas, y todo el sector costero hasta la Base Naval. Las marcas están en el asfalto”.