Opinión

Pobreza en Mar del Plata: el triunfo de la lógica perversa

Por libreexpresión.net

El resultado de las políticas implementadas desde hace décadas en la Argentina está a la vista: hay más de 160.000 pobres y 42.000 indigentes en la ciudad. Hora de cambiar.

La Argentina declama su lucha contra la pobreza pero desde hace cuatro décadas no lleva adelante ninguna política productiva que le permita disminuirla.

El peronismo proclama su lucha por la justicia social pero la irrupción de los desocupados en la vida argentina se dio en los ’90 con un gobierno de su signo y se acentuó hasta solidificarse como una realidad difícilmente modificable tras 12 años de otra administración del mismo signo.

El antiperonismo, variopinto en sus envases de presentación pero siempre aferrado a experiencias neoliberales en lo económico, critica al populismo, denuesta al estatismo, pero en cada ocasión en la que le tocó ejercer el poder multiplicó la pobreza en forma escandalosa.

El Estado promueve políticas activas contra el flagelo pero estas no pasan de ofrecer el sostén insuficiente de los planes sociales e intervenir torpemente en el mercado laboral exigiendo derechos para los trabajadores y condenando al colapso a los empleadores, cuando no se le ocurre invertir la carga precarizando el trabajo y acompañando los excesos patronales.

Nada de lo que se dice en la Argentina está vinculado con la realidad de los hechos.

En Mar del Plata hay 160.265 pobres y 42.440 indigentes, según surge de la última medición del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), correspondientes al segundo semestre de 2019.

Así es que el 25% de la población y el 18,4% los hogares vive debajo de la línea de la pobreza mientras que el 6,6% de las personas y el 4,2% de los hogares lo hace en la indigencia.

También desde hace décadas todos los que buscan llegar al poder local prometen crear empleo, sin poder explicar nunca como van a hacerlo en un escenario en el que los municipios son convidados de piedra en la toma de decisiones económicas y financieramente dependientes de los poderes centrales. Saben que mienten…pero también que nadie se los va a reclamar.

¿Cree el lector qué esto es producto de la casualidad?, ¿alguien podría desvincularlo de todo lo que ha ocurrido en el país en los últimos tiempos de este ciclo democrático?

La respuesta es sencilla: usted no va a encontrar un solo político, funcionario o dirigente de cualquier tipo que entre en estas trágicas estadísticas.

Habrá fluctuaciones, hacia arriba o hacia abajo, que generarán discursos inflamados de los opositores o cínicas explicaciones de los oficialismos de turno. Pero la tendencia no ha dejado de crecer en los últimos cuarenta años.

Y seguirá aumentando en forma constante hasta que entendamos que ni el Estado, ni la política, ni las leyes ni nada de lo que hace a nuestra organización común sirven tal cual están planteadas.

Lo que nos lleva a concluir que esta democracia mentirosa, prebendaria y construida para beneficio de unos pocos, tampoco.

Y ya es hora de decirlo claramente.

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