por Agustín Marangoni

Era sábado a la noche. El gobierno sacudió con dos cambios en el gabinete. La decisión no estuvo motorizada por el termómetro político, Cambiemos es una coalición que administra, se mueve en base a números. Las mediciones de imagen que llegaron a Casa Rosada la semana pasada castigan duro a Mauricio Macri. Desde el recorte a las jubilaciones en diciembre  –de la mano con un operativo represivo que dejó un saldo de 162 heridos– las encuestas muestran un derrumbe que se acrecentó con el último aumento de las tarifas, la inflación, la devaluación del peso y el acuerdo con el fmi.

Los números son claros. En el último año, el peso argentino fue la moneda que más se devaluó en el mundo: casi un 40%. Desde que asumió el gobierno de Macri, la deuda externa argentina aumentó un 45%, sin contar el préstamo del 50 mil millones de dólares del fmi. Y las tarifas, desde 2016 aumentan sin tener en cuenta los ingresos de una familia tipo. El gas subió en promedio un 500%, la luz 560% y el agua 340%. Las metas de inflación quedaron en el olvido. De acuerdo con los datos del Indec, se estima para 2018 una inflación del 25% anual.

Esta fotografía, que impacta a los dientes de todos los hogares del país, arrojó sus consecuencias políticas. El Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP), entre otras encuestadoras cercanas al gobierno, muestra que Macri perdió 23 puntos de imagen positiva desde que inició su mandato. El núcleo duro, integrado en un 65% por mayores de 60 años, se mantiene con una aprobación del 32%. La pérdida más significativa está en los votos que apostaron por un cambio de rumbo, sin banderas políticas estables, y que hoy se muestran arrepentidos. Ese grupo crece casi medio punto por semana, a fuerza de inestabilidad cambiaria, congelamiento del salario, caída del consumo y un freno violento en la obra pública.

En la mesa chica del gobierno, estos números duelen y están bajo la lupa. En especial porque la economía comenzó a crujir con un ruido que no se puede disfrazar con blindaje mediático. De hecho, el sábado del enroque en el gabinete, los diarios digitales más leídos de la Argentina reflejaron un comportamiento atípico: las noticias políticas se leyeron cinco veces más que las noticias del mundial de fútbol. Y eso que fue el debut de Argentina. Y eso que era sábado a la noche: el día y la hora con menos movimiento histórico para los títulos políticos.

Este escenario es una señal de alarma para el macrismo. El perfil de sus votantes –se refleja en el diseño del discurso– opta por una postura menos comprometida, menos activa y profundamente desmovilizada. Si hay más lecturas significa que hay más preocupación. Y no es una preocupación aislada. La línea editorial de los medios digitales más leídos del país está en sintonía con el gobierno. Es decir, la preocupación surge desde el propio núcleo duro. No es casualidad que María Eugenia Vidal, la funcionaria de Cambiemos con mejor performance en las encuestas, se mantenga en silencio. La resguardan para que no trastabille con el desgaste de Macri y su equipo. La quieren lo más lejos posible de los títulos que comandaron la agenda mediática del último mes.

En la campaña electoral de 2015, el macrismo aseguraba que se podía vivir mejor. Prometió anular impuestos y, sobre todo, repitió hasta el cansancio eso de que “nadie te va a quitar lo que ya tenés”. Pasaron dos años y medio. Las promesas no se cumplieron y la gestión está en zona de naufragio. Las cifras son categóricas. Pero hay algo todavía más básico, más simple de entender: el apoyo a Cambiemos cae a pique porque se vive peor que antes. Lo dicen las cuentas de todos los días.