Pompeyo Audivert: “Cuesta explicar la compulsión criminal del frente histórico por el poder”
El actor protagoniza una versión de la tragedia de Macbeth para un solo actor. Logra, en "Habitación Macbeth", una actuación descomunal. Reflexiona sobre el éxito del espectáculo y da pistas para vincular la historia que escribió Shakespeare hace varios siglos con el presente. Este martes, realiza en el Tronador la última función de la temporada.
"Eso es el teatro también: el alcance metafísico de la identidad colectiva", dijo Audivert.
Por Paola Galano
Una camisola juega el rol de vestido, de atuendo de guerra o de caparazón de brujas y deja al descubierto sus piernas torneadas. Unos pocos elementos sobre el escenario: un atril, el marco de un cuadro, un velo, una espada, cuchillos y linternas con las que juega a desfigurarse. Al costado, un músico, Claudio Peña ejecuta el violoncello e interviene, casi al final del espectáculo. Adentro de la camisola color piel, el inmenso Pompeyo Audivert interpreta, al menos, a seis personajes de Macbeth y con su performance nos convence: estamos ante uno de los espectáculos teatrales más descomunales.
Su “Habitación Macbeth” es una versión del clásico de William Shakespeare para un solo actor y es, a la vez, la posibilidad de disfrutar de la maravilla del teatro, de la grandeza de una interpretación y del poder de una historia antigua para hablarnos del presente sombrío.

“Empieza a haber una sospecha al respecto de si por detrás del poder y de esos misterios que uno percibe no hay fuerzas de otra naturaleza, no hay fuerzas sobrenaturales”
La venganza, el arrepentimiento, la sed desmedida de poder, la crueldad, la manipulación, la culpa y lo sobrenatural sobrevuelan esta tragedia, en la que el guerrero Macbeth recibe, mientras regresa a su país desde el campo de batalla, extrañas presencias e irresistibles vaticinios. Así activa la maquinaria de la ambición sin control.
“Creo que el poder es una zona misteriosa”, reflexiona Audivert, en una entrevista con LA CAPITAL. Su espectáculo es parte de la programación del Teatro Tronador y subirá a escena este martes a las 21, por última vez en esta temporada.
Según sus palabras, el espectáculo que recibió premios y alcanzó gran repercusión de público, cuenta “la tragedia de un hombre que se da vuelta como un guante y que se vuelve un criminal compulsivo”.

“La idea de que la identidad es un campo ficcional, de que nosotros no somos simplemente el yo que dice ser, sino que también albergamos muchas valencias identitarias”
“A uno le cuesta explicar la compulsión por el poder, la compulsión criminal que tiene el frente histórico por el poder, que estemos al borde de una guerra nuclear por cuestiones simplemente de poseer riquezas a gran escala -sigue-. Empieza a haber una sospecha al respecto de si por detrás del poder y de esos misterios que uno percibe no hay fuerzas de otra naturaleza, no hay fuerzas sobrenaturales, algo así como lo que le sucede en Macbeth, donde las brujas son las que impelen esa transformación criminal en un personaje que hasta ese momento no parecía serlo”.
Imposible no ver en Macbeth y en su compañera, la temible Lady Macbeth, a líderes actuales, tan alucinados por el poder en una escalada que no se detiene nunca. “Esa transformación de la identidad en otra cosa, en una zona oscura, me parece que después deviene en todas estas formas políticas que adopta la máquina capitalista a través de las ultraderechas, sobre esos mensajes compulsivos, descerebrados, unidimensionales, antipoéticos, me parece que son justamente la gran metáfora shakespeareana y que uno inevitablemente cuando ve ciertas obras de Shakespeare, como Hamlet, Ricardo III o Macbeth, siente mucha vitalidad, siente que se está hablando del hoy”, comenta y considera a Shakespeare como “un autor transhistórico”.
“Creo que el teatro siempre debe tener una dosis o un nivel de sus facultades enunciativas ligada al frente histórico, creo que eso es fundamental y me parece que en este caso la obra da con eso y empalma muy bien con este momento en el que estamos, que es tan desventurado”, agrega.
-¿A qué atribuye la repercusión que alcanzó “Habitación Macbeth? Una obra premiada y que hace varias temporadas que viene a Mar del Plata, siempre con repercusión, no sé si hablar de éxito…
-Sí, es una repercusión y es un éxito, para qué vamos a atenuar eso. Tiene que ver fundamentalmente con dos factores: con la magnitud de la obra de Shakespeare, con lo que significa Macbeth hoy en día, cómo está vinculada al frente historico, todo lo que la obra significa y metaforiza al respecto de esta encrucijada en la que se encuentra el mundo. Y el tratamiento que tiene ese tema de Shakespeare a través de esta dinámica individual del personaje y de toda esa transformacion que va sufriendo, asediado por fuerzas sobrenaturales. Hay algo de las fuerzas sobrenaturales que laten e impelen a la realidad, a su catástrofe que Shakespeare manifiesta magistralmente. Ese me parece que es uno de los dos factores. Y el otro factor es central, me parece que tiene que ver con la forma de producción de esta tragedia, con la idea de un cuerpo que lleva adelante, como si fuera el cuerpo de un teatro, todas las circunstancias y todos los personajes. El cuerpo habitado, el cuerpo habitáculo de encarnaciones, eso produce una gran fascinación. La idea de que Shakespeare puede no ser simplemente un asunto textual, un asunto de la dramaturgia, sino que también puede estar encarnado en una física compositiva de gran impacto y que también metaforiza sobre la otredad, sobre la idea de que la identidad es un campo ficcional, de que nosotros no somos simplemente el yo que dice ser, sino que también albergamos muchas valencias identitarias.

“Después de la función yo siento que estoy renovado, me siento como purificado, limpio, liviano, me voy flotando a mi casa”
-Justamente, sobre el escenario usted aparece poseído, habitado por todos esos personajes que interpreta.
-Sí, yo siento que lo que se genera en mí todavía lo estoy de algún modo analizando, porque es una cuestión medio paranormal en mí y también en la escena. Es como si uno viera una circunstancia muy misteriosa también de la identidad, un cuerpo que se transforma en una estructura habitable para los fines de una representación, de una obra mítica del teatro universal. Como si fuera un cuerpo teatro, hay algo ahí muy misterioso cuando sucede la obra en mí. Yo soy de algún modo testigo de eso que está pasando a través mío, que por supuesto es algo que yo ya planeé, pero que cuando sucede no deja de afectarme en un sentido muy conmovedor, porque siento que en ese momento de la representación alcanzo también yo una identidad de estructura, una identidad de base que es de naturaleza poética y que solo puedo alcanzarla en esa representación. Es algo de lo que hablan los que meditan, seguramente también alcanzan esa zona, yo la alcanzo a través de la actuación, alcanzo a sentir esa vibración de la presencia que soy, más allá del nombre propio, más allá del yo y más allá de la versión que yo digo ser, acá en este frente histórico en el que habito. Ese alcance de mi identidad a través de la actuación me resulta muy fascinante y es algo que cada vez sucede con más intensidad, porque la repetición de la obra a lo largo de todos estos años ha ido afinándose y me ha ido permitiendo llegar más lejos en ese alcance.
-¿Eso se refleja en el público?
-Estoy muy contento con esto porque también veo que eso se transmite al público, que esa desafectación de la identidad histórica también sucede en el espectador que queda en suspenso y que cuando termina también uno entiende que ha alcanzado esa zona poética de su identidad que yo llamaría metafísica, así que siento que eso es el teatro también: el alcance metafísico de la identidad colectiva. Creo que de eso se trata el teatro, de una asamblea metafísica. Y eso lo estamos pudiendo lograr, por suerte a través de Shakespeare. Porque se trata de un autor que tiene esa magnitud, no se podría hacer con cualquier obra una teatralidad de esta naturaleza.
-¿Cómo termina cada función, qué sensaciones tiene, se puede dormir rápido? ¿Cómo es el después?
-Me preparo mucho para la obra, tengo una preparación física y mental, de modo de estar en las mejores condiciones siempre, no aceptaría que las funciones tengan desniveles, después de la función yo siento que estoy renovado, me siento como purificado, limpio, liviano, me voy flotando a mi casa. No voy a comer afuera, no tengo reuniones sociales, trato de cuidar ese estado, de conservarlo. Hago un análisis de lo que pasó, tengo algunas conclusiones técnicas para la función siguiente. Es un momento de plenitud abosluta. Hay una rémora de lo que sucedió en la función que afecta a mi propia identidad histórica. Y me voy muy complacido.
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