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Interés general 8 de enero de 2019

Por falta de peritos, comerciantes de Puán y Acevedo no pueden abrir los locales

Afectados por la retención de tareas de los municipales, trabajadores del centro comercial de Punta Mogotes están a la espera de alguna notificación sobre el estado de los inmuebles.

La esquina de Puán y Acevedo parece estancada en el fatídico 30 de enero de 2018, cuando Agustina Ferro (30) y su hija India (3) murieron aplastadas por el derrumbe de tres pisos de balcones. El edificio continúa perimetrado, los comercios ubicados en el lugar, cerrados, y la charla de los ocasionales transeúntes siempre rondando el mismo tema: la tragedia.

El panorama definitivamente dista mucho del esperado por los trabajadores de la zona, que, teniendo en cuenta el flujo de veraneantes que transitan por el centro comercial de Punta Mogotes, preveían una temporada que los ayudara a solventar los costos de producción y, también, algunos gastos de todo el año. Hoy, deben sacar los percheros a la calle para poder tener un ingreso.

Es que, según señalaron, los cuatro comercios ubicados debajo del edificio afectado continúan sin estar habilitados. Por la retención de tareas que llevan adelante los municipales hace 29 días ningún perito se acercó al lugar a verificar el estado de los inmuebles y mucho menos para retirar las cintas de prevención que imposibilitan el paso peatonal.
“El día en el que ocurrió todo nos tomaron los datos y nos dijeron que nos iban a enviar una notificación. Pero hasta hoy, nada”, aseguró Fátima, dueña de People Blue, uno de los locales afectados por la tragedia.

Es que a la angustia vivida por el fallecimiento de una mujer y su pequeña hija, se sumó la incertidumbre de no saber a quién reclamar.

“Los municipales están de paro y llamamos al consorcio y están siempre ‘llevando papeles’ o ‘haciendo trámites’; no sabemos con quién hablar”, señaló, con un nudo en la garganta, mientras abría su local y dejaba pasar a LA CAPITAL.

Adentro, los percheros todavía lucen las prendas que la propia Fátima había diseñado para este verano. Es que ella, al igual que sus vecinos -otra casa de ropa, una veterinaria y una librería-, apostaban a la temporada estival. Tal fue la esperanza que la joven emprendedora de 31 años depositó en estas semanas que en septiembre hizo refacciones en el negocio y la producción la financió con cheques. “Y ahora nadie nos da una respuesta, y nosotros nos estamos perdiendo la temporada”, sentenció.

Las lágrimas llegan cuando repasa su historia. Hace un año, Fátima, que hacía cinco años vendía de manera online las prendas que ella misma diseñaba, concretaba un sueño: tener su propio local de ropa. Hoy, a 12 meses de ese momento, siente que “retrocedió”. “Verme vendiendo ropa en la calle, después de todo el esfuerzo, me hace sentir que retrocedí 20 pasos”, dijo al tiempo que disparó: “Siempre los perjudicados somos los laburantes”.

Al igual que Fátima, los dueños de los demás locales colocaron en sus respectivas persianas carteles para indicar los canales alternativos por los que ofrecerán sus productos. Fátima colocó la dirección de su tienda online y la dirección de la rotisería de su madre, a solo unos metros del lugar; Karina, dueña de Deyavú, otro local de ropa, avisa que, siempre y cuando no llueva, estará “en frente”, es decir, en la vereda; la heladería La Crémerie fue más allá y hasta colocó un mapa en el que indican el camino para llegar a la fábrica, ubicada a 150 metros del lugar y acondicionada en tiempo récord para atender allí a sus clientes.

A la situación comercial, se suman las charlas entre los transeúntes. “Hay mucho morbo; la gente se acerca solo para ver el edificio”, agregó Fátima.