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La Ciudad 1 de julio de 2025

Preocupante caída de la tasa de natalidad y una franja costera de 27 palos verdes para construir una miniciudad

Todos los entretelones de lo que es noticia en Mar del Plata.

Hay una Mar del Plata que envejece, con menos nacimientos, y un futuro que obliga a repensar la ciudad. Un informe elaborado por el Dr. Germán Santamaría, economista y coordinador técnico de Mar del Plata Entre Todos, lo pone en cifras y contexto: entre 2014 y 2023, la tasa de natalidad en el Partido de General Pueyrredon cayó un 42,9 %. Pasó de 15,2 nacimientos cada mil habitantes a apenas 8,7. Es una caída que no deja lugar a eufemismos: la ciudad está teniendo muchos menos hijos. “La reducción en la natalidad implica que el recambio generacional es cada vez menor”, explica Santamaría. Y esto se traduce, dice, en “una creciente proporción de personas mayores dentro de la estructura demográfica”. Y, como si fuera poco, en el mismo período aumentó un 8,5 % la tasa de mortalidad y la esperanza de vida apenas se estiró un 1,4 %. Con ese cóctel, el resultado es claro: la población envejece, los nacimientos no alcanzan para el recambio generacional y el modelo demográfico tradicional –el que tenía forma de pirámide– empieza a parecerse más a un hongo.

 

El golpe sanitario y emocional del Covid-19 no solo dejó secuelas en la salud pública: también apuró un proceso que venía gestándose lentamente. Entre 2020 y 2021, la tasa de mortalidad se disparó por encima de la natalidad. El punto de quietud llegó en 2022: por primera vez, la diferencia entre ambas tasas fue negativa, con un saldo de -2,2 puntos. Traducido: hubo más muertes que nacimientos. “Durante los años de pandemia, el envejecimiento se ha acentuado en el corto plazo”, señala el informe. No es un fenómeno exclusivo de Mar del Plata. Pero acá pega distinto. Porque esta ciudad siempre se pensó a sí misma como juvenil, dinámica, pujante. Hoy, según los datos del Censo 2022 y los análisis de Mar del Plata Entre Todos, está envejeciendo a paso firme, con todo lo que eso implica en términos de urbanismo, salud, movilidad y economía del cuidado.

 


La caída de la natalidad ya tiene un correlato directo en el sistema educativo, especialmente en el nivel inicial. Entre 2014 y 2019, mientras la natalidad bajó un 21 %, la matrícula en salas de 4 años cayó un 17,8 %. Pero si miramos más fino, la diferencia es aún más llamativa entre escuelas públicas y privadas. Según el informe, entre 2018 y 2023 la matrícula en salas de 4 cayó un 12,1 % en jardines públicos… y un 24 % en los privados. Es decir, la caída es el doble en el ámbito privado. “Esta diferencia probablemente se debe a factores económicos, como la caída del salario real entre 2018 y 2023”, sostiene Santamaría. En las salas de 5 años, la película es similar: entre 2014 y 2018 la natalidad bajó un 11,7 %, pero la matrícula cayó un 14,3 %. Otra vez, más fuerte en el sector privado (-18 %) que en el público (-11,1 %).

 


Todo este panorama exige algo clave como lo es la planificación, con visión de largo plazo y políticas públicas adaptadas a la nueva estructura social. Porque seguir diseñando la ciudad con la lógica de los 90 –cuando la pirámide tenía base ancha y punta finita– es, como mínimo, anacrónico. Como señala el informe, “estos cambios demográficos tienen repercusiones directas sobre áreas como salud, educación, seguridad, empleo, movilidad y accesibilidad”. Y obligan, dice Santamaría, a “ajustes en las políticas públicas en todos los niveles para atender las nuevas necesidades derivadas del envejecimiento poblacional y la disminución en los nacimientos”. En el fondo, este debate es sobre el futuro. Sobre qué ciudad queremos ser. Una Mar del Plata que envejece no tiene por qué ser una Mar del Plata triste. Puede ser una ciudad más cuidadora, más sabia, más tranquila. Pero para eso necesita repensarse. Con menos niños, pero con más preguntas. Y, claro está, con más respuestas.

 

 

La información se propagó rápidamente en el sector inmobiliario de Mar del Plata y entre quienes siempre están atentos al negocio para invertir en la ciudad: los herederos de Peralta Ramos quieren vender el terreno que hasta hace pocas semanas ocupaban el viejo Aquarium y tres balnearios linderos, por una suma cercana a los 27 millones de dólares. Sí, esa franja de tierra entre el mar y los médanos entra al mercado como si fuera un lote en Nordelta. ¿El plan? Una “miniciudad”. En idioma desarrollador, eso significa torres, comodidades, locales, paseo comercial, coworking con vista al mar y algún nombre aspiracional en inglés.

 

 

 

La cifra impacta: 27 palos verdes por un predio frente al mar, en una ciudad donde la desigualdad crece y el alquiler para vivir todo el año se volvió utopía. Desde el entorno vendedor dicen que es “una oportunidad para el desarrollo del sur”, pero en los pasillos políticos se murmura otra cosa: ¿desarrollo para quién? ¿Bajo qué condiciones? ¿Y con qué impacto? Porque lo que se pone en juego no es solo una operación inmobiliaria, sino una pregunta más profunda: ¿quién diseña el futuro de Mar del Plata: el mercado o la comunidad? Viviendas, gastronomía, locales, compras. Lo que fue balneario accesible se perfila como “polo residencial premium”. Y donde antes había parejitas con conservadora, ahora puede haber render con pileta y parrilla compartida. Desde organizaciones ambientales ya encendieron la alarma: el predio tiene alto valor ecosistémico, forma parte de un corredor biológico y su urbanización intensiva podría romper el equilibrio costero, algo que en Mar del Plata ya pasó demasiadas veces. “Esto no es progreso, es saqueo con estética de folleto”, advirtió una referencia ecológica en una asamblea vecinal.

 

 

Mientras tanto, a pocos kilómetros, el Estado nacional impulsa el Proyecto Urbanístico Integral Chapadmalal, que propone concesionar a privados el histórico complejo de hoteles y su entorno, para crear un nuevo distrito urbano y turístico. La promesa suena parecida: urbanismo “sustentable”, polo gastronómico, inversión, desarrollo. Pero hay dos detalles que no pasan desapercibidos: la ciudad de Mar del Plata está totalmente al margen de la toma de decisiones. El proyecto local que impulsaba el PRO marplatense –con idea de crear una suerte de Puerto Madero del Atlántico– no parece prosperar. En resumen: ni la tierra se recupera ni se decide desde aquí. Este debate no es menor. En los últimos años, Mar del Plata perdió decenas de metros de playa pública, tragados por carpas, decks, rampas u “obras de mejora” que al final dejan menos arena para más gente. Y cada vez que una franja de costa cambia de manos, no vuelve más. Se vuelve loteo, emprendimiento, guardia privada, cartel de “prohibido pasar”. Todo en nombre del “progreso”. Pero el verdadero progreso no es más cemento. Es más acceso, más equilibrio, más futuro común.

 

 

El viejo Aquarium será historia. Ya no se escucharán lobos marinos, sino retroexcavadoras. Y el cartel no dirá “Bienvenidos al mar”, sino “Residencias exclusivas”. Porque en Mar del Plata hay algo que nunca cambia: cuando algo desaparece, no vuelve el mar. Vuelve el cemento. Y siempre hay alguien que tiene la escritura lista antes de que la comunidad despierte. Quizás sea hora de despertar antes de que no quede más arena que la del souvenir.

Los números no dan ni para el consuelo. Hace algunos días, la Universidad Católica Argentina sacó un dato que, si no fuera dramático, parecería escrito por un guionista de Capusotto: el 50 % de los argentinos sufre “estrés económico”. ¿Y eso qué es? Algo así como ser pobre sin serlo oficialmente. Estar por arriba de la línea, pero vivir abajo del agua. Muchos ya lo llaman el medio aguinaldo emocional. “Te alcanza para ilusionarte un rato, pero se va en tres cuotas”, señalaba un economista local. El informe de la UCA se titula más formal: “Estrés económico: cambios y continuidades…”. Un papel prolijo para describir una vida desprolija. La UCA hizo el diagnóstico. Pero el país lo viene sintiendo hace rato. “Como cuando sabés que tenés fiebre sin tocarte la frente. O como dice un viejo colega que se cansó del Excel: ‘Estoy tan fundido que ya ni me estreso por estar estresado’”, completó.