CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
El País 11 de junio de 2016

Primer semestre de Cambiemos: chispazos con Carrió y poco protagonismo radical

Por Daniela Mozetic

(DyN) – La alianza oficialista Cambiemos transitó su primer semestre en el poder con chispazos internos derivados de las reiteradas críticas de la socia fundadora Elisa Carrió a las primeras medidas de gobierno y la búsqueda de equilibrio interno desde el macrismo para garantizar la continuidad de la coalición gobernante.
En el medio, casi como un espectador, se mantuvo el radicalismo que logró ubicar a tres de sus dirigentes en el gabinete nacional -Oscar Aguad, Julio Martínez y Ricardo Buryaile- y a José Cano en el Plan Belgrano, pero hasta ahora no pudo convertirse en una voz influyente al momento de definir el rumbo del gobierno.
“Yo no voy a romper jamás Cambiemos. Lo peor que le puede pasar a Cambiemos es que yo me vaya, no que rompa”, dijo en la última semana Carrió, para justificar sus impulsivas críticas que reiteradamente hacen crujir el acuerdo.
A solo 11 días de asumir, el presidente Mauricio Macri sufrió la primera discrepancia interna cuando Carrió presentó un proyecto de ley para desestimar la posibilidad de nombrar jueces “en comisión”, tal como había designado Macri días antes a Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz en la Corte Suprema.
Luego vinieron las denuncias contra el titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, por supuesto enriquecimiento ilícito, que Macri debió salir a neutralizar con una reunión con el magistrado que tuvo como excusa el análisis de una reforma judicial y los cortocircuitos se profundizaron cuando llegaron los aumentos de tarifas.
“Hice todo lo posible para pararlo”, buscó despegarse Carrió de una de las decisiones que mayores dolores de cabeza sigue trayendo al Gobierno nacional, en línea con la postura de la Coalición Cívica de no aceptar cargos públicos para poder convertirse en una suerte de “fiscal de la república”, como ironizó Hugo Moyano sobre su figura.
En la otra vereda se ubicó un radicalismo que no termina de definir su perfil: ya no está en el cómodo rol de opositor que tuvo durante los 12 años del kirchnerismo, pero tampoco se expresa como legítimo oficialista, ya que hay muchas decisiones que no pasan por su órbita.
Ernesto Sanz, otro de los mentores de Cambiemos junto a Carrió, se convirtió en uno de los hombres de consulta del Presidente que lo convoca a la Casa Rosada y a la Residencia de Olivos para discutir distintas iniciativas pero bajó drásticamente su perfil y no se escuchan sus opiniones sobre la marcha del Gobierno: ni críticas ni elogios, nada.
En febrero, a dos meses de la asunción de Macri, el radicalismo hizo trascender su malestar respecto a medidas del Ejecutivo y fue zanjado durante un encuentro en Luján de los legisladores del partido con Rogelio Frigerio y Marcos Peña, quienes se comprometieron a “profundizar” la coalición y dar mayor participación en las decisiones.
En varias oportunidades, Macri convocó a Sanz y a Carrió para acomodar los tantos después de algunos excesos mediáticos de la diputada y seguramente recordarles lo que el macrismo dijo durante la campaña y después intentó suavizar.
“No va a haber un cogobierno, el que gane la primaria gobierna y el que pierde, sugiere”, resumió hace más de un año Rogelio Frigerio, mucho antes de convertirse en ministro del Interior, para explicar el espíritu de la alianza oficialista en construcción, comandada por el macrismo y acompañada por la UCR y la CC.
Más allá de las intentos de Macri por frenar a su socia, Carrió también marcó sus diferencias en torno al proyecto de blanqueo de capitales -cuyo texto original permitía incluir a funcionarios y la Coalición y la UCR no estaban de acuerdo-, y también por el rechazo a Daniel Angelici como supuesto “operador judicial” del macrismo.
Uno de los últimos encontronazos tuvo como protagonistas a Carrió y Gabriela Michetti, amigas desde hace más de una década, luego de que la vicepresidenta tildara a “Lilita” de “inmanejable” y considerara que no es “una persona de trabajo en equipo”, tras una polémica en torno a la designación de Ricardo Echegaray en la Auditoría General de la Nación.
Fiel a su estilo, Carrió la cruzó por televisión, le pidió “que haga silencio y que nunca más hable mal de mí” y buscó poner fin a una de los tantos entredichos que, seguramente, seguirán sucediéndose en la joven coalición oficialista.