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Opinión 13 de julio de 2018

Puigdemont, el sueño fallido de una Cataluña independiente

por Daniel Bosque

Carles Puigdemont.

Abandonó España en octubre sin haber alcanzado su sueño de una república catalana independiente.

Ahora el exilio europeo del expresidente catalán Carles Puigdemont podría terminar en una cárcel española tras la luz verde de la justicia alemana a su extradición.

La decisión es agridulce para el líder independentista: si bien el tribunal alemán acepta extraditarlo por malversación, rechaza la existencia del delito de rebelión, el más grave que recaía contra él.

“Hemos derrotado la principal mentira sostenida por el Estado (…) Lucharemos hasta el final y ganaremos”, tuiteó este jueves.

Desconocido incluso en Cataluña hace tres años, la vida de este periodista de 55 años, con una espesa mata de pelo negro al estilo Beatles, dio un giro de 180 grados en enero de 2016, cuando su compañero Artur Mas le cedió el relevo al frente de la región.

De gobernar la tranquila ciudad de Girona pasó a presidir esta región nororiental de 7,5 millones de habitantes con el encargo de iniciar un proceso de secesión que acabaría centrando la atención internacional.

Menos de dos años después, organizó el 1 de octubre de 2017 un referéndum ilegal sobre la independencia, burlando las prohibiciones judiciales y la violencia policial, y el 27 de ese mes permitió una histórica pero infructuosa declaración de independencia en el Parlamento regional.

Pero lejos de conseguir su ansiada república, el mandato de Puigdemont terminó con la autonomía regional intervenida por Madrid y con él y parte de su gobierno marchando al extranjero tras haber sido destituidos.

Impedido de volver a España, donde se le persigue por el grave delito de rebelión, decidió mantener su lucha desde el corazón de una Europa presentándose como el “presidente en el exilio de la República Catalana”.

Una situación paradójica para quien, según su exministro regional Santi Vila, había dudado de declarar la independencia alegando que no se veía como “presidente virtual de un país virtual” ni como presidente de “Freedonia”, la república imaginaria ideada por el humorista Groucho Marx.

Independentista de “pura cepa”

Nacido en Amer, un pueblo montañoso de 2.200 habitantes a 100 km de Barcelona donde su familia todavía conserva la pastelería de sus padres, Puigdemont, el segundo de ocho hermanos, lleva el independentismo en las venas.

“Somos una familia independentista de pura cepa, el amor por este país lo hemos llevado siempre dentro”, explicó a la AFP su hermana Anna, encargada de regentar el negocio de los padres.

Nunca escondió esta creencia, ni siquiera cuando era completamente minoritaria en el partido al que se afilió en 1980, Convergencia Democrática de Cataluña, que centraba su política en negociar con Madrid mayor autonomía para la región.

“En Cataluña muchos se han hecho independentistas por reacción alérgica a las políticas de Madrid. Pero él no, él siempre ha tenido estas convicciones”, explica su amigo, el poeta y articulista Antoni Puigverd.

Ni siquiera en sus años de periodista dejó al margen su ideología, ya fuera al frente de la redacción del diario nacionalista El Punt o como fundador de un diario en inglés para dar a conocer la actualidad catalana al extranjero o de una agencia de noticias.

“Siempre ha compaginado su militancia política con el periodismo”, señala el periodista de Girona Ramón Iglesias, ahora en la radio Cadena Ser.

 Un “cadáver político” resucitado

Como su predecesor Artur Mas, habla inglés y francés, y también rumano al estar casado con una periodista de ese país, Marcela Topor, con quien tiene dos hijas.

Si bien muchos lo dieron por muerto tras su marcha del país -“es un cadáver político”, llegó a decir un portavoz del conservador Partido Popular-, Puigdemont no dio su batalla por perdida.

Tras una atípica campaña electoral en la que participaba por medio de videoconferencias, la candidatura de Puigdemont fue la más votada dentro del bloque independentista, que recuperó la mayoría absoluta en las elecciones regionales de diciembre.

Durante meses intentó ser reinvestido como presidente regional pero, ante los continuos bloqueos judiciales, cedió el testigo al editor Quim Torra.

Todavía más radical que su antecesor, muchos ven en Torra un “títere” de Puigdemont que desde Alemania se resiste a soltar los hilos de la política regional.

AFP-NA