La Ciudad

Quiénes son las enfermeras que cuidaron y contaron los 600 mil dólares de una paciente del HIGA

Laura, Claudia y Norma son hoy el orgullo del hospital público local. Ejemplo de honestidad y profesionalismo, actuaron de acuerdo al protocolo cumpliendo su objetivo primero: cuidar al paciente.

La Ley de Ejercicio Profesional de Enfermería establece, entre las múltiples obligaciones a cargo de las personas que se desempeñan en ese cargo, la responsabilidad de realizar un inventario de las pertenencias personales con las que llega al establecimiento sanitario el o la paciente. Esa era la normativa que se disponían a cumplir, el pasado 8 de octubre, las enfermeras del Hospital Interzonal General de Agudos (HIGA) Claudia TejedaLaura Canale y Norma Boccardo cuando encontraron en la valija de una mujer internada en la Unidad de Crisis nada más y nada menos que 600 mil dólares y 350 mil pesos.

Con varias décadas de trabajo en el hospital público (dos de ellas se acercan a los 40 años de servicios en el lugar) y pese a reconocer que en el ejercicio de la profesión “se ve absolutamente todo”, todas coincidieron en que algo así, nunca. “¿Con esta dimensión? ¿Este monto de dinero? ¡Jamás!”, destacaron hoy, en una entrevista con LA CAPITAL y a un poco más de una semana del hecho que no sólo llegó a la Justicia sino también a los medios nacionales.

Es martes y como todos los días, el Hospital Interzonal está repleto. Con cientos de vecinos y vecinas de la ciudad y alrededores deambulando por el inmenso edificio, Claudia, Laura y Norma se aseguraron que sus puestos estén cubiertos y accedieron a reunirse unos minutos con LA CAPITAL, que las esperaba en una de las salas de reuniones que cuenta el establecimiento.

“Ah, ¿pero es con foto? ¡No sabía!”, dice Claudia al ver al fotógrafo, un poco en chiste un poco en serio. Ninguna de las tres se ve muy cómoda con la exposición y hay en el aire una sensación que se confirmará minutos después con el correr de la charla: su atención y preocupación siempre está en el trabajo.

Así y todo, cuentan con soltura y con detalle todo lo vivido ese día. También reconocen entre risas que no tomaron dimensión de lo ocurrido hasta llegar a sus casas. “Siempre me dí cuenta que era mucho dinero, pero la verdad es que no le dí mucha importancia. Recién cuando llegué a mi casa y uno de mis hijos agarró la calculadora y me dijo que eran más de 36 millones de pesos me percaté que sí, efectivamente era mucha plata. Muchísima”, reconoció inocente, Laura, la jefa del departamento de Enfermería.

L.R – iniciales que representan a la mujer internada- ingresó al nosocomio a las 20.30 del 7 de octubre. Con ella trajo una valija de grandes dimensiones y una riñonera, dos objetos de los que no estaba dispuesta a desprenderse. Al menos así lo recuerda Claudia, la primera de las tres enfermeras en tomar contacto con la mujer a las 6 de la mañana del martes 8, cuando ingresó a su turno.

“La encontré en el consultorio de Unidad de Crisis, recostada sobre la camilla pero con los pies sobre una valija que tenía arriba de la cama. Bajo ningún punto de vista ella quería que alguien tocara esa valija”, recuerda Claudia. También recuerda la presencia de un hombre en el pasillo que aseguraba ser familiar de L.R, pero que después se comprobaría que era tan solo un inquilino de una propiedad de la mujer.

Las tres enfermeras que cuidaron y contaron el dinero de la paciente.

Según señaló la profesional, la normativa de la institución permite hacer entrega de las pertenencias de un paciente a familiares directos que comprueben su relación con un documento de identidad. “Sin eso, imposible”, aseguró, y así fue. La valija no se entregó al inquilino, tampoco a un segundo hombre que se acercó al lugar -y que LA CAPITAL señaló como el esposo de un matrimonio amigo de la mujer- y tampoco a su marido, H.V, que se hizo presente a las horas, pero como antes de ingresar al hospital L.R había hecho una denuncia por violencia de género en la Comisaría de la Mujer, el protocolo de protección a la víctima no habilitó contacto alguno.

“Solo cuando le dijimos que iba a ser trasladada al edificio de Salud Mental, nos pidió que llamáramos al hermano, que recién atendió nuestros llamados varias horas después”, explicó Claudia. Para cuando el hermano se presentó en el HIGA, los fajos de dólares, pesos y hasta liras italianas ya habían sido descubiertos y puestos a resguardo de la Justicia.

Pero antes de proceder al traslado de la mujer y como lo establecen las normas legales, tanto Laura como Claudia se dispusieron a abrir la famosa valija, ante la atenta mirada L.R, dos policías y médicos de Salud Mental.

“Ella ya me había dicho más temprano que tenía dinero, por eso entendí que no quisiera desprenderse tan fácilmente de la valija, pero antes de que la abriéramos me reconoció que era ‘bastante’. Lo primero que nos dejó abrir fue la riñonera, donde tenía cinco celulares, cerca de veinte tarjetas de débito y crédito, documentos de identidad de ella y su marido, 700 pesos y 3.000 liras italianas”, indicó Claudia, quien aseguró que cuando terminaron de identificar todos los elementos, L.R se mostró mucho más tranquila a que abrieran su valija. Tenía confianza en ellas.

“Al abirla, arriba del todo encontramos una campera que en los bolsillos tenía algo de dinero. Se lo muestro pero ella me dice que no, que no era todo el dinero, que había más. Y ahí empezamos a encontrar desparramados por la valija fajos de dinero argentino. Billetes de 100, de 500, de 1.000. Solo con eso llegamos a una cifra de $285.000. Cuando terminamos de contar ella me preguntó cuánto habíamos contado y que busquemos más, que había más”.

Y efectivamente había más. Además de los más de 280.000 pesos desparramados por la valija, había una caja de vino que adentro tenía la increíble cifra de 600.000 dólares y un papel de cuaderno con la cifra exacta de dinero.

“Cuando terminamos de contar ella insistía que había más, pero nosotras no veíamos más. Hasta que en un momento yo agarré la valija y la sacudí sin querer. De pronto empezaron a caer más fajos que estaban doblados en bolsillos. Y con eso llegamos a los 350.000 pesos”, cuenta Laura.

La tercera y última enfermera que entraría en contacto con el dinero fue Norma, que entró a su turno a las 12 y cerca de las 13 debió dirigirse al departamento policial del HIGA donde pasó varias horas contando uno a uno los billetes encontrados. “Pasé muchas horas ahí. Estaba sorprendida por el nivel de dinero, porque nunca habíamos manejado semejante cantidad, pero estaba preocupada porque quizás las enfermeras me estaban necesitando y yo estaba ahí, contando plata”, recordó Norma.

La enorme demanda que recibe diariamente el hospital en muchas ocasiones desborda al personal presente, por lo que la ausencia de uno solo de los profesionales suele provocar complicaciones en la atención. Su vocación de servicio se cristalizaba en forma de preocupación.

Un ejemplo de honestidad y profesionalismo

Laura, Claudia y Norma son hoy el orgullo del hospital público local. Ejemplo de honestidad y profesionalismo, actuaron de acuerdo al protocolo cumpliendo su objetivo primero: cuidar al paciente.

“Nuestra gratificación es recibir un gracias. Nuestro deber es cuidar al paciente y también somos las únicas que podemos tocar sus pertenencias De esta mujer (L.R) fue eso lo que recibimos. Cuando ella se fue nos agradeció mucho. Preferimos quedarnos con eso”, dijo Norma.

Laura, explicó lo mismo: “¿Tocar ese dinero? ¡No es mío!, no tocaría ni un peso. Cuando se los conté a mis hijos, que les mandé a un audio, me dijeron que estaban muy contentos de que nos haya tocado esto a nosotras, porque pudimos resguardar a la mujer y al dinero. Cualquier persona podría habérselo sacado. De hecho ella nos contó que en una de esas horas previa a ser internada anduvo deambulando por la calle y unos chicos se habían acercado a ella y ella los había espantado con un bastón. Estuvo muy expuesta”.

Por su parte, Claudia aseguró que “por supuesto que llamó la atención la cantidad de dinero, pero todos en el hospital y en nuestras familias saben que así es nuestro trabajo y así nos lo tomamos nosotras”.

Antes de despedir a LA CAPITAL, Laura aprovecha para sumar una conclusión más: “Esto también es el hospital público. Yo agradezco que ella haya llegado acá y que haya sido atendida por nuestro personal. Fue una bendición. Porque todos hablan de las falencias del hospital público, pero la institución da mucho de lo que piensa la comunidad. Muchas veces no nos conocen o nos conocen por tragedias y malas noticias, pero esto también hay que contarlo”.

 

 

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