Radares y gliders estiman el cambio climático que no vemos

Por Federico Ignacio Isla, CONICET-UNMDP
Terminada la guerra se emplazaron radares en los denominados transbordadores espaciales o shuttles (Atlantic, Challenger. Columbia, Discovery, Endeavour, Enterprise, Pathfinder). Estas misiones investigaron la utilidad de las diferentes longitudes de onda (X, C, S, L). Finalmente, en 1991 la agencia espacial europea logró poner un radar en un satélite. El ERS1 fue una misión en parte destinada a detectar con el sonido lo que no veían los satélites ópticos. Así se pudieron mapearlas las variaciones del litoral del hielo antártico, principalmente en los sectores donde no se pueden acercar los barcos: las plataformas de hielo, donde el hielo flota sobre el océano austral (Filchner-Ronne, Ross, Larsen, Amery, Shackleton).
El indiscutible derretimiento del hielo de Antártida, Groenlandia, Artico, y hasta de los Andes Patagónicos provoca el aumento del nivel del mar. Durante mucho tiempo fueron los mareógrafos los que medían ese aumento del nivel del mar, pero había que analizar si esos equipos estaban en zonas que se hundían (subsidencia) o se levantan (alzamiento tectónico). Pero cuando los altímetros que operaban desde los satélites lograron una precisión de +/- 1 cm fueron llamados a reemplazar a los mareógrafos ya que podían apreciar los cambios del nivel del mar en medio del océano. Y al mismo tiempo los mismos altímetros permiten hacer balances de hielo acumulado o derretido. Así, los mismos sensores permiten estimar cuanto hielo se derrite y cuanta agua se acumula en el mar.
Pero todavía había sectores donde no se podía estimar el derretimiento global, y esto es debajo de los hielos flotantes. Faltaba estimar el balance entre hielo y agua de mar. Y aquí aparecen los gliders; mini-submarinos autónomos que registran tanto la base de las plataformas de hielo como el sustrato marino por debajo.
El “apolípticamente” denominado glaciar del Fin del Mundo o Twaites retrocede a una velocidad de 2,1 km/año que equivale al doble de los demás glaciares. En determinado momento de los últimos 200 años el glaciar perdió conectividad con su cuenca de alimentación lo que produjo un ritmo exagerado de derretimiento que es mayor en la base del glaciar y podría significar un aumento del nivel del mar de 0,5 m. Un nuevo presagio para la humanidad que obliga esforzar estudios por debajo de las plataformas de hielo: un nuevo confín del planeta que plantea más dudas que certezas.

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