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La Ciudad 18 de agosto de 2019

Raverta, ante un escenario que le permite soñar con hacer historia

La candidata más votada en las PASO quedó en una posición auspiciosa para la elección de octubre. La benefician los resultados en Provincia y Nación. También el desconcierto oficialista y factores locales.

Fernanda Raverta, el domingo pasado, tras ser la más votada en las PASO.

Por Ramiro Melucci

La marea celeste que empezó a asomar con inusitada contundencia el domingo pasado dejó a Fernanda Raverta a las puertas de un doble hito: el de llevar al peronismo local a gobernar Mar del Plata por primera vez desde el retorno de la democracia y el de convertirse en la primera mujer intendente.

El nuevo contexto nacional y provincial que dejaron las PASO, que implica una anticipada reconfiguración del mapa político, es para la candidata del Frente de Todos todavía más preponderante que los casi 28 puntos con que resultó la más votada en el primer round electoral.

La abrumadora victoria de Alberto Fernández sobre Mauricio Macri. El triunfo letal de Axel Kicillof contra María Eugenia Vidal. La devaluación postelectoral que empobreció aún más al país. El error garrafal que cometió el presidente al culpar al electorado. Las necesarias pero tardías medidas de alivio que anunció con el innegable objetivo de arrimarse al balotaje. Todo eso ha colaborado con los ganadores de las primarias, Raverta incluida.

Confluyen factores locales. Juntos por el Cambio fue el domingo la fuerza con más adhesiones en el plano local. Guillermo Montenegro y Vilma Baragiola obtuvieron juntos el 35 por ciento de los votos. Es una paradoja: en ninguno de los dos búnkers hubo celebraciones. El diputado del PRO habló shockeado por los resultados provinciales y nacionales. La concejal de la UCR no dio la cara tras la dolorosa derrota ni felicitó en público a su rival.

El contraste con 2015 fue notorio. Después de perder las PASO con Carlos Arroyo, la dirigente radical fue al búnker de su contrincante, lo abrazó y dijo la frase que se repite en cada interna donde la convivencia de los rivales es aceptable: “El que gana conduce, el que pierde acompaña”.

Nada de eso sucedió el domingo. La falta de ese gesto abre un interrogante sobre el rol de Baragiola de cara al 27 de octubre. No es una incógnita menor: la radical obtuvo el 14% de los votos, una cifra cuyo reparto en las urnas ungirá al próximo intendente.

Montenegro tampoco abundó en gestos. En su breve discurso de la noche electoral, esa en donde cada palabra retumba más de lo habitual porque toda la atención está puesta en los candidatos, no mencionó al radicalismo ni a Baragiola. En los días siguientes tampoco hizo señales de apertura. Es la consecuencia de una tensión que se ha ido acumulando entre los dos sectores que se enfrentaron en las PASO. 

Se explica. Hubo radicales que en todo momento desmerecieron las posibilidades de Montenegro y elucubraron versiones de que ni siquiera iba a llegar a ser candidato. También hubo duras palabras de Lucas Fiorini y Emiliano Giri, dos de los armadores de Montenegro, contra el radicalismo y su dirigencia. En ese marco es difícil pensar en una campaña unificada rumbo a octubre.

Hay que prestar atención a otros datos. Los resultados de los comicios aportan evidencias de un viraje inesperado del electorado marplatense. María Eugenia Vidal no fue, como se esperaba, la candidata más votada en Mar del Plata. Ese cetro se lo birló Alberto Fernández. La gobernadora tampoco le ganó aquí a Kicillof con la contundencia que se aguardaba. Hubo menos de un punto y medio de diferencia. Demasiado poco cuando se creía que esta ciudad podía servir, en parte, para equiparar la derrota del conurbano.

Ese nuevo marco podría significar otras cosas. El peso electoral de Vidal ha sido equiparado por su adversario. Puede pensarse, entonces, que en la próxima campaña una foto con Kicillof valdría casi lo mismo que una con la gobernadora. Con un detalle adicional favorable al ex ministro de Economía: su arrasador triunfo en la provincia lo envuelve en una ola de optimismo. Arriba de esa ola surfea Raverta.

La camporista no perdió tiempo. Ya se sacó la primera foto con Kicillof después de las PASO. Visitó enseguida a Alberto Fernández. Sabe que para llegar a la intendencia debe acortar la importante diferencia que le sacaron los candidatos de su misma boleta. Once puntos y medio Kicillof; trece el candidato presidencial. Votos que probablemente fueron a robustecer el gran número que obtuvo el exintendente Gustavo Pulti con boleta corta, y que la candidata kirchnerista buscará reorientar.

Se aprecia una estrategia con al menos dos elementos clave. La insistencia en el concepto de que no es viable la ciudad si no está en sintonía con la provincia y el país. La idea de que ya comenzaron sus gestiones para generar obras y recursos para la ciudad. A los encuentros con Kicillof y Fernández, Raverta llevó carpetas con proyectos de Mar del Plata, como si los candidatos del Frente de Todos ya fueran el gobernador y el presidente en funciones. Otra ventaja que el nuevo escenario le sirve en bandeja.

El domingo, en la efervescencia del triunfo electoral, la diputada convocó a dirigentes y votantes de Acción Marplatense y el radicalismo. “Vamos a ir a su encuentro”, anunció. Pulti salió envalentonado a rechazar la invitación. Con el argumento de que no puede ir a un lugar en el que antes no lo aceptaron y de que no está dispuesto a rifar los votos que sacó. Baragiola prolongó su mutismo. Después Raverta negó haberse referido a los dirigentes. “Vamos por los votantes”, confirmaron cerca suyo.

A la luz del veredicto de las urnas, el exjefe comunal reseteó una parte de su discurso. Cuestiona a Macri sin disimulo. Repite que votó a Alberto Fernéndez sin que se lo pregunten. Recuerda con énfasis los años de buena convivencia que tuvo con el kirchnerismo durante su gestión. Es su principal carta para tratar de quedar en pie en medio de una polarización que se acentuará.

La de octubre no es la elección que Pulti había pensado. Aventuraba que Baragiola iba a ser la contrincante a vencer. En ese escenario, podía recolectar sufragios de Montenegro, que al igual que él presenta un perfil de gestor. Ahora, en cambio, tendrá que ir por los votos de la UCR, el partido con el que más confrontó en sus ochos años de gobierno. Nada sencillo.

La alegría de Montenegro es módica. La última semana fue la peor del PRO en los últimos cuatro años. Fue la semana en que le estalló en la cara la bomba social que activó la política económica de Macri. ¿Perjudicará al candidato local? Pronosticarlo sería desconocer la historia de desencuentros entre Mar del Plata y el peronismo. Sería también un análisis muy prematuro: todavía quedan más de dos meses para el 27 de octubre. Tiempo suficiente para que gobierno bonaerense despliegue una nueva estrategia electoral. Por más estragos que hayan causado las PASO, nadie en su sano juicio abandona a su suerte a una ciudad como Mar del Plata si sabe que puede representar un bastión para resistir.



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