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Interés general 19 de junio de 2016

Sacheri: “Creo que uno de los grandes problemas del ser humano es la soledad”

En "La noche de la Usina", el escritor construye un thriller rural durante la debacle que desataría el corralito bancario. "Yo en los 90 la pasé muy mal laboralmente", recuerda.

Eduardo Sacheri.

Con “La noche de la Usina”, por la que ganó el Premio Alfaguara de Novela, Eduardo Sacheri construye un thriller rural durante la debacle que desataría el corralito bancario, una trama sin pavimento y con estafa de por medio, en la que rescata la “experiencia doméstica” para narrar una historia de crisis sin helicópteros ni hidrantes, pero con la rabia encendida de un grupo de hombres dispuestos a recuperar lo robado.

Es esta la historia de un grupo de hombres, mejor dicho, del secreto de un grupo de vecinos en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, O’Connor (el mismo de “Aráoz y la verdad”) durante la crisis económica desatada por el neoliberalismo de los 90. Es una trama de “revancha”, como prefiere decir el autor, tras el saqueo bancario de los ajustados ahorros que lograron juntar entre todos para la compra de una acopiadora de granos.

Cuando todo estaba listo para que recuperen su dignidad con un proyecto cooperativo de silos que les daría trabajo y traería vitalidad al pueblo, las cosas no salen como lo esperaban. En medio del corralito económico, una estafa bastante particular con nombre y apellido los convoca a llevar a la acción un plan laborioso y creativo para recobrar lo perdido. Lo robado, en criollo.

Con la acción en primer plano, al mejor estilo western con territorios indómitos sin asfalto y poblado de personajes corrientes, “La noche de la Usina” (Alfaguara) podría leerse como una precuela de “Aráoz y la verdad” y como un aporte literario sobre el contexto de la crisis del 2001 pero desde la lupa cotidiana de las relaciones humanas, donde los sentidos que transitan las personas son los de dignidad, trabajo, tristeza y rabia. Y así, en esta novela definida por el jurado que la distinguió como “coral, ágil y emotiva”, transitan Fermín Perlassi, ex jugador de fútbol, y su hijo, Rodrigo; dos torneros de una fábrica que cerró; un gomero anarquista y alfonsinista que supo ser el jefe del campamento de Vialidad o el gerente de una pequeña empresa de transportes. Y también Fortunato Manzi, el empresario capitalista.

En esta entrevista aborda los temas, los personajes y lo que quiere contar en este libro.

– Expresaste que no te interesa que tus libros definan lineamientos políticos, sin embargo en esta novela retomás el estallido económico del año 2001, ¿creés que ese es un capítulo consensuado para indagar ficcionalmente?

– La novela arranca en el 2000 y no en el 2001. Recuerdo en la década del 90 la extraordinaria candidez de algunos… Lo de los consensos es bastante relativo, son un refugio tranquilizador para gente que a lo mejor debería estar un poco más inquieta y autocrítica en relación a cómo estuvo antes. No quiero polemizar.

– ¿Pero a qué te referís?

– Algunos de nuestros consensos son muy divertidos: alumbramos ciertas cuestiones pero diez minutos antes estábamos en la vereda contraria. Yo en los 90 la pasé muy mal laboralmente pero rodeado de gente que me hablaba muy bien de esos años, y después me encontré con que muchos de ellos venían a mi vereda cuando poco antes estaban del otro lado.

– Revisar el pasado reciente, ¿te supuso reinterpretarlo de una manera distinta?

– Además de escribir soy profesor de historia, y esa la idea del pensamiento histórico, reinterpretar todo el tiempo, formularte nuevas preguntas y reconciliarte con la incertidumbre. Pensar una cosa y después volver a preguntártela. Me parece que es importante dejar abierta la incertidumbre.

– No desde la Historia pero sí desde la cobertura mediática, al comienzo de la novela diferenciás entre lo que decían los medios y lo que pasaba en O’Connor. ¿Son miradas distintas?

– En O’Connor no había tanques, helicópteros ni hidrantes. Yo creo que uno tiene un registro cotidiano de las grandes cosas. Me gusta rescatar el nivel de experiencia doméstica, me parece que nos construye. Porque es cierto que también nos construyen los grandes relatos mediáticos y políticos, no reniego de ninguno, pero creo que somos una intersección de muchas cosas.

– Se dice que tu literatura refleja historias de personas comunes, poco extraordinarias, que atraviesan hechos insólitos y hasta épicos. ¿Cómo entendés ese registro?

– Yo escribo para entender mejor mi propia vida. Mi vida está habitada por gente así, no está habitada ni por grandes empresarios ni políticos conocidos ni gente de los medios. La gente que puebla mi vida es anónima, entonces la de mi literatura también. No quiero decir que debe ser un axioma, en todo caso es un axioma para mí.

– Pero ¿pretendés que tus libros cumplan una función reflexiva?

– ¡Yo no pretendo nada! Me encanta si alguien se llevó mi libro a su propia vida, pero yo escribo porque necesito hacer algo para mí. Después está el libro. Cuando siento que un escritor está buscando hacer algo me molesta, lo vivo como una manipulación.

– De alguna forma en los personajes de “La noche de la Usina” sí hay definiciones en cuanto a buenos y malos, perdedores y ganadores…

– Bueno, es que para mí hay buenos y malos. Con los personajes me pasa lo mismo que con las personas: trato de entenderlas. Pero hay algunos que me caen mejor que otros porque profesan valores que yo intento compartir, pero busco darle voz a todos. No profeso un relativismo moral, claro que me hago preguntas pero no pretendo contárselas al lector.

– Hay un fuerte sustrato emocional y un espíritu comunitario. ¿Por qué?

– A lo mejor ahí se me impone el tipo de literatura y el tipo de persona que me gusta. A mí me interesan las personas que sienten y que intentan entender o conectarse con eso que sienten. Indago en los sentimientos porque también lo hago en la vida real. Y creo que uno de los grandes problemas del ser humano es la soledad. Hay un nivel que es inherente pero la posibilidad de establecer vínculos con otras personas es de las cosas buenas que tiene la vida. Me parece que nuestra fragilidad se puede contrapesar si te juntás con otros.

– Ese sentido de grupo de los personajes es lo que les permite llevar adelante una justicia épica. ¿Es un caso de venganza o de revancha?

– Me gusta lo de revancha porque es hacer hincapié en tu dignidad y no en el daño de lo que le hacés a otros. Para mí la venganza como idea te empobrece porque inflige dolor. En esta historia, estos tipos están en el fondo del mar, los estafan y tratan de salir. Creo que salvarte es tener una vida digna y levantarte a la mañana sin sentirte un hijo de puta.