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Opinión 22 de agosto de 2017

Salvaron la ropa sobre la hora

por Luis Tarullo

La CGT finalmente salvó la ropa sobre la hora después de tantos escarceos y riesgos de ruptura, aunque cada vez hay menos garantías de que los dirigentes continúen juntos hasta fin de año, como era el plan original.

Los “Gordos” no querían ni aparecer por el centro de Buenos Aires a la hora de la marcha ya anunciada por la central sindical peronista -unida con alfileres- para el 22 de agosto en el traumático encuentro de julio, donde hubo reproches y silbatinas de las facciones más duras en demanda de un nuevo paro.

El moyanismo encarnado por el camionero Pablo, el más duro del clan liderado por Hugo, y otros socios políticos entre los que se destaca Juan Carlos Schmid, miembro del triunvirato conductor de la CGT, anunció que no iba a dar ni un paso atrás.

A ellos se adosaron la corriente sindical encabezada por el bancario Sergio Palazzo, las dos CTA y las organizaciones sociales que suelen movilizar a grandes grupos de personas, entre ellas las beneficiarias de planes de ayuda gubernamentales.

Ante la inevitable ruptura, otro grupo de dirigentes influyentes analizaron que no era momento para que la central implosionara -además, acicateada por el gobierno, que dice no verle sentido a la protesta-, y entonces acercaron las posiciones y así se ratificó la movilización para el día del aniversario del renunciamiento de Eva Perón a la candidatura a vicepresidenta de la Nación a mediados del siglo pasado.

Igualmente, Pablo Moyano se salió con la suya y un día después de la confirmación de la marcha realizó su propio encuentro de secretarios generales del interior convocado desde la Secretaría Gremial de la CGT que él ocupa, y anunció una serie de medidas de seguridad para que la protesta no se les vaya de las manos.

El hijo del presidente de Independiente tiene siempre presentes los fantasmas de marzo, cuando en la concentración de entonces la organización no estuvo en manos de Camioneros y entonces hubo grupos que coparon el palco, sacaron corriendo a varios dirigentes y hasta se llevaron el atril del escenario.

Por ello para esta vez prometió una cifra que suena un poco exagerada: 10 mil camioneros para resguardar la seguridad de todo lo que implique la marcha y el acto final, que culminará en la Plaza de Mayo.

De todas maneras, lo que no pueden garantizar Moyano hijo ni nadie es que no haya incidentes entre activistas de diversos sindicatos, sobre todo los pesos pesados.

Ya hubo algo de lío en el plenario de secretarios generales de Ferro del 28 de julio, donde insultaron a algunos dirigentes, pidieron más dureza e incluso hubo hostigamiento intergremial.

No sería la primera vez. La historia tiene sobrados ejemplos, muchos de ellos cruentos. Y la calle es tentadora para que ocurra, sobre todo cuando la unidad en realidad no es plena y todos se disputan permanentemente cuotas de poder (como siempre).

Por eso será importante también el dispositivo de seguridad que establezca el gobierno y, en ese marco, las acciones de inteligencia que despliegue para determinar que –más allá de la posibilidad de los enfrentamientos que puedan darse entre los propios activistas sindicales- no haya elementos extraños que aprovechen la movilización para provocar disturbios o hechos violentos luego eventualmente atribuidos al sector sindical.

Las consignas de la marcha son, básicamente, la “defensa de los puestos de trabajo”, “paritarias libres” y “rechazo a las reformas previsional y laboral y las políticas represivas”.

Salvo este último y discutible punto, al que se agregó la coyuntural demanda de la “aparición con vida” de Santiago Maldonado, el joven que es buscado en la Patagonia, nada nuevo bajo el sol socio-político y económico argentino.

Las variables del mundo laboral se mantienen sin grandes cambios en lo estructural, más allá de la creación todavía moderada de puestos de trabajo. Empleo en negro en altísimo nivel como siempre, desocupación y subocupación que siguen preocupando, salarios aún depreciados, una inflación que decrece pero sigue erosionando los ingresos y la presión –empresarial y de ciertos sectores del gobierno- para hacer más laxas las leyes laborales.

Pasará la movilización, que se prevé numerosa, con la colaboración de los diferentes “aparatos” sindicales y políticos.

Una posdata: en esta nueva protesta no estarán las 62 Organizaciones, que siguen reclamando una conducción unipersonal de la CGT y están concentradas en su reestructuración interna tras la muerte del “Momo” Venegas.

Pero se avecina otro momento seguramente más crítico para la dirigencia cegetista, que es cuando, según viene anunciando, tenga que ponerle fecha a un posible nuevo paro general.

Debería hacerlo un Comité Central Confederal citado para septiembre. O sea, para dentro de un rato, nomás. Y a un paso de las elecciones de octubre. En esta ocasión los capos sindicales salvaron la ropa sobre la hora. Pero solo por ahora.

DyN.