Desde la primera portada en 1905 hasta las publicaciones digitales en su sitio web, hubo un largo recorrido de 12 décadas. Evolución, modernización y capacidad de adaptación de un medio que siempre buscó respaldar el progreso y desarrollo de Mar del Plata.
Faltaba una voz, una tribuna. En los primeros meses del año 1905, Mar del Plata tenía ya consolidado el sueño de ser una gran ciudad y había superado la transición de pueblo productor de tasajo en su saladero de Punta Iglesia a un urbe balnearia y atractiva para las clases altas. Las instituciones se fortalecían día a día y de ello era un ejemplo indiscutible la inauguración de la Iglesia Catedral.
Su urbanismo perseverante y exclusivo se reconstruía en la Rambla Lasalle para reemplazar a la incendiada Rambla Pellegrini. La población crecía hasta superar los diez mil habitantes. Pero era necesario un agente que amplificara los sucesos, que expusiera las necesidades y propusiera la soluciones.
La visión de Victorio Tetamanti y el compromiso enfocado en apoyar el progreso de Mar del Plata se completaron con el deseo y un día como hoy, de hace 120 años, aparecía la primera publicación del diario LA CAPITAL. El ejemplar 1.
Desde entonces la evolución periodística ha sido una constante para transformarlo no solo en el principal medio de comunicación gráfica de la ciudad, sino también en una lente a través de la cual es posible leer el devenir de la comunidad, su transformación social, sus temores, sus aspiraciones y su forma de vincularse para conseguir el propósito inicial: ver a una Mar del Plata cada vez más grande.
El análisis detallado de la primera página del diario, de su portada como se llamó originalmente o de su tapa, tal como es su denominación actual, y del resto de los pliegos impresos puede proporcionar una idea del tránsito entre aquel periodismo y el de estos tiempos.
Vale introducir un agregado que logre contextualizar el posicionamiento de LA CAPITAL en sus orígenes y su agenda. De hecho, lo hace la misma editorial de aquel 25 de mayo de 1905, el día de su aparición: “Llegar a ser dentro de nuestra pequeña y modesta esfera parte integrante del verdadero periodismo nacional, del que busca el engrandecimiento de la nacionalidad, del que quiere que el pueblo argentino ocupe el lugar que legítimamente le corresponde en el concierto de las naciones más adelantadas del mundo. Dentro de esos lineamientos, LA CAPITAL luchará constantemente, no omitiendo esfuerzo de ninguna especie para que el Partido de General Pueyrredon se declare Capital de la Provincia”.
En esa misma columna se adelanta que se bregará por un puerto comercial, por un Colegio Nacional, por líneas férreas económicas, por obras higiénicas, por el saneamiento del arroyo, y por hermosos y amplios paseos. Queda así claro que más que comunicar noticias, el diario siempre intentó ser un actor gravitante en el desarrollo y el progreso de Mar del Plata. Desde su fundador, Victorio Tetamanti, hasta su actual director, Florencio Aldrey.
En sus comienzos, el enfoque periodístico evidenciaba una fuerte fe en las estructuras del Estado, el desarrollo urbano y el potencial del turismo. La línea editorial se exhibía como una voz potente y formativa, con artículos largos que dejaban poco lugar a lo cotidiano o lo popular.
La información, en muchos casos, consistía en comunicados oficiales o en la reproducción literal de mensajes provenientes de entidades públicas. El destinatario de esas publicaciones no era el ciudadano común, sino un lector cultivado, con aspiraciones ilustradas.
Esas primeras ediciones eran de solo dos páginas y, a la vista de los cánones actuales, aparentaban ser densas, con mucho texto distribuido en múltiples columnas. El diseño era simple, con poca jerarquía visual más allá del nombre del diario en la cabecera.
Predominaban los anuncios clasificados y avisos sociales integrados en la página. Sus titulares eran pequeños, a menudo meramente descriptivos o actuando como etiquetas de sección.
Ya en la década de 1910, comenzaron a ser más informativos, pero aún discretos (como “Italia en la guerra” o “El radicalismo y el problema agrario”). Y, por supuesto, el foco inicial estaba en noticias locales y provinciales, eventos sociales (fiestas, beneficencia), avisos oficiales y culturales (teatro). Hacia 1915, se incorporaron con gran preponderancia temas de política nacional, economía y noticias internacionales (como la Primera Guerra Mundial).
En poco tiempo, los avisos comerciales y la mayor necesidad de comunicar eventos llevaron a la dirección de LA CAPITAL a permitir la expansión a cuatro y hasta seis páginas, siempre con un vanguardismo que su concepto conservador y solemne no ponía en riesgo.
Las primeras novedades
En la década del 20 tenía un efecto de validación publicar un artículo en el diario LA CAPITAL. Era una posibilidad de exposición a la que no todo el mundo llegaba, motivo por el cual las firmas eran rutilantes, tanto en el campo político como en el cultural. Esos textos, en algunos casos extensísimos, comenzaban a compartir edición con el entretenimiento deportivo y los titulares, considerablemente más grandes y en negrita, ya dominaban la tapa, con lo que establecían un escalafón visual más claro. También aparecían por primera vez elementos gráficos como recuadros para anuncios o pequeñas secciones fijas y se alcanzaban, en esporádica frecuencia, las ocho páginas, muchas de las cuales estaban cubiertas por avisos comerciales vinculados a los propietarios de LA CAPITAL.
En sintonía con el aumento de los habitantes y su base de lectores, LA CAPITAL también mejoró técnicamente y pudo ampliarse a dos pliegos de cuatro páginas, siempre en formato sábana, y a la novedad de regalar en determinadas ediciones algún suplemento.
El espacio para las noticias sociales, tan necesarias para reforzar vínculos con la comunidad, fue en crecimiento, mientras se le otorgaba un fuerte énfasis a la política nacional y provincial, noticias internacionales, y temas de interés local como infraestructura y problemas sociales.
El arribo de Tomás Steganini a la dirección editorial significó en la década del 30 la consolidación como medio informativo y de promoción comercial, combinándose el compromiso por el desarrollo de la ciudad con el rol de “pizarra” de intercambio de bienes y servicios. Podían verse en sus avisos comerciales desde el anuncio de un remate de cabezas de ganado hasta la llegada a Mar del Plata de un médico especialista en “afecciones urinarias y sífilis”, pasando por el destaque de las bondades higiénicas del Brillante Royal a los consejos para cuidar con un buen mecánico el motor de los autos.
Fue entonces que la materia prima del periodismo la entregó el desarrollo urbanístico, con permanentes publicaciones sobre la obra pública.
El impacto visual de la fotografía de tamaño se estableció como criterio de manera definitiva en los años 40, y ya aparecía la imagen de acción. Con anterioridad solían ilustrar los artículos retratos personales y algunos dibujos, pero no era común ver secuencias más allá de lo social. Incluso, gráficamente, por fuera de las columnas de textos. Se recuerdan nostálgicas postales de gentes de la alta sociedad en recorridas por el Paseo General Paz o las ramblas, eso sí. En cambio, la fotografía como refuerzo informativo de un artículo periodístico comenzó a ser preponderante en la década de 1940 y el rol del reportero en la calle, incluso el corresponsal de viaje, se empezó a utilizar con más habitualidad, generándose así una dinámica texto-imagen más moderna.
Las secciones
El periodismo, se ejerciera en un medio regional o en otro de grandes capitales, evolucionó en la primera mitad del siglo pasado a partir de los grandes eventos globales.
Guerras mundiales, crisis económicas, descubrimientos científicos y vaivenes políticos. También, la irrupción del deporte y la cultura como sucesos unificadores, transversales, que merecían especialistas para su tratamiento.
Los escritores que llenaban de tinta y clase los periódicos se fusionaron con los cronistas de sección. Hubo en las décadas siguientes una conjunción de pluma y dato que elevó el nivel periodístico y hasta fines de los años 50, LA CAPITAL puede ser leído, a la distancia, como un actor político-cultural que busca sostener el orden institucional y el relato de una ciudad gobernable. Sin embargo, a partir de la década de 1960 comenzó un cambio importante: el ingreso de nuevas temáticas, el uso de recursos narrativos más modernos y una apertura hacia conflictos sociales y subjetividades antes ausentes. Ese giro marcaría una nueva etapa de LA CAPITAL en su vínculo con los lectores y con la ciudad.
Es en esta década en que el diario trepa a las 16 páginas cambiando definitivamente el hábito de lectura. Lo que antes era una entrega que hasta podía leerse de parado en algún lugar, ahora pasaba a ser un recurso informativo o de entretenimiento en el trabajo, en el living de la casa, en un café. La cobertura deportiva inflamaba el espíritu de miles de marplatenses y crecían ídolos a la luz
de la pluma de muchos referentes en tiempos en donde la narrativa de esa temática era exclusividad de la radio.
Deportes como el fútbol, automovilismo, patín carrera, boxeo y ciclismo ocupaban las páginas de manera cotidiana. También la crónica policial alcanzó por entonces algunos perfiles literarios, a tono con tendencias internacionales que se imponían, distinguiéndose de los artículos sobre política que debían balancearse en el vaivén institucional que un país inestable como Argentina.
Deben entenderse los contextos de competencia de LA CAPITAL como un motivo de diferenciación e identidad.
Como había ocurrido en los inicios con las resonancias de periódicos locales como El Bañista, El Eco, El Marplatense o El Cívico, en los años 60 coexistían el diario El Trabajo y El Atlántico, que tenían miradas propias sobre la realidad local, y además sus estilos periodísticos buscaban un camino propio. LA CAPITAL fue, por sobre todas las cosas y sin distinción de competidores, un diario de fuertes convicciones con una línea editorial que privilegiaba la buena escritura, coberturas más extensas y un anclaje en la interpelación política. De hecho, contenidos como el literario o la crítica del arte eran buscados casi de manera exclusiva en el medio.
En los estremecidos años 70, el periodismo vio alterado su natural desenvolvimiento y no fue LA CAPITAL su excepción. Fueron años difíciles, en donde el pretendido bien superior de la profesión, es decir, la tendencia razonable a un periodismo objetivo, cedió frente a un ecosistema dañino, condicionante y tenebroso. En donde la verdad era muy difícil de ser distinguida, donde muchas veces era peligroso buscarla y donde, probablemente, se accionó con un criterio que años después pudo haber generado algún reproche dentro de la misma redacción.
LA CAPITAL ya utilizaba un formato de doble sección, con política nacional, internacional y local, sociales, actualidad zonal y espectáculos en una de ellas, y deportes, juego y avisos clasificados en la otra. Eran entre 24 y 26 páginas diarias, lo que derivó en un crecimiento de la redacción y equipos gráficos.
Vale resaltar un punto: siempre LA CAPITAL se destacó por su permanente celo en la calidad de impresión y por eso se inauguró en 1973 una nueva planta editora o en 1980 con la llegada de la fotocomposición que reemplazó al linotipo.
Modernización
En los años 80, hubo un cambio paradigmático en LA CAPITAL, con el arribo de Florencio Aldrey a su dirección y la inercia de algunas ideas preexistentes. Se montó en 1983 una evolucionada planta editora en su sede de Champagnat 2551, con impresión rotativa de última generación y un edificio similar al de los grandes periódicos estadounidenses. También el equipamiento en redacción, fotografía y fotocomposición fue renovado, y se avecinaba así el gran cambio hacia la impresión color.
Además, Florencio Aldrey avistó un nuevo modelo de negocio que incluía la conformación de un Multimedios y, principalmente, la consolidación de la marca “LA CAPITAL”.
En este último aspecto, ya la dirección anterior había acertado con la creación de una pieza publicitaria de antología que quedó en la historia: el comercial animado de LA CAPITAL, con un jingle que comenzaba: “Es el diario tradición de la ciudad, LA CAPITAL, es orgullo de la prensa nacional…”.
El retorno de la democracia también marcó la recuperación de la crónica política demandada por el lector, mientras que las secciones como Deportes, Espectáculos o el ya tradicional Suplemento Literario compusieron una idea de compañía necesaria de los marplatenses. El vínculo con la colonia artística, que siempre había sido fuerte, se intensificó mucho más y no resultaba extraño en esos tiempos ver a celebridades aguardando la salida de LA CAPITAL para leer las reseñas, entrevistas y apostillas.
Fue en esos 80 que llegó el color que imprimió una calidad inaudita a las publicaciones diarias. Por primera vez, los lectores disfrutaron de esa tecnología el 18 de diciembre de 1983 en el suplemento llamado LA CAPITAL Revista que aparecía todos los domingos. En eso también fue pionero LA CAPITAL y la sorprendente calidad terminó apoderándose del resto del diario en los años 90.
Un cambio que trastocó todas las estructuras y al que se adaptó LA CAPITAL fue la portabilidad, con la telefonía celular inteligente.
La redacción se nutrió de una nueva camada de periodistas que, en combinación con los más experimentados, renovaron la manera de entender la profesión para los tiempos globalizados. Nuevas dinámicas narrativas, apoyadas por los recursos digitales y de diseño con la irrupción definitiva de la computación propiciaron, una natural modernización, mientras se pensaba ya en la necesidad de un “aggiornamiento” del histórico formato “sábana” al “tabloide”, es decir, hacia un diario más compacto.
Fue así que el 1° de enero del 2000 se produjo el cambio más significativo en la historia del diario en términos de soporte de publicación. Se pasó entonces a un tamaño más reducido, pero se incrementó la cantidad de páginas, llegándose en los años siguientes a 96 en cuatro secciones.
En cuanto a lo editorial, el centenario del Diario LA CAPITAL en 2005 arribó, con la revolución tecnológica de internet y una versión digital, un novedoso modo de entregar la noticia. Fueron años de readaptación, de entender que toda una vida analógica iría cediendo hacia otros paradigmas, de inmediatez, brevedad y que, como todo cambio, debía hacerse aceptar. Un cambio que trastocaría todas las estructuras en la siguiente década con la portabilidad, con la telefonía celular inteligente. Porque antes de eso, el lector debía “salir” en busca de LA CAPITAL, y ahora LA CAPITAL empezaba a “llegarle” a su casa.
Los medios de comunicación debieron redefinirse y los diarios, que jamás habían informado en “tiempo real”, pasaron a hacerlo. También en ello LA CAPITAL se posicionó en liderazgo para marcar la pauta a través de su sitio web y sus redes sociales.
El futuro encierra incógnitas que también son desafíos. Porque cuando se creía que todo estaba inventado, apareció la inteligencia artificial. Y LA CAPITAL ya está trabajando para no quedarse detrás, porque siempre se entendió su existencia como la representación del progreso y del desarrollo. Tan así que este mismo artículo se nutrió de un asistente de IA para documentarse, corregirse, redactarse y editarse.