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Opinión 13 de junio de 2021

Signos de reconfiguración en el paisaje político

Las encuestas de las últimas semanas muestran casi unánimemente que la pandemia ya no constituye la principal preocupación pública. Ahora la inquietud prioritaria ha pasado a ser la situación económica; y antes que nada, la inflación.

Que el miedo al virus haya cedido los primeros lugares es en parte fruto de que las vacunas están llegando y el proceso de vacunación empieza a avanzar con mayor celeridad.

En ese sentido, la oposición atrasa un poco al mantener su ofensiva sobre el tema vacunas. Desgastado el argumento que sugería que se habían pedido coimas a la firma Pfizer (lo desmintieron sus máximos directivos), ahora las quejas se derivan a razonamientos contrafácticos (qué habría pasado si el gobierno hubiera acordado con esa farmacéutica), con una retórica que muchas veces parece atada a un enamoramiento irrefrenable de la marca germano estadounidense. Aunque fuera cierto que -como destacó un columnista de La Nación- “Pfizer tiene los mejores lobbistas del mundo”, el repiqueteo local sobre esa vacuna parece tener menos que ver con los negocios de esa empresa que con el relato al que echó mano la coalición de fuerzas opositora.

El oficialismo, por su lado, se aferra a su estrategia de vacunación, ahora más intensa, puesto que empiezan a llegar las esperadas dosis. El aflojamiento de las restricciones que exhibe la nueva etapa de cuarentena decretada por el Poder Ejecutivo, así como el cambio de actitud del gobierno bonaerense (que hasta se inclina ahora por la presencialidad en las escuelas) indican que el gobierno empieza a sentirse seguro en ese terreno.

Para la opinión pública lo importante no es la marca, sino que se vacune (como decía Deng Xiaoping: “no importa el color del gato, sino que cace ratones”). Y, al parecer, llegaremos al tiempo electoral (que es el horizonte del oficialismo y también el de la oposición) con un número abultado de inoculaciones.

De todos modos, habrá que ver si ese será un factor que le garantice algo al oficialismo cuando las antenas de la sociedad atienden ahora a seguridades de otro orden (precios, llegar a fin de mes, tener un empleo, educar a los hijos).

La experiencia comparada indica que las elecciones de medio término suelen ser negativas para los oficialismos, aunque cuando, como en el caso de este año, se trata del primer comicio después de un cambio de gobierno, se abre la chance de una excepción: el kirchnerismo se impuso en 2005 y el macrismo en 2017.

Otro lugar común de politólogos: las elecciones legislativas dispersan más el voto que las presidenciales. Es cierto, pero ahora se presentan ciertas circunstancias correctivas. Primero, en las dos grandes fuerzas se notan muy tempranamente aprestos y posicionamientos referidos a la elección presidencial de 2023. No estamos ni exclusiva ni principalmente ante una competencia entre aspirantes a conseguir una buena colocación en las listas, sino ante el despliegue de fuerzas enmarcan la puja legislativa en la estrategia que conduce a aquella otra.

Le donne sono mobili

En las diversas fuerzas de la oposición, por caso, hay alineamientos preparatorios. El liderazgo del Pro está en disputa: Horacio Rodríguez Larreta trabaja claramente por su propia candidatura presidencial y, en función de ello, discute con Mauricio Macri tanto en el plano de los posicionamientos políticos como en la administración de las fuerzas y las candidaturas partidarias (y las de Juntos por el Cambio).

Larreta pretende, en principio, conservar el control del distrito central del partido -la ciudad autónoma- y asegurarse la sucesión.

Prefiere notoriamente a María Eugenia Vidal como cabeza de la lista de diputados porteña en las legislativas. Macri quiere a la ex gobernadora en la provincia de Buenos aires, pero ella decidió mudarse a la Capital: no quiere volver a competir en la provincia donde triunfó sorprendentemente en 2015 y Larreta la recibe como una aliada privilegiada, para taponar las aspiraciones de la siempre movediza Patricia Bullrich, cuya eventual victoria en la ciudad la habilitaría para competir por la jefatura de gobierno o por la presidencia en 2023 como expresión del ala macrista y dura del Pro, un doble escenario de desafío que Larreta quiere desmontar anticipadamente.

Vidal, que maneja su propio pase, le pide a Larreta un precio que éste está muy dispuesto a pagar: incorporar vidalistas al gabinete porteño, en ministerios de peso (Gustavo Ferrari iría a Justicia, por ejemplo).

En la provincia de Buenos Aires (25 por ciento del padrón electoral nacional) Larreta quiere asegurar el posicionamiento de su línea con Diego Santilli como figura, y allí la disputa con el macrismo se encarna en el intendente de Vicente López, Jorge Macri, que cree contar con el apoyo de un sector de intendentes del Pro.

En el distrito bonaerense Larreta tiene también que arreglar las cuentas con una aliada principal en la coalición opositora: Lilita Carrió. Otro caso de donna mobile: fue diputada por el Chaco y por la Capital pero ahora, usufructuando el cruce de Vidal a la ciudad autónoma, ha decidido postularse en la provincia de Buenos Aires (su nuevo domicilio, por otra parte, está en Capilla del Señor). Carrió, además, exige encabezar la lista bonaerense en noviembre: aún suponiendo que Santilli -un político de disciplina profesional- admita ser segundo de ella, es poco probable que se pueda evitar una PASO reñida en el distrito, considerando que tanto Jorge Macri como Emilio Monzó tienen grandes expectativas. Y cuando llegue la hora de pelear la gobernación habrá que anotar también a Cristian Ritondo, jefe del bloque de diputados Pro que construyó una gran red de relaciones en la provincia como ministro de seguridad de Vidal. Larreta tiene muchos amigos con aspiraciones.

¿Una audacia de Lousteau?

Hay todavía otros actores importantes que tienen algo que decir: los radicales. En la Capital su figura más prometedora es Martín Lousteau. Cómodo en su banca de senador, Lousteau (con el consejo de su aliado, Enrique Nosiglia, y el visto bueno de Larreta) podría inclinarse por una jugada audaz: acompañar la boleta que encabece María Eugenia Vidal para diputados como primer candidato a legislador porteño de Juntos por el Cambio.

Pasar de la Cámara Alta a la Legislatura tendría sentido para Lousteau si se le asegurara que alcanzará la presidencia de ese cuerpo, una posición de rango institucional y manejo presupuestario que lo convertiría en “candidato natural” a la sucesión de Larreta en la jefatura de gobierno (podría inclusive reemplazarlo antes de la elección, para que Larreta se encargue de su segura campaña para presidente sin el peso de administrar entretanto el distrito). Una jugada de esa naturaleza sólo sería posible sobre la base de un acuerdo solemne entre Larreta, Lousteau y Nosiglia (y de un acuerdo complementario con María Eugenia Vidal, que alguna palabra tiene que decir, ya que no se muda a la Capital para ser diputada).

Larreta concibe su estrategia para ser presidente como una muy calibrada empresa colectiva, basada en la moderación, atornillada sobre la base de acuerdos en distintas direcciones acompañados por el cumplimiento estricto de los compromisos, elemento indispensable para la generación de confianza.

En el distrito bonaerense la UCR no cuenta con figuras de alto conocimiento para pelear primeras posiciones (de ahí el persistente interés radical en cerrar tratativas con el neurocientífico Facundo Manes), pero su peso organizativo en la provincia interior y en algunos municipios del conurbano (caso San Isidro) le permiten pelear con posibilidades por una cuota sustancial del total de cargos “salibles”.

La pata peronista

El peronismo asociado a Juntos Por el Cambio -su principal exponente sigue siendo Miguel Pichetto- probablemente se verá forzado a separar momentáneamente sus caminos en estos comicios.

Para algunas figuras es plausiblemente conveniente ocupar posiciones en las listas de la coalición y admitir la condición (no siempre cómoda) de “pata peronista” de ese conjunto. En cambio, hay otro contingente que seguro presentará boletas propias en colaboración con el conglomerado que se agrupará detrás de la figura de Florencio Randazzo. El ex ministro de Transporte suscita muchas expectativas.

En el seno del peronismo del país va creciendo la intención de que se reconstruya -antes de las presidenciales de 2023 y con ellas como objetivo- “la avenida del medio” que se frustró en 2019.

Para ese fin se necesitará un capítulo bonaerense (que, sin embargo, difícilmente sea su eje cuando llegue aquel momento). Entretanto, resulta imprescindible para esa estrategia disputarle al oficialismo el voto peronista y evitar que en noviembre se consolide una hegemonía K. El oficialismo hegemónico, por su parte, concentra su atención en el conurbano quizás sin advertir un peligro creciente: en el interior del país las fuerzas se van reagrupando haciendo eje en las problemáticas locales.

El último domingo, en Misiones, el Frente Renovador por la Concordia Social que conduce Carlos Rovira (un antiguo kirchnerista que prefirió la autonomía) volvió a triunfar electoralmente y relegó a la tercera posición al kirchnerismo leal a la vicepresidenta.

A su estilo, el frente misionero intenta un peronismo de rasgos propios, como ocurre en otras provincias. Por cierto, Misiones no tiene el peso de Córdoba -la principal provincia agroindustrial del país-, donde Juan Schiaretti, siguiendo el rumbo trazado en su momento por José Manuel De la Sota, practica el peronismo cordobesista.

No debería considerarse una casualidad que Omar Perotti haya lanzado una semana atrás una línea interna del justicialismo de la provincia que él gobierna -Hacemos por Santa Fe-, de nombre similar al de la corriente de Schiaretti (Hacemos por Córdoba). Y que otras agrupaciones de nombre similar estén naciendo en otros distritos. Schiaretti y Perotti -gobernadores de la región Centro- coinciden en rechazar medidas como el cierre de la exportación de carne y defienden propuestas productivas, reflejando el clima de sociedades que no pueden ser contenidas con el estrecho programa conurbanizante que despliega el jacobinismo K.

Las resistencias locales y las proyecciones autonómicas que hoy se observan en el anchísimo planeta peronista seguramente no terminarán de manifestarse de aquí a la elección legislativa de noviembre, pero ciertamente se volverán plenamente visibles en la segunda mitad del período presidencial que encabeza Alberto Fernández, una etapa en la que ciertamente el mapa político argentino se reconfigurará.