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Interés general 11 de diciembre de 2017

Silencio y dolor en 54 hogares

Por Ricardo Rivas

Cincuenta y cuatro argentinos y una argentina no estarán físicamente con sus familiares, amigos y amigas cuando este año llegue a su fin. Tampoco lo estarán cuando se inicie 2018.

No podrán abrazarlos ni abrazarán a nadie para desearle un feliz año nuevo. No sonreirán y, seguramente, tampoco lo podrán hacer quienes aún – y, tal vez por siempre- los esperan desde el mismísimo instante en que dejaron sus hogares para ir a trabajar sin saber que nunca habrían de regresar.

Los corazones, los recuerdos, las agotadas esperanzas, las pesadillas, las voces que siempre retumbarán en los oídos memoriosos de quienes sufren por sus ausencias hasta el agotamiento, sumidos en la tristeza les guardarán, sin embargo, un lugar privilegiado en sus pensamientos.

Los recordarán. Una y otra vez los volverán a pasar por sus corazones…

Es posible que en los cincuenta y cinco hogares de estos queridos convecinos marplatenses se guarde silencio cuando cientos de miles estallen de alegría.

Los ensordecedores ruidos del bullicio que emergerán en, de y desde la ciudad no sonarán en sus viviendas ni retumbarán en las paredes de sus barrios.

El brumoso y bravo Atlántico Sur, con sus olas enormes, con sus vientos salvajes, arrebató de Mar del Plata al Repunte y al ARA San Juan y se quedó con nuestros vecinos.

No hay diferencias entre ellos. Ni en el dolor de sus allegados. Con tristeza los recordamos porque no están físicamente con nosotros. Todos fueron al mar en busca del sustento y no regresaron.

Es difícil de entender. Como todo misterio. La más alta tecnología disponible no sirvió de nada para encontrarlos, rescatarlos, ubicarlos… ni, mucho menos, devolverlos con vida.

Marisel Hartfiel sostiene que “(…) la muerte hoy aparece como un fracaso de la técnica y del modelo del hombre modero que ‘todo lo puede’”. De allí la desazón, la incomprensión porque “cuando encuentra ese límite (la muerte) no puede otra cosa que negarlo” ya que “ha sido excluida de la sociedad moderna, es siempre una sorpresa, un accidente” y, por tanto, “no puede ser socialmente pensada ni hablada”.

Resisto aceptar ese concepto. Esa idea. El Papa Francisco exhorta a la amistad social, seguramente, en el deseo de que nos habituemos a recorrer la vida junto con quien no piensa como nosotros y, desde ese lugar, quizás, hasta imaginemos que tampoco sienta como nosotros.

Nuestros convecinos del Repunte y del ARA San Juan partieron muy temprano. Dejaron atrás a familiares, amigos y amigas, sentimientos, esperanzas y se fueron para cumplir con sus trabajos, con sus obligaciones… para alcanzar sus sueños, lo mejor para todos, el bien común.

Sin dudas que queremos saber qué pasó. No son suficientes las explicaciones que devienen de los supuestos, de las múltiples hipótesis, de las argumentaciones que sólo potencian irrespetuosamente la angustia social.

Cincuenta y cinco familias de nuestra comunidad marplatense esperan. Tienen esperanza. Cooperar con esos vecinos y vecinas significa contenerlos, hacerles saber que no están solos y que también esperamos.
Ricardo Rivas