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Opinión 9 de junio de 2017

Sobre igualitarismo, lenguaje y estereotipos

por José Luis Zerillo

Una interesante discusión ha tenido comienzo y creemos que podemos aportar alguna mirada al respecto. La misma pareciera se plantea, entre la inocuidad del lenguaje o la determinación del mismo sobre prácticas y conductas sociales.

En esa maravillosa obra de Friedrich Nietzsche sobre “La Genealogía de la Moral” el filósofo se pregunta sobre la trascendencia del lenguaje y el poder de nominar, definir y conceptualizar del mismo.

En esa inquisición, se inmiscuye en la procedencia del concepto y el juicio de lo “bueno”. Se pregunta dónde se origina el término y con ello, cómo se define qué es lo bueno y qué lo malo. A poco de investigar, Nietzsche descubre que el aspecto etimológico “bueno” deriva de “anímicamente noble”, “elevado” y por su parte el termino “malo” deriva de “simple” y “vulgar”. Es más, resalta en su obra, que en el idioma alemán, malo y simple tienen la misma raíz idiomática. Lo que permite reafirmar aún más la similitud de lo simple, en términos de vulgaridad, es decir como algo intrínsecamente malo.

Dice Nietzsche entonces, que el origen del lenguaje no fue sino otra cosa que una exteriorización del poder; de los que tenían poder para nominar y definir las cosas.

Así, sostiene, tuvo su origen lo bueno y lo malo, de quienes se arrogaron el derecho de crear valores, acuñar nombres de valores, con lo que, la antítesis bueno malo, derivaba de las antítesis, de arriba y abajo o superior e inferior. Quedaba claro, entonces, para quienes definieron los términos, que los valores buenos eran las prácticas y costumbres de la aristocracia y los mundanos, ruines y malos, eran las prácticas de los plebeyos.

Por qué, entonces, no dudar de que algunas interpretaciones sobre la aparición de la mujer a partir de la costilla del hombre, no hayan pasado por el mismo proceso de construcción, o que esa condición de provocar el pecado mediante la constante invitación a morder la manzana, no tuviera sus expresiones más terribles en la hoguera de las Brujas de Salem. Donde siempre había brujas que iban a la hoguera pero casualmente no existían los brujos.

¿Habrá influido en algo el rol dado a la mujer en los orígenes de todos los tiempos, para que millones de ellas, hoy deban salir a la calle dentro de una burka que no permite ver más allá de sus ojos?

O que solo 3 de cada 10 puestos directivos estén ocupados por mujeres, ¿será pura casualidad?

Creemos que nada es casualidad y que claramente la construcción de los roles sociales tuvo su incidencia al respecto.

Y en esa construcción de roles en la sociedad, el lenguaje ocupa un lugar trascendente, lo hace en la forma que se expresa la información. No es lo mismo, si con ella se incluye a todos y todas, o se realiza de una forma selectiva, que con o sin intención, reitere el estereotipo del “bueno” y “malo” nietzschiano.

La comunicación al entender de Pierre Bourdieu no deja de ser un campo de conocimiento en disputa, de las más variadas, y donde también aparece la convalidación de estructuras que repiten reglas del lenguaje que legitiman situaciones de poder o, por el contrario, las ponen en discusión.

Sin lugar a dudas, la comunicación tiene un rol fundamental que ejerce su influencia sobre los diferentes campos de producción cultural como son el jurídico, el literario, el artístico y el científico. La comunicación tiene influencia en la construcción del discurso sobre las relaciones de fuerza dentro de los diferentes campos culturales; y afecta directamente lo que hace y lo que se produce en ellos.

Hoy el lenguaje inclusivo es rupturista y pone en discusión fórmulas de construcción del lenguaje que tienen siglos.

No dudamos que muchos hombres y mujeres de buena voluntad sostienen y reafirman la neutralidad del lenguaje y encuentran nuestra posición como una transgresión inaceptable. Pensando en ellos, es que recordé un capítulo de la historia de la Revolución Francesa.

A comienzos del proceso revolucionario, Olympe de Gouges también pensó que el lenguaje era neutro. Lamentablemente, por limitaciones históricas de su tiempo, no llegó a leer a Nietzsche. Tal vez por ello, ante la redacción en 1789 de la “Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano” insistió en forma reiterada que en su título y en su texto se incluyera también a la palabra mujer. Agotadas las instancias de discusión a su entender, decidió escribir y publicar la “Declaración de Derechos de la Mujer y la Ciudadana”.

Olympe estaba convencida de que el género era neutro, el lenguaje inocente y que solo se trataba de un formalismo. La historia nos cuenta que fue guillotinada semanas después por sus mismo compañeros revolucionarios…por anti revolucionaria.

(*):  Magister en DD.HH

 



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