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La Ciudad 17 de abril de 2021

Sororidad y poesía en la tertulia femenina “Versos con faldas”

Por Verónica Leuci (*)

Recientemente, la antología Versos con faldas. Historia de una tertulia literaria, del 2019, editada por M. Porpetta y F. Garcerá, ha recogido un hito de gran interés en la España de posguerra, que había sido soslayado y había pasado desapercibido hasta ahora: la creación de la única tertulia femenina que tuvo lugar durante la dictadura franquista, fundada por las poetas Gloria Fuertes, Adelaida Las Santas y Ma. Dolores de Pablos.

“Versos con faldas”, fundada en marzo de 1951 y disuelta definitivamente en 1953 por la prohibición del Director General de Seguridad -luego de algunas mudanzas y traspiés a lo largo de su existencia-, funcionó en Madrid y fue la única tertulia femenina antifranquista de la que se tiene constancia durante la extensa y opresiva posguerra.

Surgió de la mano de las autoras mencionadas en busca de dar lugar y publicitar a las poetas que, aunque eran invitadas a las tertulias y recitales que proliferaban por el Madrid de la época, quedaban relegadas a un segundo lugar, con intervenciones cada vez más escasas. Como dice Gloria Fuertes: “observábamos que en todas las reuniones poéticas las mujeres íbamos quedando un poco relegadas: actuaban ocho, diez poetas, y a lo más una sola poetisa; entonces comenzamos a pensar en formar nosotras mismas y así surgió VERSOS CON FALDAS”.

Es importante tener en cuenta que en un estado antiintelectual como el de Franco, ser mujer y escritora representaba una anomalía doble, pues la capacidad intelectual era uno de los atributos que se les negaba. En el contexto de silenciamiento y sumisión al que se las confinaba, bajo el estereotipo de “ángel del hogar”, es decir, relegadas a la domesticidad y a su papel como hija, madre, esposa, estas poetas se presentan como voces que quieren ser escuchadas y buscan intervenir en la esfera pública, más allá de los espacios domésticos e interiores.

Sorteando los reveses culturales y sociales, “Versos con faldas” significó entonces un espacio de apertura y de encuentro, no solo para las poetas madrileñas sino para las del resto de la península, que también eran convocadas a leer y a las que se brindaba voz y espacio propio. Como una curiosidad, la tertulia funcionó mayoritariamente en el sótano de la Asociación artístico-literaria del Teatro Gallego, un espacio -el sótano- fuertemente simbólico en relación con el borramiento y el desplazamiento de la mujer en esa España fascista, militarizada y patriarcal.

Las Santas publicó en 1983 el libro Versos con faldas, para conservar la memoria de este grupo, y escogió a cuarenta y siete autoras y una selección de textos, aunque se supone que la nómina fue aún mayor. Allí, incluyó una nota y un prólogo de Gloria Fuertes, en el que reflexiona a la luz del tiempo pasado: “aunque en 1951 no lo pensábamos ninguna de las tres ‘organizadoras’, hoy, a treinta y dos años vista, he sentido que ‘Versos con faldas’ fue un verdadero Grupo Cultural Feminista”.

Esta forma de agrupamiento, pues, permite pensar en una “sororidad” avant la lettre, utilizando un concepto que está en el centro de los estudios de género y planteos feministas en la actualidad pero que, en realidad, posee una etimología antigua y raíces profundas en la mirada sobre la mujer. Este vocablo, del latín soror (hermana carnal), del latín medieval sororitas (congregación de monjas), fue utilizado primero en inglés como sorority y, muy recientemente, en diciembre de 2018, la versión española sororidad fue introducida en el Diccionario de la RAE, para referir en sus dos primeras acepciones a “amistad y afecto entre las mujeres” y “relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento”.

No obstante, como ha estudiado la Dra. Marta Ferrari (UNMDP), Miguel de Unamuno utilizaba este concepto casi un siglo antes de su reconocimiento por la RAE, primero en el Prólogo a su novela La tía Tula, de 1920, y al año siguiente en el semanario Caras y Caretas de Buenos Aires, en el artículo titulado “Ángeles y abejas”. En esas dos ocasiones, por lo menos, el autor, que había sido catedrático de griego, reflexiona sobre la necesidad de incluir en nuestro idioma, junto a fraternal y fraternidad, los vocablos sororal y sororidad. Haciendo referencia a Antígona, la tragedia de Sófocles, plantea la exigencia de utilizar un término equivalente a “fraternal”, pero referido a las hermanas: “¿Fraternal? No; habría que inventar otra palabra que no hay en castellano. Fraternal y fraternidad vienen de frater, hermano, y Antígona era soror, hermana. Y convendría acaso hablar de sororidad y de sororal, de hermandad femenina […]¿Sutilezas lingüísticas? No, sino algo más. Que así como matria no querría decir lo mismo que patria, ya que tampoco maternidad es igual que paternidad, no sería la sororidad lo mismo que la fraternidad. Una hermana no es un hermano”.

Junto con su etimología antigua y su uso precoz por parte del vasco, las nociones de solidaridad y hermandad femenina poseen antecedentes literarios de gran interés, más allá de los lazos que se constituyeron entre las poetas de posguerra. Estas redes poéticas se presentan como herederas primero de las intervenciones de corte literario, cultural e intelectual femeninas durante la II República, momento en que se dio a las mujeres una oportunidad de participación en la vida pública y social impensada hasta el momento: ampliando sus derechos, aprobándose el sufragio femenino, con la ley de divorcio, entre muchos otros. En este marco, un grupo de mujeres -entre las que se cuenta a María Zambrano, Rosa Chacel, Concha Méndez, etc., las denominadas “sin sombrero”- conformaron un grupo que influyó de forma decisiva en la vida y el pensamiento español, aprovechando los aires renovadores de esa España abierta al mundo. Y luego, las redes de colaboración y afinidad genérica hallan su herencia indudablemente en la tradición romántica y liberal, en particular en la llamada “hermandad lírica”, en vínculo con Carolina Coronado y las “literatas” del siglo XIX.

Distintos momentos y agrupamientos que evidencian entonces vínculos de afectividad y solidaridad poética femenina que permiten establecer filiaciones con debates de gran vigencia, centrales en la actualidad, como los llevados a cabo en el marco de los estudios de género y el feminismo. Leyendo la escritura de mujeres que escribieron en España hace décadas, así como en nuestro país y en Latinoamérica, se pueden advertir reivindicaciones y búsquedas antiguas que perduran con indudable importancia, interés y vigencia, en la agenda local y también global. Tejiendo lazos poéticos y afectivos que, en muchos casos, se mantuvieron en el tiempo, las poetas de posguerra apelaron a sus inquietudes literarias para entretejer redes solidarias y “sororas”, pues, para rebelarse contra las barreras culturales y sociales y pedir el turno de palabra, apostando por la literatura, la lectura y la poesía como espacios de resistencia.

(*) Profesora de Literatura española contemporánea, Depto. de Letras, Fac. de Humanidades, UNMDP.
Integrante del Celehis-Inhus, investigadora de Conicet.



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