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Deportes 11 de noviembre de 2018

Suspenso Monumental

Rossi dejó en competencia a Boca, Armani salvó el empate de River. Los arqueros fueron protagonistas entre varias figuras. La Súperfinal también fue un gran partido. Pero ya se juega el del 24. ¿Sacó ventaja relativa el equipo de Gallardo?

Vito Amalfitano

BUENOS AIRES (Enviado especial).- Tardó tanto en empezar esta y ya se juega la otra. Faltan 13 días pero ya comenzó la del sábado 24. La Súperfinal, el choque más importante en la historia de clubes del fútbol mundial, es además una obra maestra del suspenso. Todo continúa “stand by” por los arqueros. Pudo haber sacado una diferencia decisiva River en la primera media hora inicial, y no lo permitió Agustín Rossi. Estuvo al borde de quedarse con la victoria Boca, y lo impidió Franco Armani. Empataron 2 a 2 en la Bombonera, protagonizaron un partidazo, definen todo en el Monumental. La Copa Libertadores es una obsesión que se jugó con el alma y el corazón, River le puso más cerebro pero cuesta discernir si llega con ventaja a la revancha.

La final más larga del mundo tuvo también la previa más prolongada y con más dudas y polémicas pero “en el verde césped” se cargó de fútbol y ahora continúa el suspenso.

River, como hace menos de dos meses en el mismo escenario, fue más cerebral, y quizá llegue mejor de la cabeza porque pudo levantar dos derrotas parciales en la Bombonera y puede resolver todo en casa. La ventaja de la localía en un Superclásico es siempre muy relativa, pero quizá la mayor confianza de River pueda radicar en la distancia que expuso en el juego, más allá de que Guillermo Barros Schelotto no la reconozca y que Matías Biscay, con el perfil bajo que le asigna la situación, diga que “el empate fue justo”.

Pero también Boca se pudo demostrar su “poder de fuego”, su capacidad de daño en ataque, tanta como la de causarse problemas en defensa. Esta vez la resolvió Rossi, como Armani impidió que su potencial ofensivo generara aun mayores consecuencias.

Otra vez Marcelo Gallardo sorprendió y “ganó” el partido táctico. Con la inclusión del marplatense Lucas Martínez Quarta como “cuña” entre los centrales, tal como lo había anticipado como posibilidad LA CAPITAL en el anuncio del partido. Como pocas veces en el fútbol, o como casi nunca, una línea de cinco defensores fue tan ofensiva. Porque Martínez Quarta, una suerte de líbero delante de los dos zagueros, le dio aire a Enzo Pérez, liberó a Casco y al resto y hasta se animó a presionar hacia adelante. Incluso tuvo una oportunidad de convertir, con un cabezazo en el primer tiempo, en esa media hora inicial en la que hubo un dominio casi absoluto del visitante.

La circunstancia de la lesión de Pavón fue el imponderable que le cayó bien a Boca para salir del ahogo. Porque un delantero integral como Darío Benedetto le dio algo más de volumen de juego a la búsqueda ofensiva y generó como pivot la única jugada bien elaborada de ataque del local en el primer tiempo, que terminó en el gol del empecinamiento y la fe, el de “Wanchope” Abila. Después el propio Benedetto hizo magia con la cabeza para un 2 a 1 que poco tuvo que ver con el trámite de los primeros 45 minutos pero que justamente advirtió sobre ese “poder de fuego” del equipo de La Ribera.

Y el mayor error no forzado de Boca no fue precisamente el gol en contra de Izquierdoz, al que ayudó otro empecinado, el propio Pratto, y la suela exquisita del “Pity”. Lo imperdonable para el equipo de Guillermo fue que le hicieran un gol de contraataque inmediatamente después de ponerse en ventaja. “Fue una final de verdad”, dijo el técnico de Boca. Y tiene razón. De ritmo y nivel europeo, por momentos. Como pocas veces ocurre en un Superclásico.

Pero es impropio de una final, que se juega con el corazón pero también con la cabeza, que te hagan un gol de contragolpe y quede un delantero casi solo frente al arquero desde la mitad de la cancha cuando estás en ventaja.

Muchas veces en un Superclásico cuesta encontrar una figura. Este tuvo varias. Los dos arqueros, con más y mejor trabajo Agustín Rossi, con otra atajada “de partido” Armani en el final. “El Pity” Martínez, intratable en el primer tiempo. Los delanteros desequilibrantes Pratto y Benedetto. Un escalón más abajo, pero también muy bien, Javier Pinola, Gonzalo Montiel y “Wanchope” Abila, en ese orden.

En proporción a la envergadura del acontecimiento, la final de la historia fue también el partido mejor jugado del año en Argentina. Pero todavía con el corazón caliente y las muchas emociones latentes, ya se empieza a disputar el choque decisivo del Monumental. River se lleva allí una leve ventaja mental desde la Bombonera. Pero, como esta vez el pronóstico meteorológico, eso también puede fallar. Se necesitaba tanto fuego para apagar tanta lluvia.

@vitomundial