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Deportes 4 de marzo de 2018

El pasado de Marcos Mata como arquero

Talleres 1986, un equipo con muchas historias. También jugaban Juan Ignacio Briones, titular de Gago en las inferiores de Boca. Y el conocido delantero marplatense Diego Galeano.

Marcos Mata en su etapa como arquero de Talleres '86. A su derecha, Juan Ignacio Briones. Y el segundo de abajo es Diego Galeano.

Por Juan Miguel Alvarez

Marcos Mata es uno de los mejores -sino el mejor- basquetbolista marplatense de la historia. Es el sexto jugador con más títulos en la Liga Nacional, con cinco, y representó al país en dos Mundiales (2010 y 2014) y en los Juegos Olímpicos de Londres (2012).

Sus inicios con la naranja fueron en Kimberley, en la categoría Mini. Años más tarde pasó a Peñarol para iniciar una carrera exitosa en el básquetbol. Además de los títulos de LNB mencionados (tres con el equipo marplatense y dos con San Lorenzo), su lista de campeonatos incluyen dos Liga de las Américas, dos Interligas, dos Súper 8, un Súper 4 y una Copa Argentina, siempre en Peñarol. En el exterior jugó en el Cajasol de Sevilla de España y el Franca de Brasil. Y actualmente es pieza importante en el San Lorenzo que lidera con comodidad la temporada de LNB y clasificó al cuadrangular final de Liga de las Américas.

Toda esta es su historia más distinguida. Pero Mata (2,01 metros) también tiene un pasado desconocido en el fútbol infantil marplatense.

Se inició en el baby (fútbol de salón) defendiendo los colores de Talleres en el barrio del puerto. Por su estatura, ya entonces bastante mayor a la de los compañeros de su edad, incursionó en el arco, donde empezó a usar sus dotes con las manos. Allí siguió durante varios años, hasta que debió elegir una sola actividad deportiva y se inclinó por el básquetbol, donde más se destacaba.

“Siempre sacó una ventaja importante por lo físico. Era seguro cuando salía a atrapar los centros”, contó Juan Ignacio Briones, compañero de la categoría. “En cuanto a la personalidad siempre fue muy callado, pero muy buena persona. Un pibe bárbaro. Cuando nos vemos siempre nos saludamos”, agregó el mediocampista central de último paso por Kimberley, que en esa categoría jugaba de volante izquierdo.

Otro de los futbolistas de la clase 1986 de Talleres era Diego Galeano, quien hizo carrera en el fútbol: el actual delantero de Barracas Central en la B Metropolitana jugó un puñado de partidos en la máxima categoría para Banfield y en varios clubes del ascenso, entre ellos Alvarado y Unión de esta ciudad.

Briones, el titular de Gago

Hace unos días, en una charla con chicos de inferiores de Boca, Fernando Gago hizo hincapié en la perseverancia como cualidad para poder llegar a Primera División. Y contó que, cuando estaba en las divisiones menores del “xeneize”, era relegado al equipo que competía en la AFA Paralela, un torneo secundario. Justamente el titular en el torneo oficial era el mencionado Juan Ignacio Briones, otro valor surgido en la ’86 de Talleres.

El mediocampista marplatense pasó en 1998 a Aldosivi y en 2001 quedó en una prueba en Boca Juniors. Mucho tiempo compartió el centro del campo con Gago. Pero cuando llegó Roberto Mouzo como DT, cambió el esquema de un 4-4-2 a un 4-3-3. Y el “5” elegido fue Briones.

El marplatense subió a Reserva, pero sufrió rotura de ligamentos a mediados de 2004. Esa lesión le permitió ganar terreno a Gago, quien con mayor confianza “explotó”. Fue tan bueno su ingreso al equipo titular de la Reseva que en unos meses, antes de terminar el año, el “Chino” Benítez lo hizo debutar en Primera. Al año siguiente, con la llegada de Alfio Basile, le ganó el puesto a Raúl Cascini y fue pieza clave en la consagración mundial de la Selección Argentina Sub 20 en Países Bajos.

Briones se recuperó de la lesión y fue cedido a Quilmes, donde se “rompió” la otra rodilla. Después volvió a Aldosivi, jugó en varios equipos del ascenso argentino y también tuvo experiencias en Hungría, Chile y Paraguay.

Si bien juntos no ganaron torneos, varios de los integrantes de la categoría 1986 de Talleres dejaron posteriormente su huella marcada. La más grande la hizo Mata, como de costumbre.



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