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Opinión 3 de junio de 2018

Teatro Legislativo: una herramienta democrática

por Nino Ramella

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La Cultura construye ciudadanía. En ciertas bocas hace ya un tiempo que se escucha esa sentencia. Enhorabuena. Pero por ahora -salvo por muy honrosas excepciones-, no deja de ser un buen propósito de la retórica discursiva. Pareciera que políticos y actores culturales saben del valor potencial de lo que tienen en sus manos pero que todavía no han sabido diseñar acciones concretas que transformen la realidad.

Porque justamente de eso se trata. De transformar la realidad. Siempre el desafío debe ser transformar la realidad. A veces para perfeccionarla y muchas otras para rescatarla del oprobio. En este último escenario nos encontramos en la Argentina. Porque oprobio encaja perfectamente en el concepto de un país que tiene nuestros indicadores sociales. Un tercio de la población es pobre y la mitad de los menores lo son. Las cifras pueden agravarse si ponemos en juego la correlación de variables que incorpore, por ejemplo, lugar de residencia.

Frente a este panorama no existe mayor imperativo ético para el Estado que fijar como prioridad la puesta en marcha de políticas públicas que tiendan a llevar a nuestra sociedad a un escenario de oportunidades igualitarias, donde las asimetrías desaparezcan, favoreciendo el desarrollo individual y comunitario de sus mandantes. Y cuando hablamos del Estado hablamos de todas sus áreas y de todos sus poderes.

Cultura: una herramienta estratégica

Demasiados años han estado los organismos públicos de Cultura atados a paradigmas que atrasan siglos. Orientados la mayor de las veces a las bellas artes y a ser escenarios de satisfacción o deleite de las elites culturales, han limitado a un mínimo los programas con fines sociales, tanto como para salvar la honra de lo políticamente correcto. Basta mirar los presupuestos oficiales para saber qué lejos están estas acciones de ser prioridad.

¿Pueden los programas culturales resolver el problema de la pobreza estructural? Claro que no. Pero lo que pueden hacer es instalar miradas, despertar voluntades, proponer salidas a los desafíos cotidianos y lo más importante: crear conciencia en todos los ciudadanos de cuáles son sus derechos. La alimentación, la salud, la vivienda, el abrigo… son derechos primordiales. Están por delante de los derechos culturales, sencillamente porque son nada menos que biológicos. Hablan de la vida misma. Pero es la Cultura lo que los instala.

La división de poderes no divide temas

Mal o bien las políticas públicas en materia cultural han sido iniciativa de las áreas ejecutivas del Estado. Las legislaturas o concejos deliberantes (según la jurisdicción de la que hablemos) rara vez abordan estos temas y cuando lo hacen suelen ser proyectos del Ejecutivo. Los estratos judiciales intervienen apenas para dirimir conflictos si los hubiere. Es una mala práctica que los espacios deliberativos en los que los ciudadanos sentamos a nuestros representantes no discutan ni definan políticas en un campo que, repetimos, nos parece imprescindible intervenir.

Proyecto en ciernes

Según trascendió, en el mes de agosto -impulsado por el senador Franco Bagnato-, se realizará una reunión de gestores culturales públicos de la V Sección Electoral de nuestra Provincia donde entre otros temas se tratará de dar forma a una exitosa experiencia nacida en Brasil de la mano del célebre Augusto Boal (foto), que se llama Teatro Legislativo.

Se trata de una actividad que como propósito primordial busca dar voz a colectivos ciudadanos que no la tienen por imperio de su situación social. Es, en definitiva, el estímulo de la creatividad como instrumento del mejoramiento social a través de una herramienta como el teatro.

Boal, creador y numen del Teatro del Oprimido que dio vida a una formulación pedagógica que hace posible transformaciones sociales, fue elegido concejal de Río de Janeiro en 1992. Desde ese lugar reflexionó sobre como utilizar sus destrezas para el cumplimiento de las nuevas funciones.

Lo primero que pensó fue que la democracia representativa en sociedades muy numerosas es una quimera. Un legislador corre el riesgo de terminar respondiendo a su propio parecer o a su Partido antes que a sus mandantes.

Por su parte la democracia directa es un imposible, salvo que se trate de una pequeña aldea. Entonces se propuso fortalecer los mecanismos de participación ciudadana para hacer más vigorosos los principios democráticos.

Hasta ese momento Boal había desarrollado lo que se conoce como Teatro Foro. Allí los participantes –que no son actores sino gente del pueblo- protagonizan escenas donde se tratan temas de su realidad cotidiana: desempleo, violencia sexual, vivienda, salud, género, ancianidad, adolescencia, salud mental, etc.

En esos momentos los participantes logran volcar todas sus ansiedades y también proponer soluciones a sus problemas. La gran idea fue posibilitar que esas propuestas puedan ser convertidas en Ley. Boal lo sintetiza así: el legislador no sería la persona que hace la ley, sino la persona a través de la cual la ley es hecha, ¡por los ciudadanos, naturalmente!

Y todavía va más allá: No aceptamos que el elector sea un mero espectador de las acciones de los representantes elegidos, incluso cuando estas acciones sean correctas. Queremos que los electores den sus opiniones, que discutan los temas, … queremos que compartan la responsabilidad de lo que sus representantes hacen.

El Teatro Legislativo fue el embrión de numerosas leyes en Río de Janeiro. La primera Ley obtenida fue la 2384/95 en la que se dispone que todos los hospitales municipales deben ofrecer servicios y cuidados geriátricos impartidos por médicos y enfermeras especialistas. Surgió de un grupo del Teatro del Oprimido llamado Tercera edad, formado por personas de entre 68 y 80 años.

En un análisis que del Teatro Legislativo que hace el doctor Tomás Motos Teruel, pedagogo especializado en creatividad y teatro de la Universidad de Valencia se explican los alcances del teatro legislativo: La finalidad del Teatro Legislativo no es provocar la catarsis, ni pacificar a los espectadores, ni tranquiulizarlos purgándolos de sus deseos y devolviéndoles a un estado de aceptación de la sociedad tal y como es, sino contribuir a transformarla en otra más justa y equitativa, porque el hecho de pertenecer a una determinada cultura, clase social, género, religión o etnia disminuye y limita significativamente las oportunidades de ciertos colectivos. El capitalismo, el patriarcado y el racismo crean límites a la vida de las personas.

Una sesión de Teatro Legislativo es participativa. La interactividad permite a los espectadores convertirse en protagonistas de la problemática propuesta en escena, así se transforman primero en spect-actores y luego en autores de propuestas legislativas. Hasta llegar a la votación en la Cámara de Representantes correspondiente una propuesta surgida de los colectivos que participan en el Teatro Legislativo ha de pasar por una serie de etapas.

Esas etapas contemplan la adecuación del proyecto al corpus legislativo preexistente, la posibilidad fáctica de concreción de lo que se propone, la razonabilidad de plazos, recursos que se pudieren afectar, etc. Aprobadas por parte del equipo de asesores todas estas consideraciones el legislador presenta como suyo el proyecto. Es decir, no se considera como iniciativa de un particular.

La Cámara, claro está, puede aprobar o rechazar el proyecto.

La experiencia en nuestro medio

Si las virtudes del Teatro Legislativo en nuestro medio van o no a tener éxito sólo el tiempo lo dirá. Pero entiendo muy valioso el primer paso de poner en tema a los gestores de nuestra sección electoral. Tal vez pueda replicarse en el resto de los distritos y acaso también en otras provincias.

Al equipo del legislador que hace la propuesta se ha sumado la marplatense Ana Slavin, de amplia trayectoria en la gestión de programas culturales para la transformación social. Será ella la responsable de transmitir las técnicas para que cada Municipio pueda hacer su aporte al ámbito de la Legislatura Bonaerense o bien replicar la experiencia en los espacios deliberativos locales.

Pongamos energía en concretar programas como este. A mi el país tal como está no me gusta. Y sé que el cambio es cultural.