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Tiene 92 años y sigue en el escenario: “Soy más actor que persona”

Este viernes, el actor Enrique Baigol regresa al escenario con la pieza que estrenó durante el verano pasado: "El recuerdadero". Repasa su vida y explica por qué cree que al teatro le sobran palabras.

Arte y Espectáculos 25 de abril de 2023

 

 

Actuar para vivir. Vivir para actuar. Esa parece ser la consigna de Enrique Baigol, un veterano actor, director y maestro de actores y actrices marplatenses que, a los 92 años, asegura: “Actuar es un espíritu que está por encima de la edad, la edad es, digamos, un criterio matemático de años, pero la cosa que es… lo que uno siente no se termina con una edad”.

Durante el verano fue parte de la obra “El recuerdadero”, junto a un elenco que integran Gabriela Benedetti, Diego García Lorente, también dramaturgo de la obra, y Héctor Martiarena en la dirección. Este viernes volverá a escena con esta misma puesta: será a las 21 en el escenario de El Séptimo Fuego (Bolívar 3675).

 


“Cuando empecé, la actuación era un hecho un poco mágico que estaba al alcance de seres especiales”


 

Sobre el escenario, interpreta al añejado escritor Kraus Kosta, quien postrado en una silla de ruedas, vive con Karmina, su enfermera-ama de llaves. Un supuesto biógrafo, Gómez, llega a la casa para reconstruir la vida del autor. Pero pronto se alteran los planes de Kosta y de Karmina.

¿Qué es lo que recuerda Kosta, recuerda la verdad, o prefiere olvidar para no desentrañar una vida atravesada por el horror de la última dictadura? “Es un misterio que el personaje se reserva, no sabe hasta dónde recuerda, uno recuerda o disfraza los recuerdos”, asegura en relación a su vida y al personaje. “Al cabo de muchos años de vida, los recuerdos se van desvalorizando o desintegrando”, agrega.

Para marcar la desmemoria del personaje, el director del espectáculo decidió utilizar el recurso del apuntador. Desde la platea, el mismo Martiarena marca aquellos recuerdos que el escritor necesita traer al presente.

“Kosta muestra cosas y las otras las esconde o las disfraza”, acepta el actor, que nació en la ciudad de Buenos Aires y arrancó allí su romance eterno con la actuación, de la mano de Juan Carlos Gené y Roberto Durán, en la década del ’50. “Empecé a hacer pequeños papeles, la primera obra fue Dulcinea, en el Teatro Estudio, eso fue más o menos la primera cosa que hice orgánicamente”, rememora.

 


“La edad es un criterio matemático de años, pero la cosa que es… lo que uno siente no se termina con una edad”


 

“En Mar de Plata estoy desde la década del ’80, fui profesor de la Escuela Municipal (de Arte Dramático) y empujé a muchos actores que están en la actualidad, pero también seguí haciendo personajes”, dice. Y cuenta que el teatro le sigue disparando “sensaciones muy íntimas, muy particulares”. Contundente, marca: “Trabajo con mucho amor por lo que hago”.

Siempre activo, dirigió y actuó en los últimos años, en diferentes salas independientes, obras como “Emilia”, “No son cosas olvidadas”, “La insolencia del clítoris”, “Trampas chinas”, “Zurdo siniestro”, “Valhala”, “Esperando el lunes”, “Mamíferos”, “Humanitá”, “Violín en bolsa”. Durante varios años, estuvo a cargo de los espectáculos de la Escuela Municipal de Arte Dramático.


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-¿Le costó meterse en el personaje de Kraus Kosta?

-No, no me costó. Yo creo que sobre todas las cosas soy actor, uno tiene instrumentos o recursos prácticos de las situaciones escénicas como para trabajar y desarrollar un aspecto de un personaje, para decir o no decir cosas. Es un criterio general, un actor hace de un personaje no solamente lo que literariamente está, sino todas aquellas cosas que subyacen o que aparecen y que no son del todo claras.

-¿Es una cuestión de oficio?

-Claro, yo creo que a esta altura de mi vida soy más actor que persona. Un personaje es como un libro que se abre por primera vez y aparecen cosas y uno tiene digamos como un repertorio de situaciones, de ecos de personajes, de vida que no desaparecen, vuelven a aparecer frente a un desafío como un personaje nuevo. Un personaje nuevo no es lo que literalmente está escrito, sino todas aquellas cosas que sugiere, provoca, estimula u oculta.

-¿Ser más actor que persona supone que actuó más de lo que vivió?

-Ese un pensamiento es un poco filosófico y psicológico… Es un poco eso y un poco de otras cosas, hay un porcentaje de juego y de misterio y de provocación hacia una cosa sin terminar o mal terminada o que propone otra terminación. La actuación es un oficio lleno de misterios y sutilezas, no es simplemente estudiar un texto y repetirlo, las palabras no dicen solamente lo que está escrito.

-¿Cambió el teatro desde que empezó a actuar en los ’50 a hoy? El mundo cambió, ¿el teatro también?

-El cambio del mundo afecta a todos los rubros de todas las profesiones y las artísticas también. Hay actores imponderables que van modificando los tiempos, las intenciones, los valores. Estéticamente también pasa eso, de pronto el teatro más antiguo era la verbalización total de todas las cosas y ahora yo siento que las palabras son lo que sobran en el teatro, que hay abundancia de palabras. Cuanto menos palabras mejor, el teatro por sí solo explica lo que pasa, el actor no tiene que además contarnos, tiene que hablar lo imprescindible para la acción, pero no tiene que contarnos la situación porque lo que se ve está contando lo que pasa. No hay recetas para la cosa.

-¿Se atreve a decir qué es el teatro para usted?

-No. Todo lo que hablamos es lo que para mi es el teatro. Toda la historia del teatro y de la vida en el teatro le da a uno cierta mirada un poco como romántica e histórica acerca del hecho, son muchas cosas que pasan entremedio, he pasado por distintas etapas del teatro en sí y de uno mismo con respecto a lo que creía del teatro y de la actuación. Cuando yo empecé, la actuación era un hecho un poco mágico que estaba al alcance de seres especiales y de pronto a medida que uno va trabajando, va descubriendo que realmente es un oficio, un oficio muy hermoso. Es solo un oficio de trabajo. Cualquiera puede hacerlo con distintos costos, uno hace y deja de hacer cosas cuando se dedica a la actuación.



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